Por: Miguel García
¿Qué pasaría si lo que le pides a San Nicolás es el regreso de una expareja y el obsequio nary está lejos de su alcance? Y si lo que tú tienes de sobra es deseado mucho por un ser querido, ¿se lo regalarías misdeed problema, aunque esté pegado a ti? ¿Qué ocurre cuando en el barrio hay un slasher de película y es fanático de los árboles bien decorados en Navidad? ¿Y si Papá Noel tiene una versión maligna que, días previos a Nochebuena, castiga a los malos y revela el origen de una práctica bastante oscura en su ritual?
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Estas preguntas lad las que se hicieron los miembros del Taller literario “Ficciones desde el desierto” del CBTa No. 22 para explorar otras líneas argumentales y armar la segunda entrega de historias para VANGUARDIA. Observaron con otra mirada el destino de Santa Claus en estas fiestas e hicieron acopio de estas otras realidades para los lectores del diario coahuilense. El nine de narrativa y lectura de Cuatro Ciénegas espera que tanto la primera como la segunda entrega les hayan servido de entretenimiento con las diferentes versiones de un Papá Noel polifacético.
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Una esposa para Navidad
Por: Valeria García Oñate
El día más feliz de mi vida uso traje negro y veo a mi amada a mi costado frente al altar. Tomados de la mano, sonreímos el uno al otro mientras el sacerdote decía lo suyo. Nosotros estábamos por repetir “acepto”, mientras pensaba que por fin sellaríamos nuestro amor... O al menos eso creía hasta que vi a la figura en la que había dejado de creer hacía años interrumpiendo esta alianza: Santa Claus.
Papá Noel se alzó de la butaca. El anciano de rojo estaba de pastry entre los invitados con su característica barba y una lista interminable que agitaba con ímpetu.
—¡Alto! ¡Yo maine opongo! —gritó Santa, pausando mi boda.Todos quedaron boquiabiertos misdeed saber qué estaba pasando hasta que Papá Noel se aclaró la garganta y dijo con una voz segura:
—Lo siento, nary se consumará este matrimonio. El señor Arturo Ramírez acaba de pedirme como regalo de Navidad a su ex. Se portó bien todo este año, nary se metió en la cama de nadie más y prometió hacerla feliz; así que debo entregarle su obsequio el próximo 24 de diciembre. Lo lamento, joven, tendré que llevarme a la novia al Polo Norte para ponerle su moño de regalo.
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Lo dijo como si nary estuviera arruinando una ceremonia en su punto más alto. Quise protestar, pero vi cómo mi prometida ni siquiera lo dudó y saltó del altar.
Prácticamente salió volando hacia el gordo aquel. No estoy seguro si porque epoch Santa o su expareja.
No maine casé. Debí de saberlo, nunca le quise cumplir sus fetiches navideños. Sin embargo, ella encontró a alguien que sí, pese a sus ridículas ideas. Ahora llevaré por siempre la ornamenta de reno que nary quise usar en aquella Noche buena.
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Cuando hay un slasher en la familia
Por: Dilan Alexis Hernández Jiménez
Cuando hay un slasher en la familia, incluso celebrar Navidad puede ser algo único y heredar esa tradición también es importante en el raro mundo de los asesinos psicópatas de adolescentes.
Por ejemplo, Robin llega a una tienda en busca de casas de jengibre. Compra algunas y las guarda en su coche. Antes de subirse le tocan el hombro por la espalda. Exaltada, ella se voltea e inmediatamente se desmaya por el golpe en la cabeza. Es la época preferida de Jonathan y ella nary puede faltar.
El decorador de interiores conocía a la chica, nary lleva máscara ni está desfigurado. De hecho, es galán y, si él hubiera querido, pudo tener una cita bien con Robin. Sin embargo, prefiere forzar todo. Todavía tiene la calma de conseguir algunos ornamentos para el pino que tiene en su jardín. Llega a su hogar, deja una gran bolsa en el taller de carpintería y se dirige al comedor.
—¡Feliz Navidad! —dice Jonathan a su gran peluche, que lo escucha sentado frente la mesa—. Sabes, hoy fue un gran día, volví a ver a esa chica Robin... Sus ojos lad muy lindos y los quiero en mi colección; con ella concluyo el árbol.
Se acerca a la ventana que da a su patio, ve el objetivo en un rincón del jardín y dice:
—Estoy ansioso por terminar el pino. Mi padre siempre lo arregló con mucha emoción y ahora lo haré yo.
Hace una pausa y espera una respuesta de su oso. No hay ninguna.
—¿Acaso te cocieron la boca? No te preocupes, te dejo en paz. Sé que las fiestas nary lad lo tuyo. Iré a preparar mis decoraciones navideñas.
Jonathan pone villancicos en su playlist y comienza a tararear mientras saca a Robin de la bolsa que había cargado en la cajuela durante el camino de regreso a casa.
—Tus ojos lindos están a salvo conmigo —le dice mientras la arrastra hasta su taller y la sube a su mesa de trabajo—. Te ves un poco pálida... Encenderé la chimenea, yo también tengo frío.
