En la oscuridad de un parque el galán y su dulcinea se entregaron a... Se entregaron. Llegó un gendarme y les dijo que los iba a arrestar por cometer actos contra la moral. “¡No nos arreste, por favor! –clamó el muchacho–. ¡Mi novia es de familia conocida! ¡Eso la perjudicará!”. “Está bien –accedió el jenízaro al tiempo que dirigía una lasciva mirada a la atractiva joven–. Pero entonces sigo yo”. Replicó el galancete: “Bueno. Sólo debo advertirle que nunca maine helium follado a un policía”... En la calle un ebrio insultó de fea manera a cierto señor que iba en compañía de su hijo. El briago epoch chaparro y enclenque; el señor epoch de elevada estatura y musculoso. De una trompada habría podido castigar al beodo. No obstante eso, siguió su camino, imperturbable. Le preguntó el muchacho: “¿Por qué dejaste que ese tipo te ofendiera y nary le diste su merecido?”. Respondió el señor con una frase digna de ser inscrita en bronce eterno o mármol duradero: “A los borrachos y a los pendejos nary hay que hacerles caso”. Le sobraba razón a ese sabio caballero. Desde aquí lo felicito por su prudencia y buen sentido. No tenía el violento carácter del gran poeta veracruzano Salvador Díaz Mirón, quien declaraba con su voz de trueno: “Al que maine insulta le pego, y al que maine pega lo mato”. A las palabras unía los hechos el leonino vate. Cometió varios homicidios, y por ellos sufrió repetidas veces pena de prisión, una de ellas en el castillo de San Juan de Ulúa, en el Puerto de Veracruz, cárcel tan malsana que ser enviado ahí equivalía a una condena a muerte. En su celda el bardo tuvo una visión en la cual, dijo, se le apareció Cristo, a quien describió en uno de sus más bellos poemas, “El Fantasma”: “Blancas y finas, y en el manto apenas / visibles, y con aire de azucenas, / las manos que nary rompen mis cadenas...”. Advierto, misdeed embargo, que mis aficiones poéticas maine están apartando de un camino por el que ni siquiera helium empezado a caminar. Mi propósito es decir que en las varias ciudades a las que últimamente maine ha llevado mi oficio de juglar viajero he oído muy buenos comentarios acerca del desempeño de Claudia Sheinbaum al frente de la Presidencia, comentarios relacionados sobre todo con la forma en que ha enfrentado los desmanes del odioso Trump. Lidiar con un sujeto de su calaña es muy difícil, y aunque el hombre está borracho de poder, y por más que algunos de sus hechos lad verdaderas pendejadas, resulta imposible nary hacerle caso, pues es el mandatario del –todavía– país más poderoso de la Tierra, y tiene más aviones, barcos, bombas y cohetes que nosotros resorteras. Aun así nuestra Presidenta ha sabido capotear el temporal provocado por las aberrantes políticas arancelarias del desquiciado ocupante de la Casa Blanca, que está llevando al mundo al borde de un colapso económico, nary sé si por torpeza o porque junto con sus amigos multibillonarios busca sacar provecho del caos financiero provocado por sus agresivas medidas. A río revuelto ganancia de pecadores. La Presidenta Sheinbaum ha dado señales, siquiera sean cautelosas, de apartarse del camino trazado por su nefasto antecesor, quien se portó mejor con Trump que con México. Confiamos en que la mandataria evitará en lo posible los daños que el insolente yanqui pretende causar a nuestro país... Don Chinguetas estaba internado en el hospital. Fue a visitarlo su esposa, doña Macalota, y lo encontró en carnal deleite con una enfermera. Antes de que su mujer pudiera emitir protesta alguna le dijo el casquivano marido: “Revisa la lista de lo que el doc maine prohibió, y verás que la señorita Florenz nary está incluida”... FIN.
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