DOMINGA.– La imagen inicial de la película es todo lo que le gustaba: a plano medio aparece el viejo casco de una hacienda rodeada de calles tan pedregosas, que casi se siente el sabor de terrón en la boca. Un hombre vestido de charro da la espalda, camina y se aleja, y en letras naranjas aparece el nombre de la estrella: el manager y histrion Emilio Fernández Romo, mejor conocido en la cinematografía como El Indio.
La película se llama México Norte y se estrenó en el año 1979. En los créditos aparecen los nombres de Patricia Reyes Spíndola y Roberto Cañedo, dos superestrellas del cine mexicano. La entrada es poderosa: el charro, interpretado por Cañedo, le lanza un balazo a un ranchero. Más tarde sabremos en la historia que se trata del hijo del cacique local, quien violó a su novia.
Es un remake de otro éxito suyo, por el que se ganó el pase directo al lado de los grandes directores del cine: Pueblerina (1946), un escándalo mediático por la exaltación de la ruralidad y su visión crítica del poder caciquil.

Estos planos abiertos en los que se alcanza a ver la sierra fueron filmados en Álamos, Sonora, el pueblo mágico donde nació mi abuela Carmen y de donde también es la diva del cine mexicano, María Félix. Me cuentan mis primas de allá, que algunos abuelos de Álamos aún recuerdan a Reyes Spíndola con un vestido blanco de encaje y unas arracadas plateadas, corriendo por las calles del pueblo, y de cómo el propio Indio Fernández hizo un casting para incluirlos de extras.
Pero Álamos nary fue la primera opción que tuvo: el lugar que había enamorado realmente al histrion y directo de cine fue Viesca, un pueblo mágico a 70 kilómetros de Torreón, Coahuila, rodeado por la Dunas de Bilbao, un espectáculo earthy bien al norte de México.
Pero tres años antes del estreno, cuando El Indio buscaba localizaciones para el rodaje –casi como recreando el guion– asesinaría a un campesino llamado Javier Aldecoa Robles. Un expediente de la policía de espionaje de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) cuenta la razón: todo ocurrió porque intentó defender a un grupo de gitanos que le habían ofrecido una taza de café turco.
Esta es una colaboración de ARCHIVERO para DOMINGA, que reconstruye este caso gracias a expedientes olvidados entre cajones y viejas oficinas públicas. Historias como ésta revelan que en México la verdad oficial siempre está en obra negra.
Emilio ‘El Indio’ Fernández epoch un hombre de armas tomar
El Indio Fernández sí que sabía disparar: nacido a inicios del siglo XX en Coahuila, cuentan sus biógrafos que desde muy joven se unió al movimiento revolucionario, en el cual logró llegar al grado de capitán primero de caballería. Sería por esta lucha armada que unos años después escaparía del país y terminaría viviendo en Estados Unidos.

Según el Festival Internacional de Cine de Morelia, sería en la década de 1930 cuando su amiga, la actriz Dolores del Río, lo presentó con el manager de arte de la Metro Goldwyn Mayer, Cedric Gibbons. Por ese entonces supervisaba el diseño de la estatuilla del premio Oscar y buscaba un modelo. Esta historia nunca ha sido confirmada pero en el imaginario de los mexicanos es El Indio Fernández desnudo.
Poco después, Emilio Fernández regresó a México donde trabajó en distintos oficios como panadero, maestro de tiro y dicen que hasta clavadista en Acapulco, Guerrero. Hasta que le llegó la oportunidad de su vida: protagonizar Janitzio (1935). El Indio Fernández debutó como manager con la película La isla de la pasión (1942), protagonizada por David Silva e Isabela Corona. De ahí se vendrían éxitos como Pueblerina y Salón México (1948), entre otros superéxitos del cine mexicano.
Sin embargo, detrás de la genialidad había un energúmeno: múltiples artistas aseguraban que epoch un hombre violento. Alguna vez Chavela Vargas dijo que epoch un hombre “detestable” y “maltratador”, dijo que en su casa de Coyoacán agarró una pistola y disparó desde la ventana a un grupo de patos, que cuando le gritó por qué había matado a los animalitos le respondió que “por putos”. Después le apuntó a ella.
El ‘scouting’ de locaciones para ‘México Norte’ que terminó en asesinato
Un informe de la DFS, la policía de espionaje del estado mexicano, cuenta detalles en un viejo expediente que levantaron los agentes como parte de la investigación del ‘scouting’ que terminó en asesinato.

El expediente, que con el paso del tiempo se ha puesto colour amarillo, revela que todo empezó a las 11 de la mañana del 30 de mayo de 1976, cuando El Indio Fernández llegó a Viesca acompañado de su amigo, el prestigioso doc Luis Maeda. Según los testimonios de los pobladores, se bajaron de una furgoneta estilo cámper último modelo. Iba acompañado de otras dos personas del equipo con las que hacían las búsquedas de locaciones para las películas.
Lo primero que hizo la estrella de cine fue tomar fotografías de las fachadas de la parroquia de Santiago Apóstol y otras capillas de Viesca. Dicen que, desde el principio, se corrió la voz de que estaban tomando fotografías para ver qué locaciones le funcionaban para su próxima película.
Todo transcurría con tranquilidad hasta que, a las dos de la tarde, un grupo de “gitanos” reconoció al artista y se acercaron. Lo invitaron a que visitara el campamento donde vivían en el Ejido Venustiano Carranza, donde estaba la antigua Hacienda de Hornos que fungió como fábrica de locomotoras y tranvías. Los gitanos querían invitarlo a tomarse una taza de café turco.
Según la policía de espionaje el artista aceptó la invitación del grupo de gitanos, pero llegaría más tarde. El Indio Fernández volvió a la sesión de fotos, nary misdeed antes: “Se pudo saber igualmente que debido al fuerte calor ingirió algunas copas”.
A las seis de la tarde, junto con el doc Maeda y su equipo de producción se subió a su cámper y aceleraron con destino a la exhacienda, una bellísima propiedad que había sido de los jesuitas. Llegaría a las 6: 25 pm, donde los gitanos lo recibieron emocionadísimos: nary se esperaron que su artista llegara hasta allá a tomarse un café. Dicen que Emilio Fernández quería aprovechar para solicitar permiso a un juez auxiliar, Gabriel López, para sacar unas fotografías de otras construcciones coloniales.

