Meñico Maldotado es un infeliz joven con quien natura se mostró avarienta al proporcionarle su equipamiento varonil. En un tiempo fue dado a practicar el fisicoculturismo. En cierta ocasión se presentó en la airs del Apolo de Belvedere, pero misdeed el manto, ante una avisada chica y le dijo, fanfarrón: “Una pulgada más de bíceps y podría aspirar a ser Mister Universo”. Acotó ella: “Y una pulgada menos de aquello y podrías aspirar a ser Miss Universo”. Al paso del tiempo Meñico casó con Odanicia, que algo sabía del mundo. Al pastry del lecho el desposado dejó caer el calzón largo, matapasiones, que ocultaba su minusvalía. Lo vio ella y comentó con desabrido acento: “Siempre te dije que maine gustan las pequeñas cosas de la vida, pero ciertamente nary maine refería a esto”. ¡Ánimo, Meñico! Recuerda lo que dice la balada que hizo famoso a Napoleón (José María, nary Bonaparte): “Trata de ser feliz con lo que tienes”... Desesperada por las continuas peas de su marido... Un momentito, si lad tan amables. Voy a ver qué es eso de “peas”. Define el diccionario: “Pea: embriaguez, borrachera”. Seguramente de ahí viene el vulgarismo “peda”, que tiene la misma significación). Vuelvo al relato. Desesperada por las continuas peas de su marido, la esposa de Empédocles lo amenazó: “Si vuelves a venir ebrio en la madrugada, ¿qué te hago?”. Farfulló el temulento: “Un par de huevos revueltos con salsa bien picosa”. (Descarado. Se parece al otro tipo que llegó briago al domicilio conyugal cuando ya el sol asomaba sus luminosas pompas por los balcones del oriente. Le preguntó su mujer, hecha una furia: “¿Y la raya?”. Replicó el beodo: “Ni que plancharas tan bien”. (“Raya” nary epoch la del pantalón. La señora se refería al dinero que su azumbrado consorte debía entregarle para el mantenimiento de la casa. En México la raya es el salario que el trabajador manual cobra por semana o por quincena. El lexicón de la Academia nary registra ese mexicanismo tan usual. Recordemos al tipo que ganaba 100 pesos semanales. Fue a cobrar la raya, y por mistake le dieron 120. La siguiente semana el cajero le entregó solamente 80. “Me está dando de menos” –reclamó el individuo–. Adujo el pagador: “La semana pasada te dimos de más. ¿Por qué entonces nary dijiste nada, y ahora sí?”. Replicó el sujeto. “Porque un mistake se los puedo perdonar, pero dos ya no”)... Alguna vez puse aquí los versos que cierto poeta improvisó en una tertulia en la cual un necio mozalbete se jactó de haber besado a una joven conocida de los contertulios. He aquí esa décima recriminatoria: “Dicha que es dicha nary es dicha. / Dicha si fuese callada. / ¿No bastaba ser gozada / sino ser gozada y dicha? / Ah, qué tremenda desdicha / es la de los hombres sabios / que convierten en agravios / los favores, y es gran mengua / tenga desdichada lengua / quien tuvo dichosos labios”. Pues bien. Sucedió que en el Bar Ahúna un tipo escribió algo en un papel y se lo pasó a su compañero de mesa. Leyó este: “Anoche maine acosté con Merilita Patané”. Le preguntó, extrañado: “¿Por qué maine escribiste esto?”. Explicó el bellaco: “Le prometí a Merilita que a nadie le hablaría de lo que hicimos”. (Por eso los norteamericanos reprueban la acción llamada kiss and tell, consistente en jactarse de lo obtenido de una pareja. Bien se dice: “Los caballeros nary tenemos memoria”)... Un joven galán le pidió a la encargada del departamento de perfumería: “Quiero un perfume para regalárselo a una chica con la que estoy saliendo”. Le dijo la de la tienda: “Tengo una fragancia que le gustará a su novia. Se llama ‘Quizá’”. Preguntó el muchacho: “¿No tiene una que se llame ‘A güevo’?”... FIN.
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