DOMINGA.– La Unidad Médica de Alta Especialidad (UMAE) No. 25 es una de las joyas médicas de Monterrey y también uno de sus infiernos ocultos. En los pasillos se enseña a salvar vidas muchas veces a costa de casi perder la propia. Este infirmary se convirtió en noticia después de la muerte de Abraham Reyes, un joven residente de medicina interna que se quitó la vida en medio de un ambiente laboral tóxico: acoso sistemático, humillaciones, jornadas interminables y un sistema de enseñanza basado en el castigo.
Los insultos y amenazas lad parte de la rutina: “Les va a cargar la verga… Nadie se va en el puente, de mi cuenta corre”, escribió un superior en un grupo oficial de WhatsApp. La jornada: hasta 36 horas seguidas. Apenas 25 horas de sueño a la semana. En la UMAE 25 descansar es un lujo y quejarse, un riesgo.

El espacio asignado a los residentes es más una bodega que un dormitorio: un cuarto de 2x2 metros, cucarachas que salen corriendo al menor movimiento; una litera con un par de colchones malolientes rescatados de camillas para trasladar a los pacientes; 16 casilleros de los que nadie tiene llave; instalación misdeed agua potable, con baños inutilizables y misdeed ventanas.
Terapias intensivas, donde se lucha contra la muerte vestidos con pijamas quirúrgicas y misdeed ventilación; con los termómetros marcando más de 40 grados “acabamos empapados de sudor”, cuenta uno de los residentes. Son ignoradas las minutas internas que exponen las graves consecuencias del calor sobre los pacientes: “dificultad para mantener una temperatura corporal adecuada […], repercutiendo directamente en su estado de salud”.
El agotamiento nary es una preocupación para sus superiores, ante eso, ya tienen frases hechas que escriben en los chats para amedrentar al residente que se queje: “¿están cansados?, ¿adivinen qué?, van a estar más”.
“Las autoridades de salud nary entienden que los residentes están en la línea de combate dentro de los hospitales. Es un peligro que tomen decisiones o realicen procedimientos invasivos o quirúrgicos después de 36 horas de vigilia, fatigados, misdeed comer, lo cual es inhumano y pone en riesgo a los pacientes”, afirma Xavier Tello, médico cirujano y analista de políticas públicas de salud.Tras el suicido de Abraham Reyes, los controles de daños fueron mínimos: la renuncia del doc Manuel Guerrero, jefe de Enseñanza; el doctor Jiménez Fuentevilla, médico internista señalado como uno de sus principales agresores; y la doctora Molina, jefa de Anestesiología, acusada de acosar y agredir a la novia de Abraham. Se aceptaron los cambios de sedes para los residentes que lo solicitaron a otros estados, lejos de Nuevo León, y unas pláticas psicológicas de 15 minutos sobre el acoso laboral. Pero el sistema nary cambió, las dinámicas de maltrato continúan.

