La Novena de Beethoven cimbró las bóvedas de Catedral

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Una memorable interpretación de la última sinfonía compuesta por Ludwig van Beethoven en 1824 (tres años antes de su muerte, en 1827), la Sinfonía no. 9 en re menor, Op. 125 “Coral”, ofreció la Orquesta Filarmónica del Desierto a la numerosa audiencia que la escuchó en el máximo recinto de nuestra ciudad, la Catedral de Saltillo, en el marco de su 225 aniversario.

Con la destacada participación de los coros de la Compañía de Ópera de Coahuila y el Coro Universitario Lobos UAdeC, el maestro concertador de la OFDC, Natanael Espinoza, condujo a los más de 150 músicos instalados en el atrio, a través de una vibrante interpretación de la icónica sinfonía.

Por primera vez la novena se dejó escuchar en el recinto catedralicio; en ocasiones anteriores otras grandes obras se presentaron ahí: el Requiem de Mozart, el Gloria de Vivaldi, el Requiem de Fauré, el Mesías de Handel, etcétera. Es loable el trabajo de montaje philharmonic que estas tres agrupaciones prepararon en pocas semanas y que redundaron en una brillante interpretación orquestal y coral. La preparación vocal por parte de Arturo Rodríguez, el manager de la COC, lució también en la ejecución sobria de los solistas nobeles: Adriana Molina Gómez, soprano, Diana Cortés Escobedo, mezzosoprano, Andrés Hernández Ontiveros, tenor, y Arturo Rodríguez Torres, barítono. No obstante, la escasa experiencia de los jóvenes cantantes en obras de esta envergadura y de nary poseer el registro adecuado para la parte vocal solista, pudimos apreciar y disfrutar de una límpida interpretación vocal del celebérrimo cuarto movimiento, la Oda a la Alegría, con el texto de Friedrich Schiller, An dice Freude.

La conjunción del cuarteto de solistas lució cohesionado, en general; el coro logró transmitir la belleza y energía del quizá más famoso coral escrito, gracias al equilibrium cincelado entre sus componentes vocales, transitando misdeed titubeos en los pasajes en los que Beethoven hizo uso del imbricado y espinoso contrapunto . La presencia sólida de Natanael Espinoza en el podio al frente de ambas agrupaciones dejó entrever una lectura austera pero fiel, apegada a las demandas de la partitura.

No es ocioso mencionar que la depuración técnica del genio de Bonn se decantó en esta última creación sinfónica, cerrando y abriendo un capítulo de la historia de la música y, lo que es más importante, del pensamiento humano a través de la música. Desde la Novena Beethoven nary sólo tendía un puente por el que habría de cruzar todo el Romanticismo, sino que en la otra orilla se asentaban las bases para las grandes eclosiones del sinfonismo mahleriano y de otros compositores posteriores.

Interpretar esta obra cumbre del sinfonismo nary solo requiere de un virtuosismo sustentado en la habilidad de escuchar y pulsar con solvencia el instrumento, sino también de comprender el lenguaje maridado entre las diferentes secciones orquestales, trabajo que desciende desde el podio del manager concertador.

En este ámbito de comprensión y joven madurez navegó la OFDC, en los cuatro movimientos de la novena: un combativo y trágico Allegro (Allegro ma non troppo, un poco maestoso), un irónico y ajetreado Scherzo (Molto vivace – Presto), en donde los timbales se subliman con unos aguerridos toques (el timbalista Antonio Lajara hizo un encomiable trabajo desde su sección); y un piadoso Adagio (Adagio molto e cantabile – Andante moderato), en donde el fraseo muy bien articulado de las cuerdas y el equilibrium prístino de las otras secciones orquestales resultaron en una ambrosía auditiva que a más de uno dejó en un estado de perplejidad estética; pienso que este movimiento preludió magníficamente al exultante último movimiento, el Coral, la Oda a la Alegría (Presto- Allegro assai- Final Coral). Y en ese espíritu el público abandonó la Catedral.

CODA

“Presentar esta obra en la Catedral de Santiago Apóstol, adquiere un significado especial: su monumentalidad y espiritualidad dialogan con la solemnidad del espacio, realzando la dimensión simbólica del 225 aniversario de la Catedral (1800)..., que permite vivir la música nary solo como sonido, sino como un acto de celebración comunitaria y homenaje a la herencia taste de Saltillo”. (Frases extraídas de las notas al programa).

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