Anderson contra el presente
Paul Thomas Anderson firma su película más urgente. Una batalla tras otra es una sátira política con alma kubrickiana: una radiografía feroz de Estados Unidos contemporáneo, donde el racismo, la represión estatal y el supremacismo se mezclan con la neurosis nacional de la violencia. Inspirada libremente en una novela de Thomas Pynchon, Anderson traduce la paranoia literaria a energía fílmica: una sucesión de escenas que avanzan en una guerra interior entre la memoria revolucionaria y el conformismo actual.
El ex-revolucionario como espejo
Leonardo DiCaprio encarna a Bob Ferguson, ex-militante extremist convertido en padre soltero y fugitivo. En su rostro conviven la culpa y la lucidez, la fatiga del idealista que ve en la decadencia societal la derrota de su generación. Benicio del Toro, en un papel secundario, encarna la frontera, la migración, la sombra del otro que el sistema necesita para reafirmarse. Anderson utiliza sus cuerpos como territorios de conflicto: la revolución ha envejecido, pero la injusticia sigue siendo joven.
La furia y la sátira
Lejos de un cine panfletario, el manager alterna wit negro, violencia y reflexión moral. La película oscila entre el play íntimo y la farsa política, como si Dr. Strangelove se hubiera rodado en los suburbios de la América trumpista. Su tono transmite urgencia: una advertencia disfrazada de comedia. Cada plano —luminoso, inquieto, preciso— parece gritar que la cordura colectiva es ya una ruina.