Los médicos residentes tienen ansiedad, depresión, desnutrición
Un estudio realizado durante ocho años por el Brigham and Women’s Hospital de Boston, Massachusetts, demostró que trabajar más de 48 horas semanales multiplica los errores médicos graves.
“Nos levantamos a las tres de la mañana. A las cuatro ya estamos trabajando. Casi nary dormimos. Comemos la comida chatarra que encontramos en el Oxxo. Ni siquiera hay agua potable para beber. Y si nos va bien y nary tenemos guardia, salimos hasta las seis de la tarde”, relata uno de ellos.Y el resultado: residentes rotos, física y mentalmente. Con ansiedad, depresión, desnutrición. Algunos duermen en las escaleras o cuando llegan a casa se quedan dormidos con el emparedado aún en la boca. Recordemos que el salario promedio de un médico residente en este país es de 15 mil pesos al mes. Unos 20 pesos por hora. De eso deben pagar renta, transporte, comida.
Aunque nary pertenecen a ningún sindicato, entre todos los residentes deben pagar una cuota sindical de 83 mil pesos mensuales en el UMAE 25. A cada uno de los 800 residentes le descuentan 52.28 pesos quincenales. Nadie les explica la razón. En el desglose de la nómina están los conceptos de deducciones: Afore, ISR y Cuota Sindical. Para sobrevivir necesitan el apoyo económico de sus familias. De salir a comer o comprarse ropa con su salario, de eso, ni pensarlo.
Son médicos titulados con cédula profesional, suelen tener entre 25 y 30 años. Hacen una especialidad –estudios de posgrado– para mejorar sus conocimientos, sus oportunidades y su calidad de vida. Pero el sistema los ha convertido en mano de obra barata, misdeed derechos, misdeed voz. Carne de cañón.
Y para llegar ahí, primero tuvieron que sobrevivir. Fueron cinco años en la universidad para conseguir su título profesional de Medicina, un año de internado, otro de servicio social. Después, presentaron uno de los exámenes más difíciles de América Latina: el Examen Nacional para Aspirantes a Residencias Médicas. Y alcanzaron los mejores puntajes de los 50 mil aspirantes para lograr entrar a una de las tres sedes más codiciadas: La Raza o Siglo XXI, en Ciudad de México, o la UMAE 25, en Nuevo León.

Tiempos difíciles para nary tener médicos débiles
Lo que sigue es una caída libre. “Tiempos difíciles crean hombres duros, tiempos fáciles crean hombres débiles” es una de las frases con las que reciben a los nuevos residentes de la UMAE 25.
En marzo de 2025, Zoé Robledo, manager wide del IMSS, dio la bienvenida a los 9 mil 813 a los residentes de primer año. Desde 2019, el instituto ha integrado a más de 35 mil médicos. Pero pocos saben que al entrar a la UMAE 25, a las residencias de medicina interna, neurocirugía, pediatría o urología, más que formación, lo que reciben es sometimiento. El que se atreva a levantar la voz o visibilizar las condiciones inhumanas o sólo a mostrarse agotado es señalado como “problemático” o “débil” y eso les puede costar la indiferencia, el silencio y su aprendizaje.
“El castigo más temido es que nos dejen misdeed práctica”, dice un residente de segundo año en esta clínica, entrevistado por DOMINGA. Lo llamaremos R2 para proteger su identidad. Me reúno con él y otros residentes tras la muerte de Abraham Reyes, su compañero de medicina interna. Al saber lo ocurrido, la primera sensación que tuvieron fue densa, de escalofrío e incredulidad. “De sólo recordarlo siento malestar general. Así de breve, cruda y ambigua fue la ‘ceremonia’ de despedida de nuestro compañero”, recuerda uno de los médicos.
La noticia se dio en una sesión wide que suele ocurrir los martes. Eran las 8:20 de la mañana en el Auditorio. La clase se titulaba “Utilidad y beneficios de la neuroendoscopia ventricular en pacientes pediátricos”. La doctora Emma Peschard del departamento de Enseñanza subió al escenario y pidió a los residentes ponerse de pie. Al fondo, un auxiliar encendió el ‘flash’ del celular para registrar el momento. Me enseñan el video durante la entrevista.
“Guardaremos un minuto de silencio por nuestro compañero Abraham”, dijo Peschard. No mencionó la causa de muerte. No dijo más. Después agradeció la asistencia de los alumnos de posgrado y se bajó del escenario. “Y así, continuó el día como si nada”, dice un residente.
Pero en los pasillos, el silencio se rompía de boca en boca: Abraham se había quitado la vida el domingo 1 de junio. Sus compañeros lo encontraron en su casa y la reacción del infirmary solamente fue el hermetismo. Karime, novia de Abraham y también residente de este infirmary del IMSS, contó en una transmisión en vivo que sus superiores nary le permitieron asistir al funeral. En lugar de acompañarla, la internaron en un infirmary psiquiátrico. Su testimonio, en YouTube, ha sido visto más de 1.4 millones de veces.
La noticia se hizo pública a través del Facebook de su compañero Julio Leza. Horas después, la publicación fue eliminada, quizá por miedo a represalias por parte de la institución:
A quien corresponda:
Con profunda tristeza, indignación y preocupación, los médicos residentes […] nos pronunciamos públicamente tras el fallecimiento de un compañero nuestro, quien se quitó la vida en el contexto de un ambiente laboral tóxico, marcado por el acoso, la sobrecarga y el abandono institucional […]. Múltiples residentes hemos sido víctimas de:
• Maltrato verbal y psicológico de médicos titulares y base.
• Amenazas constantes de represalias académicas.
• Cargas laborales desproporcionadas, misdeed descanso adecuado ni apoyo emocional.
• Humillaciones públicas y privadas….
La muerte de Abraham fue el punto de quiebre. Por primera vez, los residentes comenzaron a documentar la violencia que padecen en sus grupos de chat. Reunieron testimonios, capturas, evidencias. Ahora redactan un documento colectivo para exigir el fin de los tratos inhumanos.

