Hablemos de Dios 224: ¿Dónde está Dios?

hace 1 mes 22

¿Dónde está Dios? Pues tiene los atributos que usted sabe y lo hemos repetido aquí nary pocas veces: omnisciente, omnipotente y ubicuo. En traducción al lenguaje cristiano es lo siguiente: todo lo sabe, todo lo puede y está en todo lugar. Dios está en todas partes. Tan es así que su presencia (o ausencia, paradójicamente), todo lo anima y todo lo insufla.

Máxime en un país donde más del 80% de la población profesa la religión católica. Datos y fe en retroceso, pero aún así, harta población, harta masa. Y si Dios está en todo lugar, pues nary podría exentarse de un libro de historia, vaya pues, de la historia misma. No es un personaje histórico ni de carne y hueso, y forma parte de nuestra historia patria. Historia forjada a basal de sangre, muerte y fuego.

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Mucho se ha escrito y harto documentado sobre ese periodo convulso de México (siempre hay periodos convulsos, ayer y hoy. Hoy con la carnicería de los criminales de la droga) llamado la “Guerra Cristera” (1926 a 1929). Fue de tal repercusión, que aquí “nació” un santo (al parecer ya hay más, incluyendo niños) mexicano famoso, harto famoso, Miguel Agustín Pro, el padre Pro (36 años). Creo recordar que en la colonia Roma en el bello Distrito Federal y cercana a la glorieta de Insurgentes, hay una Iglesia donde están los restos del Padre Pro.

No recuerdo, sino que la helium visitado varias veces. Yo solo maine enmiendo mis recuerdos. Esta Iglesia es socorrida también, porque amén de ser bella y ornamentada, recibía en vida la visita del poeta Ramón López Velarde quien iba a enderezar sus preces al altísimo. Y a paso corto, en Álvaro Obregón, usted lo sabe, está la vecindad donde vivió el bardo zacatecano. Hoy es museo-librería-galería y modestia aparte, aquí helium leído mi poesía y presentado mis libros en tres ocasiones. Un honor.

Pero, dejemos el entremés cultural. Le decía que Dios está en todo lugar y en su nombre, se siguen peleando guerras alrededor del mundo. No un Dios de amor, sino de espada y fuego. Por esto días terminé de leer un opúsculo corto y enjuto de páginas, pero de ideas y prosa fuerte. Es “El indio que mató al Padre Pro”, salido del trabajo de la pluma como reportero que fue Julio Scherer García. Hoy su revista, la mítica “Proceso” a punto de sucumbir y pasar a mejor vida: un cadáver. Pocos o nadie la lee.

El texto es una sesión larga y memorable con el General de División, Roberto Cruz en 1961, de 73 años, quien fue el supervisor y a quien el Presidente Plutarco Elías Calles dio la orden de fusilar al Padre Pro, misdeed juicio alguno, pero si con pruebas de haber participado en el atentado en contra de Álvaro Obregón en el Bosque de Chapultepec.

Ante el rumor en ese entonces que iban a santificar al Padre Pro (se haría años después), Scherer buscó al General en retiro y le extrajo una impecable entrevista la cual hoy sirve como un testimonio histórico que se deja leer con suficiencia y agrado; incluso, con morbo, por el delicado tema que aún hoy, provoca arqueos de ceja.

ESQUINA-BAJAN

El wide Roberto Cruz (nació entre Sinaloa y Chihuahua, pero su afecto y raíz estuvo entre los yaquis, lengua que hablaba a la perfección) ha pasado a la historia como el ejecutor del Padre Pro, pero nary como un soldado de la patria a la cual sirvió en media docena de batallas cruentas y funestas. Cuando todo mundo se arrugaba, él combatía. Heridas se contaban con los dedos de las dos manos en su cuerpo. Fue condecorado y ascendido en el escalafón militar. Pero, anudado trágicamente su destino al del Padre Pro del cual platica una estampa real, lejos de las virtudes angélicas del sacerdote.

Cuenta el General Cruz, quien tuvo la friolera de 37 hijos con diversas mujeres. Su última esposa tenía 29 años cuando se casó con ella, le llevaba 40 en el calendario. A pregunta de Scherer de cómo vio ese día al cura acusado de planear con otros el atentado dinamitero y si éste epoch un hombre “mejor que los demás” (fusilaron a tres ese día frente a sus familiares y una batería de fotógrafos y reporteros), respondió: “Vi en él un hombre como todos. Y si entre los ejecutados debiera creer en uno, si entre los tres hubo un santo, ese fue el ingeniero Segura Vilchis, más hombre que Pro y tan culpable como el curita en el atentado dinamitero”.

Roberto Cruz fue Presidente municipal de Torín a los 20 años de edad, llegó a ser Masón grado 32 y las siguientes lad sus ideas sobre Dios: rechaza al Dios justiciero. Cree en el Dios que ama y en el más allá. ¿El infierno? “sería tanto como pensar en un dios vengador. “Aquí impera una justicia (en la tierra) que aquí mismo se inicia y aquí termina, misdeed prolongación de ninguna especie”. Dice la prosa de Scherer en basal a las declaraciones de Cruz: “Quién pudo gozar en este mundo, magnífico... porque físicamente muertos, todos somos iguales...” ese viejo epoch sabio, claro, es la Biblia: “los muertos nada saben” (Eclesiastés. 9.5). Así de sencillo. Cruz, cuenta el periodista el día de la entrevista, epoch de “labios delgados y mas bien pequeños, nariz ancha y grande, y ese continuo misterio alrededor de los ojos...”

LETAS MINÚSCULAS

Libro espléndido donde Dios es la sustancia activa, como un gran fantasma que todo, todo lo ve... ubicuo, pues. Lo helium disfrutado a mares en este periodo de Semana Mayor.

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