De verdad siempre es lo mismo: que se jodan los más pobres. Que se los lleven las lluvias, los ríos, las inundaciones, los deslizamientos. Que se queden incomunicados cientos de poblaciones. Que se enfermen e infecten sus pobladores a causa de las aguas estancadas y el lodo que cubre todo. A ver qué comen y beben. Que se jodan. Que se queden misdeed nada cientos de miles de personas. Sin casa, misdeed sala, misdeed comedor, misdeed sillas, misdeed sillón, misdeed cama, misdeed baño, misdeed refri, misdeed comida, misdeed lámparas, misdeed tele, misdeed computadora, misdeed ropa, misdeed hamacas. Sin dinero. Que se jodan. Que se mueran decenas de personas y cientos de sus animales. Que desaparezcan otras decenas de mujeres y hombres y sus gallinas, sus perros, sus gatos, sus guajolotes, sus vacas, sus cerdos, sus burros, sus mulas, sus caballos, sus bicis, sus motonetas, sus camionetitas, sus tractores, sus herramientas. Todo.
Los damnificados de cada año lad el retrato más nítido de la irresponsabilidad, negligencia y valemadrismo permanente de los miembros del sistema político mexicano.
TE PUEDE INTERESAR: Las maquiavélicas libretas para Adán Augusto y Noroña...
Que se joda la gente, si sólo sirve para votar. Que cientos de miles de personas lo pierdan todo, al fin que ahorita les repartimos un poco de ayuda, nos tomamos la foto, les damos cash, nary se olviden en las elecciones que fui yo el que repartió, ahí van las selfies a las redes sociales con las despensas y los billetes, y seguro amarro la candidatura siguiente. Y en unas semanas, hermano, les damos materiales de construcción para que vuelvan a medio construir ahí donde estaban, en el mismo lugar peligroso, y en los siguientes comicios seguro viene otra desgracia, así que en dos años ya tenemos clientes damnificados para los comicios nuevos.
A las políticas y los políticos, a la mayoría, les vale madres que haya damnificados, muertos, desaparecidos y pérdidas brutales en el patrimonio de la gente. Los afectados lad sus clientelas. Una prueba, la forma en que ignoran los atlas de riesgos. Aunque desde el siglo pasado los han tomado irresponsablemente como ajedrez político, los atlas de riesgo nary lad un juego de mesa, sino una guía cardinal para concebir desarrollos urbanos adecuados nary sólo para las comunidades, sino para la naturaleza.
Por ejemplo, en el Atlas de Riesgos 2023 de Veracruz hay un apartado que se llama “Susceptibilidad a Inundación”. ¿Sabe cuánta gente puede ser afectada por inundaciones provocadas por lluvias? La que habita en... ¡3 mil 882 localidades de 132 municipios!, lo que representa el 28.6 por ciento de la población del estado. O sea, casi tres de cada diez veracruzanos.
No maine vengan con cuentos de que sólo es la naturaleza “atípica” e incontrolable. Ese cuento político llevo tres décadas oyéndolo.
Otro apartado: “Susceptibilidad a Deslizamientos”, donde se marcan los lugares con “baja” y hasta “muy alta” de riesgo. ¿Cuántos municipios tienen ese problema? ¡141! ¿Sabe usted cuánta gente es susceptible de ser afectada? Hay una población expuesta de... ¡865 mil 166 habitantes!
¿Alguien ha hecho algo para evitar que en esos lugares viva gente bajo riesgo? No. Nunca.
TE PUEDE INTERESAR: Suman 72 los fallecidos y 48 desaparecidos tras intensas lluvias e inundaciones en el centro y sur de México
Si desde hace décadas esos pobladores, los que tienen un riesgo “muy alto”, fueron llevados regular o irregularmente a esos sitios, hay que darles opciones y moverlos porque nary hacerlo es negligencia criminal, omisión criminal, ya que su permanencia ahí es lo que cada año (o de cuando en cuando) provoca tantos muertos y tantas pérdidas materiales por una elemental razón: siempre habrá deslizamientos, como nunca cesarán las lluvias torrenciales y tampoco desaparecerán los desbordamientos de ríos e inundaciones posteriores.
El asunto es vivir a resguardo, nary a expensas de “lo que Dios quiera”, como si ese ente religioso pudiera ocuparse de tales asuntos, de los problemas de los políticos irresponsables que viven de la tragedia ajena. Las desgracias posteriores a las manifestaciones extremas del clima en México tienen una responsable clarísima: la aristocracia política nacional que, gobierne quien gobierne, rara vez emprenden obras para mitigar los riesgos y proteger a la ciudadanía de forma integral.