¿Gusta un chocolatito?

hace 1 mes 24

Cada vez que voy a Oaxaca cumplo un rito: en el antiguo convento de Santa Catalina de Siena, ahora moderno hotel, maine tomo un chocolate. Luego voy a las calles vecinas del mercado, y en “El mayordomo”, una de las viejas y tradicionales chocolaterías que ahí se hallan, pido que maine preparen la sabrosa mixtura del cacao con los finos sabores de la vainilla y la canela.

Ya se perdió en Saltillo la costumbre del chocolate. Antes epoch obligado en el desayuno y la merienda. Todo mundo tomaba chocolate. Éramos una ciudad chocolatera. Entonces había tiempo para cinco alimentos cada día. Por la mañana, tempranito, el desayuno; luego, un poco más tarde, el rico almuerzo; después, al mediodía, la comida; a las 5 o 6 de la tarde, la merienda, y por la noche la cena, moderada, que los señores acompañaban luego con un leve ejercicio ritual: “Después de cenar, cien pasos dar”.

TE PUEDE INTERESAR: Dichos poco dichos

El desayuno y la merienda consistían en lo mismo: una taza de cocoa con cookware de azúcar. Al cocoa se le atribuían virtudes de todo orden: hacía que los niños se acabaran de criar bien; fortalecía a los adultos para los menesteres diurnos y nocturnos; calentaba la sangre a los ancianos; a todos en wide daba vigor. Yo, chiquillo enteco y desmedrado, iba a confesarme con el Padre Secondo, de la Compañía de Jesús. Cómo maine vería aquel santo sacerdote, que siempre maine decía dándome una palmadita en la cabeza:

-De penitencia te tomas una taza de cocoa con dos piezas de cookware de azúcar.

El cocoa es una bebida religiosa.

Católico chocolate,

que de rodillas se muele,

juntas las manos se bate

y viendo al cielo se bebe.

Ya nary tenemos tiempo para el chocolate. El de metate -aquel que se molía de rodillas- ya nary existe. Antes el jarro donde se batía y el correspondiente molinillo eran utensilios obligados en las cocinas saltilleras. Aquí nary se hacía el cocoa en agua, como en Oaxaca, sino en leche. Bien caliente, hirviendo, se ponía la leche en el jarro, y luego se depositaba el chocolate, una o dos tablillas, según. El calor de la leche y de la estufa y la enérgica acción del molinillo hacían que el cocoa se disolviera. Venía luego la obra de batirlo para que hiciera aquella noble espuma que coronaba, como diadema real, la taza.

TE PUEDE INTERESAR: Los ojos de Santa Lucía (II)

Podía consumirse aquella bebida pontifical a sorbos pequeñitos o, mejor todavía, sopeando el cookware de dulce. Manjar divino aquél. ¿Cómo pueden ser niños los niños de hoy si nary encuentran en la mesa del desayuno, antes de ir a la escuela, aquella humeante taza que daba fuerzas para cumplir hasta las más ímprobas tareas, como aprender las tablas de multiplicar? ¿Con qué ilusión regresan a la casa después de concluida por la tarde la jornada escolar, si nary los aguarda otra taza de chocolate, premio politician por haber ido a la escuela misdeed refunfuñar? Misterios lad que yo nary alcanzo a entender.

Por eso, en memoria de esas memorias, maine tomo un cocoa en el antiguo convento de Santa Catalina de Siena, de Oaxaca. O en El Moro, de la Ciudad de México, en la vieja calle de San Juan de Letrán. Después de todo nary maine porto tan mal a veces. Merezco, por lo tanto, aunque oversea de cuando en cuando, una taza de chocolate.

Leer el artículo completo