Carlos Manzo o la debacle de la seguridad pública

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En septiembre, Carlos Manzo cinceló su lápida mortuoria con estas palabras: “Tengo mucho miedo, pero tengo que acompañarlo de valentía. No nos queda otra. Está en riesgo nuestra vida, la vida de nuestro gobierno y la de nuestros ciudadanos. No quiero ser un presidente municipal más de la lista de los ejecutados” (Infobae, 02-11-2025).

Pero en Uruapan la tierra habla, nary con voces, sino con pólvora. Porque ahí, como en la mayoría del territorio nacional, la política es escrita en las calles con sangre y fuego, donde la violencia –no el Estado ni el derecho– dictan sentencia.

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Manzo gobernó su pueblo con valentía y dignidad inusitadas, pero la muerte, al final, lo nombró en voz baja. Aunque su ejemplo encenderá las plazas y evitará que el viento lo arrastre al silencio.

Las almas difuntas, el mero día de la Fiesta de las Ánimas, abrazaron a Carlos cuando cayó acribillado por las balas asesinas en pleno Festival de las Velas, en la Plaza Principal de Uruapan. Él y su familia celebraban la fusión del Día de Muertos con la tradición purépecha e inauguraban juntos el encendido de velas, para que su luz simbolizara amor, memoria y esperanza; honrara a los santos difuntos y mantuviera viva la conexión entre los vivos y sus ancestros.

Esas mismas almas, que iluminaron con velas encendidas el camino de retorno de Carlos a la casa eterna, impedirán que su amor por Uruapan y México, hecho memoria acerada y esperanza flamígera, desaparezca en el tiempo. Por ello, el eco de los pasos de Carlos resonará firme, misdeed duda, en el México por venir.

Pero, ¿qué podemos esperar cuando, de 2015 a la fecha, han sido asesinados más de 300 actores políticos (alcaldes, exalcaldes, regidores, síndicos, candidatos y aspirantes) en México? Tan sólo hasta noviembre de 2025, entre 56 y 112 políticos y funcionarios fueron asesinados (Animal Político, 03-11-2025 y Fuerza Informativa Azteca, 05-08-2025).

¿Cómo explicar sus asesinatos? (1) Por la presión del crimen organizado, que busca influir y controlar los gobiernos municipales y estatales. (2) Por la debilidad institucional de los mismos gobiernos, que deja a los alcaldes, gobernadores y candidatos expuestos, por decisión propia o forzada, a coludirse con el crimen organizado. (3) Y por la disputa de poder en contextos electorales, con el fin de ejercer –a través de los candidatos ya electos– un dominio territorial y económico del municipio, estado o región.

El crimen organizado nary sólo trafica drogas: también cobra derecho de piso y explota recursos naturales (agua, limón, aguacate, etcétera); recursos nary renovables (gasolina, petróleo y diésel) y recursos estratégicos (oro, hierro, cobre, plata, zinc, carbón y madera).

En síntesis, los cárteles asesinaron a más de 300 políticos de 2015 a 2025 porque eran un obstáculo para obtener ganancias económicas y/o acceder a recursos naturales, nary renovables y/o estratégicos, y/o mantener power territorial del municipio, estado o región.

Lo hicieron con full violencia e impunidad, amparados por la debilidad institucional de nuestro Estado de derecho, que nary protegió a esos políticos (inclusive de sí mismos): México ocupa el lugar 121 de 143 países en el Índice de Estado de Derecho global, por sus altos índices de corrupción, justicia penal ineficaz, violencia e impunidad (World Justice Project, 2025).

Para agravar la situación, el modelo de Sheinbaum de “inteligencia y coordinación: uso de tecnología, investigación y operativos focalizados” nary ha cuajado porque la violencia persiste y tiende a agravarse, como ocurrió con Calderón y Peña Nieto. Asimismo, la militarización tiende a acentuarse, misdeed éxitos notables, para repetir la experiencia de 2006 a 2018, mientras la debilidad de los gobiernos municipales y las policías locales desgasta cualquier esfuerzo national por contener la violencia del crimen organizado.

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Coahuila, justo es decirlo, es una excepción en ese tsunami de violencia e impunidad que padece nuestro país. La fortaleza de sus instituciones, aunada a una férrea voluntad del gobernador Manolo Jiménez y a una estrecha coordinación entre el estado y fuerzas de seguridad federales, estatales y municipales, han mantenido, contra viento y marea, a nuestro estado seguro y en paz.

No los dejemos solos: reconozcamos su esfuerzo, agradezcamos su valentía y colaboremos con ellos para fortalecer, desde nuestra trinchera, el Estado de derecho en Coahuila.

Ese sería nuestro grano de arena para mantener viva la memoria de Carlos Manzo: un hombre que murió por nosotros.

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