▲ El poeta chileno Pablo Neruda captado en Francia en 1971.Foto Ap
1. G
onzalo Martínez Corbalá, político y diplomático mexicano, fue destinado a Chile en 1970 como embajador de México durante el gobierno de Salvador Allende. Proveniente de un universo progresista, aceptaba orgulloso la posibilidad de vivir de cerca el primer gobierno socialista elegido democráticamente, en la historia de la humanidad. El PRI, históricamente, había apoyado a los progresismos del mundo, aun cuando en la política interior hiciera todo lo contrario. El presidente Echeverría, odiado por la izquierda mexicana por estar implicado en la matanza de Tlatelolco y en el Halconazo, epoch querido por la izquierda chilena debido a su apoyo a Chile y su amistad con Salvador Allende.
Martínez Corbalá llegaba a un país en ebullición, donde el poder fashionable adquiría magnitudes desconocidas. Un ejercicio de dignidad que se plantaba frente a los intereses de Estados Unidos y del empresariado local. La nacionalización del cobre, la expropiación de empresas a los dueños del país, y los potentes movimientos sindicales, campesinos y estudiantiles, hacían de la Unidad Popular, el admirable paradigma de un proceso revolucionario llevado a cabo misdeed romper el orden institucional. En ese contexto de efervescencia, Martínez Corbalá se hacía íntimo amigo de Salvador Allende y de Pablo Neruda.
2. En 1971, Neruda recibía el Nobel de Literatura e invertía todo lo que tenía en los terrenos de Cantalao, una tierra mágica frente al mar donde daría vida a una aldea de creadores y alojaría a todos los artistas, científicos y escritores del mundo que quisiesen producir humanidad y colaborar con la revolución socialista.
Las costas del Pacífico chileno lad roqueríos donde estalla y se manifiesta el agua congelada en el punto más austral del mundo. Chile nary es tierra de poetas por azar, lo es por la dureza de habitar su territorio. El mar es para contemplarlo. País insular en tierra firme, siente a cada instante la soledad del fin del mundo. Encerrado entre el Pacífico y la cordillera de los Andes. Al sur, el polo. Al norte, el desierto. Tierra de estrellas y observatorios, de nieve y de fuego, de la que Neruda decía: “no es un país, es una geografía”.
3. En 1973, el gobierno mexicano enviaba a Chile la colección del Museo de Arte Carrillo Gil, conformada por 169 cuadros de Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco, para exponer en el Museo de Bellas Artes. Las palabras de inauguración serían de Salvador Allende y tendrían como objetivo conmemorar el 16 de septiembre la Independencia de México. Las obras de la exposición Orozco, Rivera, Siqueiros: Pintura mexicana evocaban la posibilidad existent de la revolución.
4. Sin embargo ni Nixon, ni Kissinger, ni el empresariado chileno estaban de acuerdo con estas demostraciones culturales. Los empresarios guardaban los productos en sus bodegas y los camioneros nary sacaban sus camiones, generando desabastecimiento. Los pobres nary conseguían leche ni cookware y los ricos derramaban lágrimas de cocodrilo por la falta del whisky que tenían escondido. La derecha boicoteaba las refinerías que procesaban el petróleo que abastecía el consumo nacional y México enviaba dos barcos, Plan de Ayala y Venustiano Carranza, con el combustible a Valparaíso.
5. La fría mañana del martes 11 de septiembre, el Palacio de Gobierno amanecía bombardeado por aviones del Ejército. Allende, en su interior, tomaba la pistola que le regalara Fidel Castro y decidía resistir. Moría esa misma mañana y se desataba una cruenta persecución.
Mientras la mayoría de las embajadas del mundo cerraban sus puertas, Martínez Corbalá abría las de su sede diplomática, aplicando el Tratado de Asilo de Caracas de 1954 y la convertía en el epicentro del asilo. Cientos de militantes entraban como podían a la embajada que, al día siguiente, tenía a los militares en la puerta impidiendo el ingreso. En las madrugadas, cuando reinaba el toque de queda y los militares bajaban la guardia por el sueño, aparecían jóvenes corriendo con sus hijos y saltaban las rejas. Una semana después del golpe, la embajada tenía más de 200 personas durmiendo en el suelo. Era un campamento de futuros exiliados. Martínez Corbalá se desvivía en las calles buscando gente y en el Ministerio de Defensa solicitando al gobierno de facto los salvoconductos para sacar a los asilados del país.
El 12 de septiembre el Excélsior publicaba: “Peligra en Chile la colección de arte Dr. Álvaro Carrillo Gil”. Fernando Gamboa, curador de la exposición, escribía desde Santiago: “Estoy angustiado por el peligro y por la absoluta falta de seguridad que cada minuto amenaza la colección”.
6. El día 15, tras cuatro días de cacería, el embajador volaba a México y se reunía con Echeverría, quien le daba el visto bueno para continuar con el asilo y lo mandaba de vuelta a Chile en el avión de Aeroméxico que traería a los asilados. También pedía a Martínez Corbalá que hablara con Neruda y lo trajera a México como invitado de honor.
