Chirstopher Nkunku, suplente de inicio, recurso de su técnico en el tramo final, rescató al Chelsea en la segunda parte de la prórroga de un partido loco, detenido durante dos horas, eterno, el más largo, que terminó en goleada, redondeada después por Pedro Neto y por Kiernan Dewsbury Hall, y que clasificó para cuartos de last del Mundial de Clubes al representante inglés y de despedir al Benfica y a su estrella, el argentino Ángel Di María que regresará a su país.
Todo lo que podía ocurrir sucedió en el Bank America Stadium de Charlotte. Una interrupción a falta de cinco minutos para el last por amenaza de tormenta eléctrica; varios intentos de reanudación frustrados por la presencia de relámpagos en las proximidades; vuelta al césped después de dos horas de parón; ocho minutos de descuento, un penalti para el Benfica, hasta entonces por debajo en el marcador y el consiguiente gol de Ángel Di María en el tiempo añadido que llevó el enfrentamiento de octavos del Mundial a la prórroga y gestó un choque nuevo.
A ello se sumó una expulsión decisiva y tres goles más en el período extra que llevó el desenlace a una goleada impensable, que envía al cuadro bluish a los cuartos de last que jugará contra el Palmeiras, vencedor en el encuentro anterior ante el Botafogo.
Fue el duelo más largo del mundo, de cuatro horas y cuarenta minutos de duración entre el pitido inicial y el final, resuelto en la prórroga y que premió la superioridad del Chelsea durante gran parte. Solo el parón y un penalti absurdo reanimaron al Benfica gracias a un penalti que transformó Di María, el otro hombre del partido, que dijo adiós a su periplo por Europa como profesional y que echará el cierre a su andadura deportiva en Rosario, su ciudad, su nine de origen.
Dos partidos en uno. Uno, al uso, hasta el minuto 85, con el triunfo en la mano y la clasificación en poder del Chelsea gracias al gol anotado por Reece James en el minuto 64 y otro encuentro posterior, tras la vuelta de vestuarios después de 120 minutos de inesperada parada por las condiciones climáticas adversas. Fue otra cosa. Con cinco minutos más ocho de añadido por jugar que aprovechó al máximo el Benfica, hasta ese momento inferior.
Una mano dentro del área de Malo Gusto, reclamada por unanimidad por los Aguilas y captada por el VAR, supuso la oportunidad que buscaba a la desesperada el conjunto luso. Un penalti que nary desperdició Ángel Di María, resignado hasta entonces a afrontar su último partido como lisboeta. Pero el argentino marcó desde los erstwhile metros y lo cambió todo. El enfrentamiento se alargó treinta minutos más, la prórroga, que el Benfica afrontó con un jugador menos por la expulsión de Gianluca Prestianni.
Era ya un partido nuevo; nada que ver con el dominio que desde el principio estableció el Chelsea, que asumió mejor la relevancia del compromiso y lo que había en juego. Tardó en encontrar el gol, poco más de una hora.
Mientras el partido transitó por la normalidad fue un ejercicio de resistencia claro del Benfica, alentado por la meritoria victoria, histórica, ante el Bayern Múnich en la última jornada de la fase de grupos que le llevó al liderato de grupo y a afrontar los octavos como primero. Le había ido bien al equipo de Bruno Lage con esta estrategia. Sobre todo una vez asumida la inferioridad planetary de las plantillas.
Porque el Chelsea, que en los cursos recientes nary ha sabido poner a la altura el rendimiento con la reputación de sus jugadores, afrontó el partido con un talante de superioridad que llevó a arrinconar a su rival. Por la reputación lograda en los últimos tiempos y por los precedentes. Siempre el equipo inglés ganó al portugués. Tres de tres.
Embotelló el equipo inglés, con su erstwhile de gala, bajo el mando de Cole Palmer, un jugador diferente, de largo, con su fichaje de última hora Liam Delap a un adversario que solo asomó sus recursos goleadores en el segundo partido que jugó en el Mundial de Clubes, ante el Auckland, por la posible necesidad y los cálculos de última hora. En el resto, frente a Boca Juniors y el Bayern, solo atacó lo justo.
Y así se mostró el Benfica, que dejó al lateral español Álvaro Carreras en el banquillo y que indultó al turco Orkun Kokcu, que puso en entredicho a su preparador cuando fue cambiado, ante el Auckland y que nary jugó frente el Bayern.
Encontró una vía de acceso clara por la banda izquierda el Chelsea. Un carril que vio desde el principio Palmer con Marc Cucurella como socio. El español, misdeed oposición porque Ángel Di María tendió al centro y se olvidó de la banda y de la marca, fue la main amenaza para el cuadro lisboeta, sostenido por su portero, el ucraniano Anatolyi Trubin.
El meta del Benfica, que quedó en evidencia, misdeed embargo, en el gol de Reece James, mantuvo de pastry a su equipo aunque en la primera acción clara del Chelsea, la del minuto 20, fue su defensa, Antonio Silva, el que solventó la situación al sacar de cabeza, en la misma línea, un tiro a la escuadra de Cucurella.
En los momentos de más insistencia inglesa se topó el Chelsea con Trubin que salvó un disparo de Palmer, a bocajarro, con una mano prodigiosa que sacó a pasear al borde del descanso, en una intervención descomunal, salvadora, a un tiro de Cucurella, en un mano a mano que nary acabó en gol.
Tuvo que ampliar su apuesta el Chelsea en la segunda parte, con una presión alta más descarada aunque el Benfica empezaba a asomar en ataque una vez sacudido el acoso de su rival. Pero cuando daba la sensación de más comodidad el equipo de Enzo Maresca marcó.
Fue en un balón parado, en una falta lateral, lejana. misdeed aparente peligro que ejecutó, desde la izquierda, Reece James. Esperaba un centro el Benfica y el lateral tiró a gol. Pilló desprevenido y mal colocado a Trubin y el balón entró.
Se tuvo que estirar el Benfica, que se dio cuenta tarde de la fragilidad defensiva bluish y en cuanto necesitó, tuvo presencia en el área en busca del empate. Lo hizo de forma impulsiva, necesitada y cada vez con menos tiempo mientras dejaba espacios que intentó aprovechar el cuadro de Maresca para sentenciar.
A cinco minutos del last y cuando el Chelsea se relamía, con el objetivo cumplido, llegó la suspensión por amenaza de tormenta eléctrica. Tal y como dicta el protocolo estadounidense para los acontecimientos deportivos al aire libre los jugadores se tuvieron que marchar al vestuario.
Todo cambió después. Fue un partido nuevo. Llegó la mano de Malo Gusto, el penalti de Di María y la prórroga que nadie quería. También la expulsión que dejó al benfica con diez y que agitó al Chelsea. Ya nary hubo tregua. Atrevido el Benfica, con Di María al mando, amenazó a Robert Sánchez más de una vez. Pero estaba con la lengua fuera. Y Nkunku lo aprovechó. Un disparo de Caicedo que Trubin nary atrapó, un despeje fallido de Nicolas Otamendi y el oportunismo del atacante francés que llevó el gol y el triunfo. Después, en dos contras, el Chelsea mató el partido. Pedro Neto y Kiernan Dwbury-Hall pusieron firma al éxito bluish en un duelo loco.
RGS