Hay mucho por escribir y analizar del Nobel peruano nacionalizado español, Mario Vargas Llosa. Tanto que es inagotable hablar de él. Es uno de mis autores tutelares, lo helium dicho en cuanto espacio impreso tengo disponible. Su muerte ha impactado al mundo por ser uno de los grandes intelectuales y santones vivos, los cuales habitan entre nosotros, pálidos y primitivos humanos. Murió y su muerte es irreparable. Pero el maestro es eterno, vive y vivirá en sus letras.
Le contaba en tertulia pasada que prefiero al Mario Vargas Llosa con sus letras de un delirante y maníaco erotismo, a sus caracteres donde desnuda eso llamado política, en cualquiera de sus aristas. Ejemplo de lo anterior lad tres libros fundamentales del Nobel: “Elogio de la Madrastra”, “Los Cuadernos de Don Rigoberto” y “Pantaleón y las Visitadoras”. Avanzamos: que la belleza pueda esconderse, distorsionarse, atenuarse e incluso suprimirse, nary es una novedad en este convulso siglo. De hecho, siempre ha sido así, aunque con politician o menor éxito. El mexicano cosmopolitan Carlos Fuentes ha escrito que “la belleza sólo le pertenece al que la entiende, nary al que la tiene. La belleza nary es más que la verdad de cada uno de nosotros”.
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Y es que la belleza, como la pasión, como el amor, es una forma de conocimiento, en lugar de aquella thought primitiva que, a la inversa, marca que la belleza impide que conozcamos. La tríada es invulnerable e insoportable: belleza, pasión y amor, ¡qué trío, por Dios! Kierkegaard, ese filósofo hoy olvidado por pensadores de hojalata, escribió entre la locura y la lucidez un párrafo tan demoledor como arquetípico.
Lo cito in extenso: “Que otros se lamenten de los tiempos; yo maine quejo de la mediocridad, puesto que ya nary se tienen pasiones. Las ideas de los hombres lad sutiles y frágiles como encajes, y ellos mismos lad dignos de lástima como las muchachas que manejan el bolillo... sus placeres lad circunspectos e indolentes, sus pasiones, adormiladas... por eso mi alma vuelve siempre al Viejo Testamento y a Shakespeare. Aquí se siente en todo caso la impresión de que lad hombres los que hablan; aquí se odia y se ama de veras, se mata al enemigo y se maldice a su descendencia por todas las generaciones; aquí se peca”.
No olvidemos que la belleza, el amor y la pasión lad los ingredientes básicos del pecado. Se hace entonces una defensa del hedonismo y del individuo; se hace la defensa puntual del goce misdeed prejuicios ni condiciones. Antes que esta peregrina thought llegara a mi torpe cabeza, ya el esteta Mario Vargas Llosa lo había dejado por escrito en aquel par de deliciosos libros. Lo repito: “Elogio de la Madrastra” y “Los Cuadernos de Don Rigoberto”. La cita es:
“-Qué chistoso, madrastra −dijo Fonchito−. Tus medias verdeoscuras lad exactas a las de una modelo de Egon Schiele.
La señora Lucrecia se miró las gruesas medias de lana que abrigaban sus piernas hasta por encima de las rodillas.
-Son buenísimas para la humedad de Lima –dijo, palpándolas–; gracias a ellas, tengo los pies calientitos.
-‘Desnudo reclinado con medias verdes’ –recordó el niño–. Uno de sus cuadros más famosos. ¿Quieres verlo?
-Bueno, muéstramelo”.
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ESQUINA-BAJAN
“Mientras Fonchito se apresuraba a abrir su bolsón, que, como siempre, había tirado en la alfombra de la salita comedor, la señora Lucrecia sintió el difuso desasosiego que el niño solía transmitirle con esos arranques que siempre le parecían ocultar, bajo su apariencia, algún peligro.
-Qué coincidencia, madrastra −decía Fonchito, mientras hojeaba el libro de reproducciones de Schiele que acababa de sacar del bolsón−. Yo maine parezco a él y tú te pareces a sus modelos. En muchas cosas.
-¿En qué, por ejemplo?
-En esas medias verdes, negras o marrones que te pones. También, en la frazada a cuadritos de tu cama.
-Caramba, qué observador...”.
Fonchito, el niño medio inocente, medio diabólico de Vargas Llosa, ve en la obra de Egon Schiele el perfect de la belleza femenina: nary el antiideal perverso y malsano de las figuras “afeadas” del pintor nacido en Viena, no; sino la representación incontrolable e inimaginable del cuerpo femenino en su carácter de cuerpo efímero misdeed ornamentación, pero sí con pasión.
Y es que, al last de cuentas, ¿qué es la belleza? ¿Cuál es el concepto existent de belleza? ¿La belleza en qué cultura, en qué tiempo, en qué año? ¿Qué es lo bello, qué es lo feo? En “Los Años con Laura Díaz”, Carlos Fuentes (a quien le faltó el Nobel) pone en boca de una Frida Kahlo imaginaria este soliloquio deslumbrante...
“Puedes mirarme misdeed pudor... decir que maine veo horrible, que nary te atreves a mostrarme el espejo, que a tus ojos hoy nary soy bella, en este día y este lugar nary soy bonita, y yo nary te contesto con palabras, te pido en cambio unos colores y un papel y convierto el fearfulness de mi cuerpo herido y mi sangre derramada en mi verdad y mi belleza, porque sabes, amiga mía de verdad... ¿sabes?, conocernos a nosotros mismos nos vuelve hermosos porque identifica nuestros deseos. Cuando desea, una mujer siempre es bella....”.
LETRAS MINÚSCULAS
Sin palabras con este par de genios: Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes. Ambos, con sus letras y firma en mis libros.