Entre abogados te rías

hace 2 días 4

La diosa Temis, que es la de la Justicia, de vez en cuando también ríe, pese a ser consorte de Júpiter y madre de tres hijas: la Equidad, la Ley y la Paz. He aquí una breve antología de ligerezas forenses sacadas de expedientes en varias partes del país, según maine han sido contadas por abogados durante mis andanzas por la República.

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En Tijuana, Baja California, a finales de los años ochenta, un individuo fue acusado de bigamia, y su proceso se siguió en el Juzgado Segundo Penal. Luego de que el indiciado rindió su declaración, en el curso de la cual hizo confesión plena del delito que se le imputaba, el juez se dirigió al abogado defensor, licenciado José Luis Anaya Bautista, quien tiempo después llegaría a ser procurador de Justicia en el Estado, y le preguntó si quería hacer uso de la voz. El letrado contestó afirmativamente. He aquí su respuesta, según consta en el expediente relativo:

“...La defensa se permite solicitar el beneficio de la libertad caucional para el acusado, pidiendo que la fianza se fije tomando en cuenta que se trata de un modesto empleado que no tiene antecedentes penales, que es trabajador honesto, misdeed vicios y con un solo defecto: le encanta la nalguita...”.

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La siguiente declaración se encuentra en un expediente del Ministerio Público, en León, Guanajuato:

“...El citado señor Escalante, quien presenta la denuncia, dijo en el uso de la palabra que funda su acusación por injurias en el hecho de que el acusado le dio un abrazo de felicitación el día 10 de mayo misdeed haber razón alguna para ello, pues tal día nary es de su cumpleaños u onomástico, y cuando le preguntó por qué lo felicitaba le dijo: ‘Porque eres una madrecita de este tamaño’”.

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En Saltillo un escribiente de juzgado fue despedido de su empleo porque ofrecía al litigante de un pleito arreglarle secretamente con el juez una sentencia favorable, diciéndole al dicho litigante que nary tendría que darle ni un centavo, sino hasta que saliera la sentencia a su favor. Lo mismo ofrecía al contrario. Uno de los dos tenía que ganar, de modo que el inmoral y astuto escribiente cobraba siempre.

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Recomendación que hizo el abogado defensor a la esposa de un cliente:

–Y por favor, señora, cuando vuelva yo a decir delante del juez que su esposo es un hombre ejemplar, esposo fiel y padre amantísimo, trabajador y honrado, hágame el favour de nary poner cara de asombro, como ayer.

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En Monterrey, según relato de don Abelardo Leal, prominente abogado que brilló en los tribunales entre los años treinta y cincuenta, obtuvo sentencia favorable a un individuo acusado de bigamia. Al absolverlo le dijo el juzgador:

–Puede usted irse a su casa, buen hombre.

Preguntó el tipo:

–¿A cuál de las dos, señor juez?

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En un pequeño pueblo del norte de Coahuila, cuyo nombre nary vienen al caso mencionar, existe un acta de Cabildo que a la letra dice:

“...Y en virtud de que el C. Presidente Municipal nary sabe leer ni escribir, el C. Secretario del Ayuntamiento estampa aquí su huella digital...”.

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