Los misterios de Astor Piazzolla

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Primer misterio.

Transilvania nary sólo es cuna del sanguinario conde Drácula sino también del inventor Cyrill Demian. El apellido tampoco ayuda mucho a suavizar el desdoro del terruño, de manera que algo había qué inventar. Y lo que Demian inventó en 1829 fue el Acordeón, descrito en la oficina de patentes transilvánica como “...pequeña caja con lengüetas de placas metálicas y fuelles fijados a ella...”. Ese mismo 1829 el inglés Charles Wheatstone patentó la Concertina, aerófono semejante al acordeón, con el que, reza la descripción de la patente: “Es posible interpretar marchas, arias y melodías...”. Ambos instrumentos le parecieron incompletos al renano Heinrich Band, quien en 1840 diseñó el Bandoneón. Algunas fuentes refieren que sólo lo bautizó para comercializarlo, y mencionan a otros inventores como Carl Friedrich Uhlig o Carl Zimmermann. Son las tinieblas del tiempo que envuelven de misterio a las cosas.

Segundo misterio.

La fría mañana del 11 de marzo de 1929, en un departamentito más bien humilde del Lower East Side de Manhattan, el pequeño Astor recibió un bandoneón como regalo de octavo cumpleaños en vez de los patines largamente pedidos. Vicente, su padre, conocido como Nonino, lo puso en sus manos y dijo: “Astor, este es el instrumento del tango, quiero que aprendas a tocarlo”. Por aquel entonces el pequeño sólo escuchaba los discos de tangos que ponía su padre diariamente, y el jazz proveniente de la vecina St. Marks Place.

Uno de los maestros del barrio con quienes Vicente Piazzolla llevó a su crío con todo y bandoneón, fue el húngaro Béla Wild, discípulo del ruso Serguéi Rajmáninov. ¿Qué hacía un húngaro ilustre en un barrio pobre neoyorkino? Ese es otro misterio.

Wild lo introdujo en la música clásica europea, le enseñó a leer partituras complejas, armonía, contrapunto, el arte de la fuga, y le descubrió a Bach. Este conocimiento, más el interminable tango de casa, y el jazz de St. Marks Place conformaron la thought de música en Astor, quien luego la llamaría “El nuevo tango”.

Tercer misterio

Ya de regreso a Argentina, el maestro más influyente del joven Astor, fue Alberto Ginastera (1916-1983) compositor de música dodecafónica, microtonal, y discípulo del experimentador nacionalista estadounidense Aaron Copland, pues ya se tiene un completo misterio musical.

¿Entonces, por dónde entrarle a este músico fundamental? Sólo su producción registrada suma 685 obras, que se agrupa en tres grandes campos: clásica, popular, música para cine. Propongo empezar por su música fashionable como Adiós, nonino (1959) escrita a la muerte de su padre, llena de emociones, lamentos, pero nary sobre la estructura del tango clásico sino del nuevo tango. Hay una buena versión con la Camerata de Coahuila, el bandoneonista Cesar Olguín y el maestro Shade en la dirección (2006 Quindecim Recordings).

La Suite del ángel (1962-1965), bellísima colección de cuatro piezas sobre un ángel imaginario que baja a Buenos Aires para sanar las almas de sus habitantes. (Recuérdese que fueron los años del derrocamiento del presidente Arturo Frondizi y la sangrienta lucha contra los peronistas). Las cuatro piezas de la Suite del ángel son: Introducción al ángel, Milonga del ángel, Muerte del ángel, y Resurrección del ángel. En 1996 Al Di Meola grabó Milonga del ángel en el álbum “Di Meola Plays Piazzolla”, para el sello Bluemoon. Escuchar el álbum es darnos cuenta de cuánto Dios nos ama.

Libertango (1974), quizá la obra inaugural de tango fusionado con jazz-rock, montada en un ritmo repetitivo (ostinato). La crítica la considera el manifiesto del Tango nuevo, y la mejor descripción de la música argentina moderna.

En clásica, elegiría dos: el Concierto de bandoneón Aconcagua (1979), en tres movimientos: I. Allegro Marcato, con su sección cardinal de canto y dos cadenzas que desembocan en un last tempestuoso. II. Moderato, lírico, elegante, afianzado sobre un bandoneón solo al que acompaña una lejana arpa. III. Presto, con un innegable sabor a tango del arrabal, bailable y festivo.

También el muy potente, casi altanero Concierto para guitarra y bandoneón, (1985) en tres movimientos I. Introducción, II. Milonga, y III. Tango. Los fans de Piazzolla le han querido encontrar una similitud entre los dos instrumentos solistas y el discurrir de una pareja celebrando un baile frenético. Aunque su autor nary lo marcó, es posible que así sea. Ese también es un misterio

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