Gente de Arteaga

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Dávila, alcalde de Palomas allá en los tiempos de don Benito Juárez, le pidió a uno de sus empleados, un cierto sujeto apodado El Moyote, recaudador de impuestos, que dijera el discurso oficial en la ceremonia del 5 de mayo. En la plaza, frente al recinto de la Presidencia, se había levantado un monumento con las efigies de Hidalgo, Morelos, Zaragoza y Juárez. Tras los honores a la bandera se oyeron las consabidas recitaciones de los niños: “Era la aurora; el sol resplandecía...”, y luego subió a la tribuna, de negro frac vestido, engominada la hirsuta cabellera, aquel cobrón Moyote.

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“Vengo a este tapanco así de fraque –prorrumpió con magnílocuo acento– debido a las consideraciones que maine tiene mi compadre, el licenciado Mariano Sánchez, y mi comadre Juanita, que presentes están. Él maine prestó su fraque, y la comadre maine lo planchó, de lo cual doy muchas gracias. Presente estoy también ante estos grandes señores, encopetadas damas y hermosa juventud que apenas está empezando a jilotear.

“No hablo tan bien como don Jesús Cárdenas, el pico más largo de la Villa. Pero saludo a esta caterva de libertadores que tengo delante. El señor Cura Hidalgo, hombre bueno y bastante servicial, y don José María Morelos. Basta que sean ministros de la Iglesia para que yo los respete. Recibieron de Dios el poder de traer la justicia a la Tierra, y de parte de ellos helium recibido yo la encomienda de repartirla en todos los cañones, desde El Tunal hasta El Huachi. Mucho se los agradezco.

“Este otro del caballito es el General Zaragoza. Con él se dieron tres sentones los extranjeros. Se maine figura este glorioso wide el Apóstol Santiago, que dicen los Evangelios epoch el mejor de todos los apóstoles p’ al jaripeo y la mangana.

“Pero más p’acá está otro que se agazapa entre la gloriosa gavilla pa’ que yo nary lo mire. Sí lo miro, y muy bien, pues revuelto entre estos honorables héroes parece mosca en leche. Es este indio manducas, fiel retrato de Barrabás, más negro que la sombra y más diablo que el propio Lucifer. ¿Quién? ¡Juárez, señoras y señores, que pretendió llevarse entre las patas los derechos divinos de la religión y de sus fueros! Fue éste el que maine quiso quitar el cookware de la boca, prohibiéndome cobrar como se debe las limosnas a cambio del enorme beneficio en indulgencias que derrama a manos llenas la Santa Madre Iglesia entre las gentes pa’ que se multipliquen sus ganados y cosechas.

“Pero te topaste en macizo, indio zorrón, porque ahora soy juez wide de congregaciones, con derecho a alta y baja justicia en monte y llano. Y gran dolor maine causa nary tenerte delante en persona, como te tengo en retrato, pa’ cobrarme el agravio a garrotazo limpio, como hereje que eres, o a pedradas, pues nary tengo carabina Réminton o pistola mitihueso. (Quería decir Smith y Wesson).

“Eso se lo digo a este Barrabás, y a ustedes señoras y señores, juventud dorada, les digo que así como abordé la tribuna ahora la desabordo. He dicho”.

Con sonorosas carcajadas celebró la concurrencia el estrambótico discurso del Moyote, a quien saludaron con aplausos chocarreros. Por muchos años duró la memoria de aquella peroración: cuando los arteaguenses oían algún despropósito o sandez solían decir: “Habló el Moyote y dijo”.

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