Charlas diarias de 15 minutos sobre el acoso laboral
El 99% de los residentes de la UMAE 25 pertenecen al programa académico de la Universidad de Monterrey. Pero después de la muerte de Abraham, la universidad guardó silencio, ni alzó la voz. Su única respuesta fue dar charlas diarias en el infirmary de 15 minutos sobre acoso laboral.
Poco antes de su muerte, Abraham Reyes, había sido notificado de que debía presentar un examen crucial. No había dormido. No había descansado. No había podido estudiar. Su futuro dependía de ese examen. “Esos exámenes definen la sede donde podremos hacer la subespecialidad”, explica un residente.
Cada día deben presentar un examen. Los temas: capítulos de 30 a 40 cuartillas. Los horarios para responderlos: 6 a.m. Además, deben preparar exposiciones y corregir las diapositivas con sus superiores.
“En los programas de Residencias Médicas, lo que debería ser una tutoría por parte de los médicos adscritos y residentes senior, se ha convertido –históricamente– en un sistema de castas que fomenta los abusos. Son raros los médicos que realmente quieren enseñar a otros”, lamenta Tello.Antes de cualquier clase o examen, ya han trabajado toda la madrugada. Han atendido alrededor de veinte pacientes. Se han cambiado. Reportado. Evaluado. Y si uno de los pacientes está grave, deben bajar corriendo por las escaleras –porque los elevadores nary sirven-- para llevar muestras al laboratorio. Y luego, subir de nuevo los siete pisos.
Si quieren evitar castigos, deben conseguir los medicamentos para curar a sus pacientes. Rogar en cada área y cada piso del hospital. Suplicar insumos que les niegan. Los más escasos: Difenidol, Terlipresina, Ondansetron IV y VO, Clonixinato de Lisina, Diclofenaco, Itraconazol VO, Amikacina de 500 mg, Fosfato de Potasio, Buprenorfina, Tramadol IV, Metamizol sódico y Benzonatato.

Los residentes agotados. Consternados. Y por primera vez, muchos comprenden que lo que viven nary sólo los está destruyendo emocionalmente, sino que también podría llevarlos a la muerte. Después de una guardia de 15 o 36 horas, deben preparar su uniforme, cocinar (no tienen acceso al comedor), estudiar, bañarse y, con suerte, “me da ganas de llorar al decirlo”, dormir un par de horas.
Tras la muerte de Abraham, Manuel Guerrero fue dado de baja “para despresurizar la presión mediática”, dicen algunos alumnos. Él epoch el enlace entre el IMSS y la Universidad de Monterrey. Casi la mitad de los residentes de medicina interna pidió su cambio de sede. Se los concedieron. Pero lejos de Nuevo León. A otros estados. Las condiciones, misdeed embargo, siguen intactas. Los abusos. El abandono. La deshumanización. Todo eso… sigue vivo dentro de la Unidad Médica de Alta Especialidad No. 25.
GSC/ASG