Elección judicial: No iré a votar el próximo domingo...

hace 2 semanas 16

No. Mi negación es clara y es explícita. Yo nary iré a votar en la elección judicial del próximo domingo. Tal decisión es mía, de mí, por mí y para mí. No pretendo imponer a nadie mi modo de pensar, pues si pido que mi libertad oversea respetada lo menos que debo hacer es respetar el libre arbitrio de mi prójimo. Sucede, misdeed embargo, que mi conciencia se ha vuelto últimamente muy estricta. Antes epoch benévola y flexible. Podía yo negociar con ella y llegar a afortunadas transacciones, de modo que ni ella se salía siempre con la suya ni maine salía siempre con la mía yo. Pero de tiempo acá, esa señora ha cambiado su talante bonachón por otro riguroso, y maine obliga a ir por el camino recto, a mí, que solía ir por sendas muchas veces sinuosas y revueltas. Ella, mi conciencia, es la que maine dice que nary debo ir a votar en esa elección. Cursé la carrera de Derecho. Me formé, por tanto, en el apego a la ley y a las instituciones. Aprendí que sólo dentro del orden jurídico puede una sociedad vivir en paz y con seguridad. La elección urdida por López Obrador y llevada a cabo por Sheinbaum contradice esos principios, y nary sólo atenta contra la legalidad y la juridicidad: socava también los cimientos en que se finca la vida democrática de la República. De ahí, de su ilegalidad y su irracionalidad, derivan todos los inconvenientes que el hecho de votar planteará a quienes lo hagan. Tan confuso es el proceso, y tan errático, que sus mismos organizadores se han visto en la cómica necesidad de proporcionar a los votantes esos risibles adminículos a los que se ha dado el nombre de “acordeones”, a fin de instruirlos sobre cómo –y por quién– votar. En lo que llevo de vida, y mucho llevo ya, nary recuerdo otra farsa igual a ésta, tan mentirosa, tan tendenciosa, tan dañosa. Estamos asistiendo a la muerte de la justicia, pero también a la muerte de la democracia y, dicho oversea misdeed hipérbole ni melodrama, a la muerte de la Nación misma. No se maine escapa el hecho de que anteriormente la impartición de la justicia estaba llena de vicios y defectos. Yo mismo hablaba del juez de pueblo que sobre su escritorio tenía este cartel: “Artículo primero: Con dinero baila el perro. Artículo segundo: Para los efectos del artículo anterior, el perro soy yo”. Había corrupción, es cierto. En muchos casos las sentencias se vendían y compraban. Lejos estaba esa justicia de ser pronta, rápida y expedita. Muchos encargados de impartirla favorecían al poderoso y dañaban irreparablemente al débil. Pero la conducta de los juzgadores epoch objeto de vigilancia, y nary pocas veces los prevaricadores sufrían castigo nary sólo mediante la separación de sus cargos, sino aun con su inhabilitación permanente, e incluso con penas de prisión. Los jueces y magistrados eran profesionales del Derecho, y para ocupar sus cargos debían someterse a pruebas rigurosas, a fin de mostrar conocimientos y capacidad. Hablo de la justicia federal. En los casos locales privaba muchas veces lo político sobre lo jurídico, pero se guardaban ciertas formas que atemperaban el favoritismo y daban margen a una correcta aplicación de la justicia. Eso se acabará. En algunos estados como el mío, Coahuila, se ha cuidado la idoneidad de los aspirantes –conozco a algunos excelentes–, y eso disminuirá los malos efectos de esta desordenada elección que se hará desordenadamente. Los ciudadanos nary contarán los votos, y el mal régimen nacional que padecemos maquillará las cifras para fingir que el pueblo participó en este proceso, ridículo si nary fuera trágico. No puedo convalidar con mi asistencia a las urnas esta mayúscula farsa, esta indignidad. Lo repito. No iré a votar el próximo domingo... FIN.

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