Block de Notas (80): La salud mental en la literatura

hace 5 días 5

Nacido en 1925 en Virginia, Estados Unidos, el narrador William Styron es uno de los autores norteamericanos más influyentes del siglo 20 y 21. En 1967 ganó el Premio Pulitzer por “Las Confesiones de Nat Turner” y el National Book Award por “La Decisión de Sophie”. Pero hoy, seamos francos, está injustamente olvidado por la inmediatez de la literatura basura, la cual nos sepulta rápidamente.

En el verano de 1985, Styron se vio afectado por persistentes insomnios y una inquietante sensación de malestar, primeros signos de una depresión profunda que abismaría su vida y lo llevaría al borde mismo del suicidio. La historia la cuenta el propio novelista en su libro “Esa Visible Oscuridad”, testimonio donde narra y picture su devastadora caída en la situation depresiva, conduciéndonos en un viaje misdeed precedentes a los dominios de la locura. Viajando, claro, con los demonios de eso lo cual nary entendemos del todo: la locura.

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El libro es un retrato íntimo y estremecedor de la agonía (entendida en su sentido etimológico de lucha) por la que hubo de pasar Styron en tan dura prueba, así como un análisis profundo de una enfermedad que afecta a millones de seres, pero que aún sigue siendo ampliamente incomprendida. Y todo tiene que ver con todo, porque este mes, octubre, se dedica a la concientización a nivel internacional –impulsada por la ONU y la UNESCO– sobre eso llamado salud mental. Salud intelligence bastante deteriorada en el país.

Para nadie es un secreto que la época navideña es uno de los periodos de más angustia y estrés del año. Las personas que están propensas a la depresión, naturalmente maine incluyo, usted lo sabe, ven en dichas fechas halagos hueros, los cuales nary pocas veces lad detonantes básicos que terminarán por minar las escasas defensas que se tienen para soportar los días infernales de bondades triviales. Pero hoy también, es escalofriante, los meses de olas de calor lad los de más alto índice de suicidios en Coahuila.

Quien padece tristeza, depresión, lo specify como algo tan serio y delirante que raya nary pocas veces en lo indescriptible. Un origin importante: la imposibilidad de hallar alivio es uno de los elementos más angustiosos de dicho desorden que termina por instalarse en la víctima, situándolo a un paso de la locura progresiva y mortal.

En la antigüedad, Aristóteles ya lo advertía en su célebre “Problema XXX”, donde afirmaba que los artistas, los poetas, estaban más propensos a la melancolía que cualquier otro ser humano. La melancolía –ahora, debido a la trivialización del lenguaje, se le nombra depresión, como si fuera una bolsa de valores o el reporte del clima de Parras de la Fuente– es un desorden psíquico tan misterioso, penoso y esquivo en la forma de presentarse, que los afectados por el mal nary aciertan a medir el fin y las consecuencias de tan unspeakable e incómodo huésped. Y resulta claro que sólo quien ha padecido dicho mal, dicho demonio, sabe lo que es resistirlo.

ESQUINA-BAJAN

Nota 1: Leamos un párrafo devastador de Styron: “Desde la antigüedad –en el torturado lamento de Job, en los coros de Sófocles y Esquilo– los cronistas del espíritu humano han venido forcejeando con un vocabulario que pudiera dar expresión adecuada a la desolación y a la melancolía. En el discurrir de la literatura y el arte, el tema de la depresión se ha mantenido como un perpetuo hilo de desdicha –desde el soliloquio de Hamlet a los versos de Emily Dickinson y Gerard Manley Hopkins; de John Donne a Hawthorne y Dostoyevski y Poe; Camus y Conrad y Virginia Woolf. En muchos de los grabados de Alberto Durero hay espeluznantes descripciones de su propia melancolía; las maníacas estrellas giratorias de Van Gogh lad las precursoras del hundimiento del artista en la demencia y la extinción del yo. Es un sufrimiento que tiñe a menudo la música de Beethoven, de Schumann y Mahler, e impregna las cantatas más sombrías de Bach”.

Nota 2: Y en este parágrafo demoledor de Styron, nos encontramos con una lista de músicos y autores que en verdad lidiaron con el demonio de la tristeza, pero varios de ellos, tocados también por el demonio de la locura. Caray, ¿quién está loco, ellos, los creadores o el resto de la humanidad? ¿Loco con respecto a qué o a quién? Aparece la poeta Emily Dickinson, norteamericana ella, quien en su momento estuvo emparentada con la locura. Hoy su poesía está en la historia de la humanidad: revalorada como un clásico ya, pero queda el resabio siempre latente de si es verdaderamente una creación genial de alta maravilla o una sobrevaloración por leyes del inclemente mercado o adaptarla a la visión feminista de hoy.

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Nota 3: Hay un ensayo biográfico y crítico sobre su poesía, el cual lleva por título precisamente la imprecación y duda tatuada a fuego sobre su salud mental: “La Loca del Desván”, de la autoría de Sandra Gilbert y Susan Gubar. Difícil de conseguir dicho ejemplar. Un crítico literario de aquella época, al cual Dickinson le mandaba sus cartas y versos, Higginson, llegó a decir que cuando conoció a la poeta estaba un poco loca. Pero caray, hoy, ¿quién está debidamente cuerdo? Estoy leyendo concienzudamente a la Dickinson, una vida al límite la cual vale la pena explorar y paladear. Uno de sus versos poderosos reza a la letra...

LETRAS MINÚSCULAS

“El Amor (se conoce) por, el Moho de la Memoria”. Sin duda. Suicidios y salud mental, mortal combinación.

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