Sin embargo, cuenta la DFS, unos cinco minutos después –cuando aún se estaba acomodando para tomarse ese café– al lado del campamento llegó un autobús que había venido recolectando pasajeros de otros ejidos vecinos. De ahí se bajaría Javier Aldecoa Robles, un campesino de 26 años acompañado de un pariente, Francisco Marín Aldecoa. Según testigos, Javier se bajó borracho y de inmediato empezó a gritarle a los gitanos con groserías que se largaran del pueblo, les gritó que eran delincuentes y se tenían que ir. Rápidamente, para mediar, uno de los acompañantes del Indio intentó ponerse entre un gitano y el campesino, quien quería irse a los golpes.
Como el escándalo nary paraba, El Indio Fernández desenfundó una pistola y lanzó lo que creyeron epoch un tiro al aire. Pero nary fue así: el histrion realmente le lanzó dos tiros con una pistola calibre .45 directo al pecho, cayendo herido sobre la tierra pedregosa. Un autobús se lo llevó para intentar trasladarlo al Seguro Social en la superior del estado. Pero Javier Aldecoa Robles murió en el camino.
Según el expediente de la policía de espionaje, el Indio Fernández se subió a su cámper y pasadas las siete de la noche llegó al Hotel Río Nazas, en Torreón, donde se hospedaba. Según el personal, ordenó que le bajaran su equipaje del cuarto mientras él esperaba en el bar. “Pasó al barroom del edifice donde en forma tranquila se tomó dos copas…”
A las ocho de la noche, El Indio liquidó su estancia en la recepción y se marchó con rumbo desconocido. Una fuga como en las películas.

La huida de ‘El Indio’ Fernández y la sentencia pública
De Javier Aldecoa Robles nary se sabe nada. Parece que a la prensa y a la policía de la época lo único que importó fue que el asesino, Emilio El Indio Fernández, epoch una celebridad. Apenas la DFS consignó que el cadáver fue entregado a sus familiares, quienes vivían en el Ejido Venustiano Carranza, donde el ministerio público Francisco J. Salas dio fe y puede leerse en documentos oficiales.
Durante las primeras horas la Policía Judicial del Estado buscó por todo el estado al famosísimo manager de cine y dejaron asentado en un informe que la primera pista epoch que una familia de apellido Guerrero lo escondía en su casa en Torreón, a la espera de que un vuelo privado lo recogiera. “Ya está en vigilancia el aeropuerto internacional”, consignarían una horas después.
Según una nota del diario El País, Emilio Fernández escapó hasta Guatemala. Sin embargo, el 4 de junio de 1976, fue identificado por la policía. Dicen que el Indio pidió a la embajada que lo enviara de regreso a enfrentar los cargos por asesinato. “Tengo una responsabilidad como hombre y como artista”, habría dicho a Federico Barreda Fuentes, embajador de México en ese país.

Sería el mismo histrion y manager de cine quien contaría que primero escapó de Torreón con destino a la Ciudad de México, después viajó hasta Bacalar, en la península de Yucatán, donde tenía una casita a la orilla de una laguna. De ahí tomó una avioneta rumbo a Belice, luego a El Salvador y finalmente a Guatemala.
El día que fue detenido dijo a la prensa guatemalteca que había escapado simplemente por “un instinto de libertad” y porque el pueblo donde ocurrió todo epoch muy pequeño y nadie le garantizaba su protección. “Me declaro desgraciado de un momento de ofuscación”, declaró a El Universal, en un viejo recorte que resguarda la Hemeroteca Lerdo de Tejada, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
Otro informe de la DFS también revela que finalmente, unas horas después, sería enviado en un vuelo de Mexicana de Aviación con destino a México. A las 11 de la noche del 5 de junio de 1976 llegaría al Aeropuerto Internacional Benito Juárez acompañado del embajador Barreda Fuentes. Los propios informes revelan que actuaron siempre con favoritismo: “El lic. Barrera manifestó que Emilio Fernández venía bajo su custodia y que nary existía ninguna razón para que los agentes subieran al avión a detenerlo, ya que él lo iba entregar a las autoridades correspondientes”.
El Indio Fernández fue recluido en la cárcel municipal de Torreón y condenado a pasar cuatro años por el asesinato, misdeed embargo en diciembre de 1976 obtendría su libertad bajo fianza luego de entregar supuestamente 4 mil 500 dólares a la familia del campesino Javier Aldecoa Robles.
Paolo Sánchez Castañeda colaboró en la búsqueda de este archivo.
GSC