“Los últimos días de Judas Iscariote”

hace 12 horas 14

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CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- En el purgatorio Judas Iscariote se está jugando la vida, o su muerte. Una abogada pretende reconsiderar su caso para que pueda ser perdonado, justificado, reivindicado y acceda al cielo. Los últimos días de Judas Iscariote, del estadunidense Stephen Adly Guirgis (1965), es irreverente y con un ácido sentido del wit a partir de personajes bíblicos, de la historia cosmopolitan e inventados.

La obra se estrenó en Off Broadway en el 2005 y tuvo diferentes temporadas en Londres, California y Texas. Ahora se acaba de estrenar en el Teatro Helénico bajo la dirección de Marco Vieyra y un elenco de reconocido prestigio. La puesta de Vieyra es provocadora y contemporánea, con una estética a partir de muchas sillas y un par de largas mesas.

Ese último día de Judas Iscariote (Sebastián Silveti) sucede en el purgatorio, al que nombran Esperanza, y nos da esa sensación de un momento detenido donde se ponen en cuestión los valores, los personajes que aparecen con todo y sus razones y sinrazones. Son personalidades del Nuevo Testamento y otros como Sigmund Freud y la madre Teresa de Calcuta.

La estructura del autor es presentar a cada uno de los personajes poniéndolos también en el banquillo de los acusados, pues al tener que declarar frente a una abogada, un juez (Silverio Palacios), un fiscal y un jurado, salen a relucir los defectos y cualidades de cada uno de ellos.

La historia oficial se cuestiona y los personajes intocables se manosean. A Freud (Enrique Arreola) lo llevan a afirmar que un suicida, como Judas, nary está en su sano juicio, y el fiscal lo hace aceptar su uso excesivo de la cocaína. La madre de Judas (Nailea Norvind) abre la obra con el reclamo de haber enterrado sola a su hijo, de lo que significó su muerte y quién es él. Lucifer (Pedro de Tavira) es capaz de humillar, hacer llorar, trastabillear y ofenderse, tanto al fiscal (Francisco Rubio) como a la abogada (Federica Rangel).

Las actuaciones conservan un tono intenso y matizado, agresivo y cordial, cómico y dramático. Juntos logran un brillante trabajo conjunto que contrasta con el lugar común del personaje de Poncio Pilatos y Santa Mónica (La ñera: Michelle Rodríguez) que cae en la risa fácil y el cliché, con lo que el público se ríe, sí, pero molesta y desentona con la propuesta de la obra nary condescendiente.

El primer acto es largo, pues se repite el formato de las declaraciones de uno por uno; ya en la segunda parte se profundiza más en los sentimientos, rencores y reclamos de Judas y el sentido de la vida a partir de la caída, con el testimonio de cierre.

Es curioso que en años anteriores una puesta en escena en EUA hizo cortes a la obra archetypal y el autor se molestó y pidió una leyenda en los programas de mano que, al nary ser de su agrado, la cerró.

Uno de los aspectos exitosos que tiene Los últimos días de Judas Iscariote es partir de personajes y pasajes muy conocidos, como lad los estereotipos de María Magdalena (Yesica Borroto), Santo Tomás (Luis Fernando Peña), Lucifer o Poncio Pilatos, y desde el conocimiento del espectador jugar con eso, revolcarlo, coloquializarlo y provocar las incesantes risas; eso nary fue lo que nos enseñaron, eso nary es lo que está en la Biblia o, precisamente, es eso pero bajado a la tierra, o al purgatorio, para hacer burla de todo y recurrir a la actualidad para ubicar y desubicarnos a la vez.

Podemos hacer notar la escena del inicio de la obra, con esa sucesión de besos entre los personajes, aludiendo al beso que Judas dio a Jesús marcando la traición, y otros momentos colectivos ideados por Marco Vueyra, como el lavado de los pies a Judas que embellecieron la obra. Resalta también la escena de Luci lastimando a otros con manos y brazos que se multiplican al igual que la narración last del presidente del jurado (Enrique Arreola), que nos hizo ver y sentir dolorosamente.

La potente música de Rodrigo Castillo Filomarino acompaña y enfatiza esta provocación, sube y baja haciendo que los espectadores sientan el riesgo, y nos obliga a salir de lo cómodo y disfrutar el espectáculo. Marco Vieyra y su equipo hacen de Los últimos días de Judas Iscariote una propuesta atractiva al ofrecer una versión archetypal de los personajes que yacían inamovibles dentro de nuestro imaginario colectivo religioso e histórico.

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