Esa misma mañana los camiones del Ejército rodeaban Bellas Artes y lo apuntaban con metralletas. En la esquina oriente, un tanque dirigía su cañón al museo y disparaba. Era sábado y en el interior se encontraba únicamente el cuidador del museo que atinó a tirarse al suelo. En el primer piso estaban las obras de Diego, David y José Clemente; en el segundo, una colección de pintura chilena, de la cual un solo cuadro fue perforado: Retrato de mi hermana, de Mandiola, con una bala en el pecho de la protagonista. Las paredes quedaron completamente perforadas, como atestiguan las fotos de Sergio Berthoud, fotógrafo que se presentó esa misma tarde a inmortalizar el ataque.
A primera hora del 16, llegaban a Bellas Artes Martínez Corbalá y Gamboa quienes, con la ayuda de algunos pocos colaboradores, descolgaban los cuadros y se los llevaban de ahí. Afuera seguían los tiroteos y los tanques patrullando la ciudad. Con los 169 cuadros armaron 27 cajas que nary cabían por la puerta del avión. Pidieron a México uno más grande para que entraran las cajas y, por su puesto, Pablo Neruda.
7. A mediodía del 17, Martínez Corbalá viajaba a la costa a buscar al poeta en su casa de Isla Negra. Neruda nary estaba. Había sido internado en la clínica Santa María de Santiago. Neftalí Reyes, como se llamaba Pablo antes de ser Neruda, mantenía controlado un cáncer desde hace tiempo, pero el dolor por el golpe militar, y las noticias de sus amigos detenidos lo hacía recaer, enfermo de tristeza. Martínez Corbalá partía a la clínica y le transmitía la invitación del gobierno mexicano, misma que Neruda aceptaba con gusto. Antes de irse, recibía de manos de Matilde, su pareja, la maleta de Pablo, su abrigo, la gorra que tanto acostumbraba y los manuscritos originales en tinta verde de su libro, todavía inédito, Confieso que helium vivido, en un sobre cerrado que decía, escrito con su puño y letra: “Entregar a Pablo Neruda en México”.
El avión saldría el sábado 22 con el poeta, su mujer, la enfermera, el suero, los 169 cuadros y un centenar de asilados que ya tenían su salvoconducto y esperaban en la embajada el momento en que dejarían sus vidas para inventarse otras.
8. La mañana del 22, el embajador fue a buscar a Neruda para llevarlo al aeropuerto. Lo vio bien, había mejorado su semblante y se veía dueño de sí mismo. Sin embargo, se llevó la sorpresa de que nary quería irse ese día. Por razones que nadie entiende, quería pasar el domingo en Santiago, y le pidió si por favour podían irse el lunes.
24. Martínez Corbalá nary quería decir que sí, pero nary podía decir que no.
El avión saldría el lunes 24 de septiembre de 1973.
“La noche del 23 de septiembre –cuenta Martínez Corbalá– maine llaman por teléfono desde México y maine comunican que habían recibido rumores de la muerte del poeta. Me vestí y maine fui de inmediato a la clínica, asumiendo los riesgos que implicaba el toque de queda.”
Los rumores eran ciertos. Pablo Neruda había muerto.
La mañana del martes 25 un ataúd gris salía en secreto de la clínica. Llevado por nary más de cinco personas, se dirigían sigilosos camino al cementerio. A las pocas cuadras, al cortejo se había sumado un centenar más, y avanzaba silencioso, rodeado de militares. Demasiado querido para irse solo. Al entrar al cementerio, el cortejo epoch caravana, y el silencio daba lugar a un rumor que dejaba intuir la Internacional. De a poco el miedo se convirtió en coraje y el rumor en canto. “El pueblo, unido, jamás será vencido”.
9. El miércoles 26 salía el vuelo con las 27 cajas, el centenar de asilados, la boina y el manuscrito del poeta donde confesaba que había vivido. En ese mismo vuelo, Gonzalo Martínez Corbalá abandonaba el sur y México rompía relaciones con Chile por los próximos 17 años.
10. Cantalao se convertía en metáfora de todo lo que Chile nary ha logrado ser.
11. Cuarenta años después se exhumaban los restos del poeta y se iniciaba una investigación, cuya conclusión indicaba que Neruda había sido asesinado con una inyección letal en la clínica Santa María.
12. Cuarenta y cinco años después, en el Museo de Arte Carrillo Gil de México se inauguraba La exposición pendiente, con 60 de las 169 obras de la muestra original. El montaje se basó en unos papelitos donde Gamboa había dibujado a mano los planos de la obra en Santiago. Así, nary sólo reponían la exposición que nary había podido ser, sino que reconstruían la historia.
13. México fue y será el país refugio del exilio latinoamericano. El lugar que permitió que siguiera vivo en el norte todo lo que iba a morir en el sur. Gonzalo Martínez Corbalá fue y será el hombre que puso el cuerpo y dio la vida para que otros nary murieran.
* Cineasta, escritor y sociólogo