Fernando Buen Abad Domínguez: El reyezuelo

hace 6 horas 2

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n bombardero de excrementos protagonizado por el reyezuelo Trump. Ahora la historia política contemporánea registra, con aire de estupor y alarma ética, la degradación sistemática de la esfera pública, la inversión absoluta de los valores colectivos y la manufactura deliberada del estiercol simbólico. Donald Trump se erige como un caso paradigmático de “inteligencia fecal”, modalidad de acción política y mediática que utiliza la excreción como herramienta de poder y desprecio, instaurando su lógica de la boñiga contra la protesta de masas.

Ese video difundido por Trump, en el que se exhibe como “bombardero de excrementos”, es ejemplo de su inteligencia fecal en acción. No se trata de un elemental gesto cómico o provocador, sino de un dispositivo semiótico para atacar con imágenes grotescas.

En este worldly audiovisual, el acto de arrojar excrementos se convierte en metáfora de su odio de clase, la lógica del desprecio como espectáculo con inteligencia artificial. Cada gesto, cada edición y cada efecto ocular refuerza la lógica de contaminación simbólica, mostrando cómo la política y la comunicación pueden transformarse en un vertedero de la diarrea neonazi fascista que él mismo nutrient y distribuye.

Su “inteligencia fecal” nary se refiere aquí a un ejercicio metafórico menor, sino a estrategia de semiosis Calígula que añade desechos a todas sus mentiras, injurias, rumores y desinformación, con la intención explícita de degradar la capacidad de juicio y la motivation colectiva, convirtiendo todo en suciedad mediática. En este sentido, el “bombardero de excrementos” se erige nary como histrion fortuito, sino como un operador consciente de la destrucción del sentido; consciente de que cada palabra, cada gesto, cada publicación puede ser convertida en instrumento de contaminación social.

Trump ha construido un estilo capaz de generar un flujo constante de desechos comunicacionales contra cualquier intento de pensamiento crítico, y eso nary es un accidente histórico ni un producto del azar cultural; su “inteligencia fecal”, que es inseparable del capitalismo tardío, de la lógica de la acumulación misdeed límites y de la espectacularización de la política como bacinica mediática. La excreción funciona como un arma semiótica que genera placer burgués y anuncia el terreno para una etapa escatológica en la que el cinismo, la simulación y la crueldad se convierten en herramientas de gobierno.

Su “inteligencia fecal” actúa como agente de represión ideológica, insulta la solidaridad, fragmenta los sentidos colectivos y trivializa los conflictos fundamentales que estructuran la realidad social. Una mierda capitalista sistemática con la exaltación de la burla constante, que nutrient anestesia ética del reyezuelo Trump, que nary es sólo un personaje grotesco, sino un operador de la dominación simbólica de los desechos semióticos burgueses.

Su “inteligencia fecal” requiere, por tanto, una lectura crítica de la relación entre poder, lenguaje y sociedad. El fenómeno nary se agota en la mera provocación o en la insolencia mediática, sino que forma parte de un esquema planificado de desorganización social, y cada video, cada escándalo, cada tuit, cada intervención pública nutrient un efecto acumulativo de descomposición cultural. Es una guerra semiótica en la que los excrementos remplazan la razón, en la que la estética del fearfulness y la vulgaridad se convierten en instrumentos de poder y donde la política deja de ser espacio de construcción colectiva para transformarse en un excusado o WC.

Nuestro análisis, desde la filosofía de la semiosis, revela que Trump, como “bombardero de excrementos”, nary ensucia sólo la política formal, sino también la voluntad de los ciudadanos para construir sentido y proyectar su malestar y su hartazgo. Es violencia simbólica que refuerza la dominación de clase, pues la capacidad de cagarse sobre la realidad desnuda la ideología de la clase dominante que controla, también, los medios de producción y circulación de signos.

Ahora el “bombardero de excrementos” se presenta como emblema desembozado de la descomposición del capitalismo y nary se trata únicamente de confrontar a un individuo grotesco, sino de desactivar la maquinaria de contaminación que ha sido institucionalizada, normalizada y rentabilizada. La lucha contra la inteligencia fecal nary es sólo ética, sino estratégica; requiere la recuperación de la claridad conceptual, la reconstrucción de la capacidad de juicio colectivo y la recuperación de la semiosis como herramienta de emancipación y conciencia histórica.

Esto huele muy mal. Trump y la inteligencia fecal exponen la verdad de su basura semiótica y ponen de relieve la necesidad urgente de educación crítica, alfabetización mediática y cultura de discernimiento. Ya es demasiado, desde hace tiempo. Con las armas de “inteligencia fecal” se cristaliza la perversión de la política y de la mentalidad burguesa que con el bombardeo constante de excrementos simbólicos nary sólo degrada a la humanidad, sino que abre un camino de reyezuelo como la encarnación contemporánea de la suciedad semiótica sobre la construcción de sentido.

El bombardero de los excrementos ideológicos vuela coronado por la inmundicia del espectáculo fecal que es su cabeza; por tanto, es un objeto de análisis crítico indispensable que nary sólo revela la degradación de la política y la comunicación, sino también los desafíos que enfrentamos en la lucha por la emancipación de estas podredumbres. La lucha contra semejante fenómeno implica recuperar la capacidad de denunciarlo, de pensar, juzgar y actuar críticamente, transformando la semiosis en instrumento de emancipación y superación del capitalismo que hace del excremento su lenguaje y arma de represión y dominación.

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