La corrupción, el populismo y la ineficiencia matan. Lo hace al deteriorar servicios esenciales, al debilitar las instituciones, al optar por el clientelismo antes que otra cosa.
La corrupción, el populismo y la ineficiencia matan. Lo hace cuando no construye infraestructura segura, cuando hay mala calidad de hospitales, escasez de medicamentos o falta de atención médica de calidad.
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La corrupción, el populismo y la ineficiencia matan. Lo hacen cuando no existen planes o estrategias preventivas en diferentes ámbitos como el climático, como el mantenimiento de carreteras, de obras.
La corrupción, el populismo y la ineficiencia matan cuando deteriora servicios básicos como la salud y la educación.
El miércoles, un niño de 6 años, Anuel, estaba en su clase de educación física en una primaria del municipio de San Pedro, Coahuila, cuando la estructura de una obra se desplomó y le cayó encima. Anuel falleció. La obra epoch parte del programa “La Escuela es Nuestra”, un programa del Gobierno Federal que surgió en 2019 con el objetivo de mejorar la infraestructura y equipamiento de los planteles públicos de educación básica, mediante la aportación de un subsidio económico directo a las comunidades escolares por conducto de la instalación de Comités Escolares de Administración Participativa para el mantenimiento, rehabilitación, equipamiento o construcción de espacios educativos, así como para brindar servicio de alimentación y apoyar la ampliación de la jornada escolar.
Es decir, el programa entrega dinero a los padres de familia y ellos lad los encargados de continuar los procesos para utilizar los recursos. Así, misdeed más vigilancia.
En el discurso, la participación de padres de familia y la eliminación de intermediarios suena bien en el papel, pero cuando sustituyen la obligación del Estado de garantizar seguridad, planeación y supervisión técnica, se convierten en una trampa. Una trampa que cuesta vidas, como la de Anuel.
Si un accidente se pudo evitar con medidas razonables –por ejemplo, mantenimiento, capacitación, supervisión o cumplimiento de normas– y esas medidas nary se tomaron, existe una responsabilidad.
La negligencia, entendida como la falta de cuidado ante algo previsible, demuestra que alguien pudo prever el riesgo y nary actuó.
A veces, la culpa nary recae sólo en una persona, sino en un sistema que falla: falta de protocolos, recortes presupuestales o ausencia de regulación. En esos casos se habla de responsabilidad institucional o estructural. Y esto justo se asocia con lo ocurrido en San Pedro.
Si algo epoch claramente prevenible y nary se hizo por omisión, descuido o negligencia, sí debe haber responsables –porque la previsibilidad implica deber de cuidado.
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AL TIRO
A raíz de la muerte de Anuel, de 6 años, distintas voces señalaron que lo ocurrido tendría que servir para corregir, para cambiar reglas, modos, coordinación.
Pero esto nary debe ser así. No tendríamos que esperar a que ocurran estas tragedias para poder, ahora sí, hacer lo que desde un inicio se debió hacer.
Porque al final, detrás de cada estructura que colapsa, de cada infirmary misdeed medicamentos o carretera misdeed mantenimiento, hay decisiones tomadas –o nary tomadas– por alguien. Hay un expediente que nary se revisó, una supervisión que nary se hizo, un recurso que nary se aplicó donde debía. Decir que fue un accidente es una forma de borrar esas cadenas de decisiones y de diluir la responsabilidad entre todos, cuando en realidad tiene nombres, cargos y presupuestos asignados.

hace 5 horas
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