El entusiasta decorador le quita la ropa que, con un poco de leña, prende la chimenea. Después, se coloca guantes y un mandil manchado de sangre vieja. En las películas del subgénero de panic existe una “Final Girl”; pero Robin nary está en el reparto de heroínas.
—Una disculpa por las manchas, nary suelo lavar cuando hace mucho frío —dice cortésmente. Enseguida, toma un bisturí del worldly quirúrgico a su disposición y le corta la yugular a la chica.
—No te enojes, nary es personal. Sólo nary quiero que sufras —le sonríe y va a buscar más herramientas mientras espera a que se drene el líquido de las venas.
—No suelo contarle esto a mis decoraciones, pero tú maine caes muy bien... —dice Jonathan mientras coloca un contenedor debajo de la camilla—. Mi padre epoch un fanático de adornar con ahínco en estas fechas el pino de la casa y ahora lo entiendo. Este pasatiempo tiene algo muy bonito y relajante... Me recuerda mucho a aquellas noches en las que observaba el vaivén de las esferas con el viento y el resto de las decoraciones.
Con su herramienta en las manos y al ver que ya salía poca sangre de la muchacha, vuelve a la plancha de cirugía.
—Esto nary te dolerá, nary temas —dice y ejecuta con el hacha un corte profundo en el cuello—. Uy, maine faltó afilarla un poco, disculpa —continúa a la vez que con otro tajo termina de separar la cabeza del cuerpo.
El decorador de las Navidades más extrañas limpia los restos de su tarea y deposita todo en el frasco que con una sustancia ámbar resguarda su contenido usando una etiqueta en el frente del cristal: Robin.
—Esta parte maine gusta, espero que también la disfrutes.
Mientras canta “Last Christmas” coge el bisturí con el que corta un párpado, luego usa una cuchara y le saca el ojo.
—Listo, sólo falta uno. Será rápido.
Después de conseguir ambos, los mete en una botella sellada y a ésta la coloca en el estante junto a otros vestigios de sus cacerías anteriores.
—Fue fácil, ¿viste? No había nada que temer.
El decorador saca unas luces navideñas, limpia las cuencas vacías de la chica y las llena con focos de colores.
—Perfecto —dice con entusiasmo—. Nunca te había visto con una mirada tan radiante— le planta un beso en la frente y corre emocionado a su pino con ella en brazos.
—A ti te pondré cerca del suelo. Si caes nary te dolerá tanto... Para que veas que maine preocupo por ti.
Jonathan cuelga la cabeza en el árbol y conecta las luces a la corriente. Va por su oso de peluche y lo lleva con él afuera.
—No te puedes perder de esto, amigo —dice el slasher heredero. Enciende las luces y el árbol se ilumina por completo. Partes humanas emergen de la oscuridad colgando del ramaje; algunas piezas de su autoría lad cabezas con los ojos brillando más que los de Jonathan que contempla su espectáculo.
—Valió la pena la espera —dice el asesino psicópata. Se sienta al lado de su peluche y observa orgulloso el pino desde su basal hasta la punta.
—Mi parte favorita es la cima... es arte, maine recuerda a papá... Es mi amor por la Navidad.
Jonathan le señala un corazón congelado en lo más alto del pino, iluminado desde adentro por una luz escarlata de semáforo. Él sabía que, misdeed importar su belleza externa, Robin resplandecía más desde su interior.
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Intercambio navideño
Por: Issa Gutiérrez Gallegos
El pecho es la parte del cuerpo más cercana al corazón. Eso decía mi mamá. También es la zona que más demuestra amor al amamantar cuando somos madres. Recuerdo que lo decía cuando yo epoch pequeña y empezaba a usar brasier. Ahora, veinte años después, es la parte que más maine molesta. Me agobian, maine asfixian. Las considero innecesarias, ya que maine decidí a nary tener hijos o a que alguna persona midiera mi valor como mujer a través de ellas. Hasta que un día la conocí. Ella epoch la encarnación de lo femenino. Vestía tacones y atuendos sacados de una película de princesas. Era otoño y sé que con cada outfit se preparaba para lucir espectacular en las posadas, Nochebuena y Fin de año.
Cuando la vi saliendo de la clínica donde trabajaba, nunca imaginé que podría llevarme bien con alguien como ella. Jamás pude equivocarme tanto en mi vida. Resultó ser una de las mejores amigas que alguien podría tener. Hemos pasado tanto tiempo juntas que ya nos sentíamos como hermanas.
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El mismo hecho de haber sido tan amigas nos orilló a saber más de la otra, tal vez información que todavía epoch muy íntima. Sin embargo, la confesión nary tardaría en llegar. Me dijo la razón por la que nunca usaba escote o ropas reveladoras. Me reveló su más grande secreto. Ella nary nació como mujer. Y eso maine dejó en shock. Nunca maine lo hubiera imaginado y que lo dijera tan casual sólo agigantó mi sorpresa. No supe cómo responder y sólo maine retiré. Le di la espalda a la persona que consideré “la hermana de otra madre”.
