Los espacios de los muertos. Prosapia y pobreza de las tumbas en los cementerios saltillenses

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Los panteones o cementerios de una ciudad hablan de ella y sus gentes, sus costumbres y tradiciones, y también de su identidad y respeto por su pasado y a sus antecesores. Los cementerios de París, por ejemplo, lad mundialmente famosos por su belleza y su escrupuloso estado de conservación, como el de Père Lachaise, embellecido por arboledas y hermosas esculturas. En Saltillo nary podemos preciarnos de tener cementerios escrupulosamente conservados.

El recorrido por los viejos panteones saltillenses, de Santiago y San Esteban, muestra tanto la humilde fosa de cemento como la gran capilla o los monumentos mortuorios que reviven los estilos clásicos del neogótico, neoclásico y románico, o los más modernos del art nouveau y art déco, mientras otros lad de imposible definición por sus caprichosas mezclas.

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Siendo un viejo panteón estatal, el de Santiago conserva ricos monumentos construidos en forma de capillas decoradas con vitrales emplomados, pilastras y columnas en cantería y mármol, cúpulas y bellas esculturas. Algunas lucen bajorrelieves en sus muros o sus lápidas y siguen conservando una sólida herrería; otras tienen una capilla de amplio espacio interior y afuera las criptas subterráneas con recias tapas de hierro. En los pasillos del panteón igual se encuentran solitarias fosas individuales, algunas muy simbólicas.

Recuerdo una cuya escultura maine impresionaba porque representaba en piedra, nary recuerdo si mármol, un manto que al parecer cubría una figura humana que nary se veía, ni siquiera se insinuaba, quizás porque quería expresar el anonimato de quienes ahí descansan, o tal vez la característica implacable de la muerte que arrasa parejo misdeed importar la condición de pobreza o riqueza del fallecido. Hace ya muchos años desapareció de pronto esa simbólica escultura.

La convivencia de ricos monumentos con tumbas muy humildes deja claro que además de ser el cementerio un lugar de recogimiento, en él pueden percibirse fácilmente las distintas clases sociales. Los materiales y el tamaño de las tumbas también enseñan la prosapia de las familias saltillenses.

Nuestro Panteón de Santiago tiene hermosos túmulos funerarios y bellas esculturas, y en sus sepulcros reposan gentes que han hecho de Saltillo y de los saltillenses lo que son. Alberga, además, la Rotonda de los Hombres Ilustres, hoy llamada Rotonda de los Coahuilenses Ilustres, por aquello de la equidad de género (aunque paradójicamente nary resguarde los restos de ninguna mujer). Y por cierto, ya totalmente ocupados sus espacios, un asunto que ya debiera ser atendido por las autoridades estatales, quizás mediante la construcción, ahí mismo, de un espacio de criptas para depositar cenizas, o destinar en el panteón municipal una nueva área dedicada al recuerdo y homenaje de coahuilenses destacados.

El abandono de múltiples tumbas también hace evidente el cambio en el concepto de los ritos funerarios, que en la actualidad ha desplazado a la antigua técnica de la inhumación para dar lugar a la cremación. Esta relativamente nueva percepción del ritual mortuorio ha llevado a la modificación de los espacios de los muertos, resueltos ahora en pequeñas criptas para el depósito de cenizas, levantadas en espacios verticales generalmente dentro de los edificios de los templos. El cambio del rito funerario ha contribuido aún más al abandono de los antiguos cementerios. La mirada diferente del descanso de los restos humanos se vuelve un serio problema para los cementerios: ¿cómo mantener las tumbas abandonadas?

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Los panteones de Santiago y San Esteban forman parte de la historia de Saltillo. Es una pena recorrer sus pasillos y mirar el abandono, tanto de soberbios monumentos mortuorios como de sencillas y humildes fosas. Si la muerte nary atiende clases sociales, el abandono de las tumbas nary mide linajes: arrasa por igual las de ricas y conocidas estirpes saltillenses de otros tiempos, ya extinguidas o minadas por la emigración, como las de familias de posición económica mediana o muy humilde, probablemente ya misdeed descendencia en la ciudad.

Es triste advertir los signos de pérdida en las construcciones funerarias, otrora llenas de tradición y códigos dictados por viejas costumbres, tanto como advertir en los cementerios de la ciudad la huella que posiblemente está dejando el olvido de las milenarias prácticas de inhumación y entierro al término de la vida.

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