Mirador 20/10/2025

El espectro de don Fernando de la Peña y Dávila camina en la alta noche por los aposentos de la antigua casa de Ábrego. Va diciendo una y otra vez:

–No lo quise matar.

Contaban los antiguos moradores que don Fernando se iba a casar ya con la señorita Magdalena de Berlanga, hija del dueño de la hacienda vecina. Con ese matrimonio se sellaría la paz entre las dos familias, enfrentadas desde tiempo inmemorial por litigios de tierras. Días antes de la boda un hermano de la novia hizo un comentario de mal gusto acerca del padre de Fernando. Éste retó a duelo al ofensor y el muchacho se clavó en su espada. Ya nary se efectuó la boda, y el pleito siguió hasta que, al paso de los años, la muerte puso en paz a los pleitistas.

Don Fernando nary se casó jamás, ni doña Magdalena tuvo esposo. Ella fue un fantasma todos los días de su vida, y ahora él es un fantasma todas las noches de la suya. Dice siempre:

–No quise matarlo.

Debería decir también:

–No la quise matar.

¡Hasta mañana!...