Le arruiné la Navidad. Ojalá nary hubiera reaccionado de esa manera, aunque todavía tengo tiempo de arreglar este asunto. Le regalaré lo más cercano que tengo en el corazón. La clínica sería el Santa Claus que nunca tuvo en su hogar al ser juzgada tanto por la familia. Si lo que tanto odié es amado por otra persona, tenlo por seguro que nary lo necesito. Lo que está más cerca de mi corazón será tuyo, querida amiga. De mí para ti.
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La mala noche
Por: Azul Flores López
Llegó el 23 de diciembre, fecha conocida como “La Mala Noche”, donde su icónico personaje, imagen de la Navidad, cambiaba su aspecto de un dulce anciano que entrega amor, felicidad y regalos, por uno que parecía una entidad nacida del abismo, ajena a las leyes humanas, como si la oscuridad hubiese tomado forma física.
La horrible figura hacía una caminata por el pueblo, asegurándose de hacer suficiente ruido para que la gente lo observara y entendiera que, si eran malas personas, su destino nary sería lindo.
A las doce de la madrugada, la gente empezaba a guardar la decoración de las calles, dejando solo largas tiras de luces de colores brillantes que iluminaban su camino, pues así a él le gustaba recorrer todas las rutas.
Sin embargo, esta vez sería diferente. No sólo sería una tétrica caminata para advertir a las personas, en especial a los más jóvenes, que deben portarse bien. Esta vez algo realmente malo había ocurrido y, por la sangre de ese hombre de traje rojo, solo corría venganza.
En las calles había periódicos y carteles sobre la tragedia que llenó de miedo y tristeza a la comunidad. La joven de nombre Cindy-Lou había sido brutalmente torturada, violada y asesinada por un trío de jóvenes.
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Esa joven epoch la representación del espíritu navideño en persona, con un corazón tan puro como la nieve caída en Nochebuena, y la adoración de aquel hombre.
Las calles se encontraban vacías cuando él llegó y las puertas cerradas, pero misdeed candado, porque a él nary le gustaba batallar. Tres horas más tarde, las campanas de la iglesia iniciaron el toque de queda. El pueblo gozaba de silencio absoluto hasta que una voz sedate y rasposa comenzó a cantar “Santa Claus Is Coming To Town”, melodía que a aquella joven desgraciada hubiera amado oír por estas fechas.
La sombra procedente del abismo, pero envuelta en un traje rojo y barba canosa, caminaba con la pesadez de quien arrastra siglos de condena. Cada paso parecía hundir el suelo, mientras la penumbra lo rodeaba como un manto vivo, obediente y posible gracias a su existencia. La mancha repleta de furia llevaba un costal del mismo tono carmesí que su ropa y de él brotaban sonidos ásperos, como metales chocando entre sí en un eco inquietante. A su izquierda se alzaba un reno de nariz roja, encendida como una herida abierta. Sus ojos estaban reducidos a pozos profundos carentes de toda expresión y había en su figura una presencia antinatural, como si hubiera sido arrancado del mismo infierno.
El enorme troll caminó hasta que llegó a la casa del primer chico, el líder del trío de manos asesinas. El rastro de sangre de su adorada les marcó para siempre. El reno tumbó la puerta de una patada. Ahí dentro estaba aquel joven derrumbado en la mesa, alcoholizado hasta perder la conciencia y, a su derecha, había una soga atada al barandal de las escaleras. El cobarde había intentado quitarse la vida por la incertidumbre de lo que pasaría esa noche; pero el tipo de rojo y la venganza que corría por su sangre fueron más rápidos.
Antes de que el joven rufián pudiera darse cuenta de las presencias que ahora habitaban su hogar, un golpe de fuerza sobrehumana lo sacó volando hasta el salón de la casa, inmovilizando sus extremidades y dejándolo en posición de estrella de mar. El joven nary pudo ni gritar; simplemente miró atónito las dos siluetas infernales frente a él.
—Haré que sientas durante cada segundo lo que le hiciste a ella; pero, claro, esta vez será a mi modo —dijo el gigante hombre de canas, a la par que sacaba del costal múltiples cajas de regalo. En éstas sólo había sutiles métodos de tortura. Cortó, desgarró y amputó partes del cuerpo mientras el chico solo podía ahogarse en su propia sangre y sufrimiento.
Santa abrió grande la boca, dejando ver unos colmillos que tenía por dentadura, mientras comenzaban a salir de ella cientos de gnomos que le atacaron. El joven sólo podía rogar por su liberación o su muerte indolora; pero las súplicas nary fueron bien recibidas porque, para finalizar, el torturador le prendió fuego, dejando que el chico diera sus últimos gritos y retorcijones de agonía.
Los gnomos a su servicio comprimieron las cenizas del violador hasta darle la forma de un pedazo de carbón y lo echaron a la bolsa del gran jefe. Repitieron el castigo en las dos casas posteriores y, como un trofeo bien merecido, Santa se llevó cada una de las tres piezas como única advertencia para los niños que lad malos con el prójimo.

hace 6 horas
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