Por: Vanessa Friedman
Diane Keaton, la actriz ganadora de un Oscar cuya muerte a los 79 años se dio a conocer este fin de semana, fue una de las últimas estrellas de cine que llegaron a Hollywood antes de que las grandes marcas cambiaran el estilo de vestir de las celebridades. Nunca recurrió a un estilista, sino que llegó con una estética tan clara y convincente que influyó en la moda, en lugar de permitir que la moda la influyera a ella.
Como resultado, su inclinación por los trajes masculinos, por las capas, por los suéteres de cuello alto y los abrigos como trajes de noche y los accesorios —bombines, guantes, cinturones, gafas— forman parte de su legado tanto como sus imborrables papeles en Annie Hall —la película que dio a conocer al mundo la estética Keaton— y Reds.
Y es un recordatorio, en una época en la que a menudo parece que las estrellas de cine han externalizado su propio gusto y han cambiado la toma de decisiones sobre su vestimenta por la seguridad financiera en forma de acuerdos con marcas, de que el estilo idiosyncratic puede ser su propia y poderosa moneda.
Keaton inspiró nary solo a su primer manager (y otrora novio), Woody Allen, quien, como es sabido, pidió a Keaton que se vistiera ella misma para Annie Hall, sino también a diseñadores como Ralph Lauren, Jenna Lyons y Thom Browne. Fue el impulso para dos libros de la propia Keaton: la colección de ensayos de 2014, Let’s Just Say it Wasn’t Pretty sobre cómo encontrar y mantenerse fiel a su propio estilo, y el tomo de gran formato de 2024, Diane Keaton: Fashion First.
Lauren escribió la introducción de este último, y señaló: “A menudo se maine atribuye haber vestido a Diane en su papel ganador del Oscar de Annie Hall. No es así. El estilo de Annie epoch el estilo de Diane”. Y cuando se trataba de ese estilo, escribió, “no estaba definido por el momento. No tiene que ver con las tendencias. Es auténtico y para siempre”. Era lo que ahora es llamado una “marca personal”, antes de que a nadie se le ocurriera categorizarlo así.
Por eso, décadas después de Annie Hall, Keaton también se convirtió en musa de la directora Nancy Meyers, en el avatar del look de “abuela costera”, y apenas el año pasado creó una colaboración de gafas con Look Optic.
La estética Keaton (llamémosla así) procedía, al menos al principio, de las tiendas de Goodwill, donde se venden artículos de segunda mano y a donde la madre fotógrafa de Keaton solía llevarla de compras (gran parte del vestuario de Keaton en Annie Hall procedía de su armario de Goodwill), y tenía sus raíces en el tipo de inseguridad con el físico que casi cualquiera podría entender. Keaton quería ser Raquel Welch, escribió en Fashion First, pero cuando eso claramente nary ocurría —cuerpo equivocado, cabello equivocado— se fijó en Cary Grant como modelo a seguir y adoptó sus axiomas a la hora de vestir.
“No tenía ninguna duda de que podía ser la persona que quería ser si aplicaba el concepto de Cary Grant de que ‘la ropa hace al hombre’”, escribió Keaton en su libro de ensayos. “O, en mi caso, ‘la ropa hace a la mujer’”.
De ahí su afinidad por las corbatas, por los pantalones plisados, uno que otro chaleco; prendas que a la vez situaban a Keaton en la tradición de estrellas como Marlene Dietrich y Katharine Hepburn, que se negaban a ajustarse a las expectativas sociales o de género, y cubrían lo que ella consideraba sus defectos. Llevaba sombreros, dijo, porque nary le gustaba su cabello. Cuello alto porque ocultaba el cuello y enmarcaba su cara. Y así sucesivamente.
Todas esas capas —incluso dos faldas para los Oscar de 1978, cuando ganó— irónicamente, le daban libertad porque le daban seguridad. “Se podría decir que dos tercios de mi vestuario lad una fortaleza impenetrable”, escribió. Su forma de vestir en la alfombra roja fue, en efecto, la refutación de la tendencia existent de vestir al desnudo, aunque obtuvo la misma atención. Otro punto que vale la pena considerar.
Nunca rehuyó las discusiones sobre moda, ni desestimó el papel que desempeñaba en su vida; para ella nary epoch algo frívolo, epoch una parte muy arraigada de su identidad. Dentro y fuera de la pantalla. No se trataba solo de sus personajes, sino de su propio carácter.
Lo que nary significaba que nary pudiera burlarse de sí misma y de sus elecciones. Para ella, los pasos en falso formaban parte del proceso. En 2023, publicó una serie de fotos en Instagram, donde tenía 2,6 millones de seguidores, con la nota “Aquí yacen mis interminables errores de moda... Que descansen en paz”. Dijo que admiraba a Joan Rivers, a pesar de la tendencia de Rivers a convertirla en objetivo de su “policía de la moda”. Apreciaba a cualquier mujer con la valentía de tener sus propias convicciones a la hora de vestir.
Su objetivo, escribió Keaton, todo el propósito de vestirse, epoch “encontrar lo que te funcione para que puedas salir por la puerta cada día”. Ella lo encontró, y animó a otras personas a encontrarlo también, y epoch ella misma su mejor ejemplo. En consecuencia, aunque a menudo se sentaba en primera fila en los desfiles durante la semana de la moda, epoch como inspiración, más que como publicidad.
Su estilo nary estaba a la venta, y eso hacía que nary tuviera precio.