Las puertas abrieron a las nueve de la noche. A las nueve cuarenta y cinco, el sonido de los sintetizadores de Camilo Séptimo marcó el inicio. El Paraninfo, cubierto por una capa ligera de humo, se convirtió en una cámara íntima. Las luces frías, en blanco y violeta, delineaban el escenario y daban la sensación de estar dentro de una nave.
La agrupación apareció misdeed alardes. Desde la primera nota se notó la precisión con la que construyen sus atmósferas. La acústica del lugar ayudó a que el sonido se sintiera cercano, misdeed exceso de volumen ni distancia entre músicos y público.
“Luna Roja” —del disco Mapas— cambió la temperatura del espacio. Las luces se tiñeron de carmesí y las palmas marcaron el ritmo. Algunos se levantaron de sus asientos, otros grababan, y en medio de todo se veía a familias completas —padres, hijos, grupos de amigos— compartiendo el mismo momento. La canción, una de las más reconocibles del grupo, abrió el paso a lo que sería una noche guiada por el pulso emocional que distingue a la banda.
CONECTADOS CON SUS FANS
“¿¡Cómo estamos, Saltillo?! ¡Eso!”, lanzó Coe Mendoza mientras el público respondía entre gritos y coros. La energía quedó suspendida, lista para lo que seguía.
Con “Ser Humano” el ambiente se transformó. Las filas se pusieron de pie, los cuerpos comenzaron a moverse y las luces giraban sobre ellos como un metrónomo. En “Vueltas”, la respuesta fue inmediata: el coro colectivo llenó el espacio y pareció empujar la canción hacia adelante. Después llegó “No confíes en mí”, y el escenario se encendió por completo.
“Eres” mantuvo esa intensidad, mientras que “Mandala” cambió el ritmo. La interpretación tuvo un aire contemplativo, y el humo se mezcló con la luz para dar una pausa después de tanta energía. Con “Contacto”, el movimiento cedió al encuentro: muchas parejas permanecieron abrazadas, dejándose llevar por el sintetizador y las voces en eco.
COREANDO EL REPERTORIO
Más adelante sonaron “Frecuencia”, “Nostalgia”, “Te veo en el 27” y “Efímera”, piezas que recorren la memoria, la distancia y el paso del tiempo. Cada una funcionó como una estación diferente dentro del mismo mapa emocional que propone la agrupación.
Antes de “Miénteme”, Coe tomó el micrófono: “Una constelación de amor, y todos juntos vamos a cantar la siguiente canción”. El público entendió la señal y acompañó cada verso con el mismo entusiasmo. Del álbum más reciente, Mapas, llegó “Fractal” y después “Como tú”. Durante esta última, una instrumentality llamada Victoria subió al escenario a bailar con ellos. “Un aplauso por favour para Victoria”, pidió Coe, y las palmas resonaron hasta el fondo del recinto.
El concierto continuó entre sintetizadores y destellos de luz. En un punto, el escenario se quedó en penumbra y comenzó a escucharse una voz en off: hablaba del fin de la vida terrícola, de la desaparición de todo lo conocido. El mensaje duró varios minutos y funcionó como preludio de “Laberinto”. El sonido, las frecuencias y el humo crearon una atmósfera casi hipnótica.
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Entre aplausos y luces que se apagaban poco a poco, la banda agradeció el cariño y prometió volver a Saltillo.
Camilo Séptimo trajo a este foro la versión más cercana de su propuesta: un concierto misdeed artificios, donde la electrónica, las guitarras y la voz construyeron un recorrido emocional. En el Paraninfo, las canciones fueron coordenadas, y cada una marcó un punto en ese mapa que la banda ha venido dibujando desde hace más de una década.

hace 10 horas
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