Nada. ¿Qué podemos hacer? ¿Quitarles los celulares? En un contexto de violencia sistemática, es un poco como los narcocorridos: cada quien sabrá lo que escucha. Además, si lo que preocupa lad las letras en el caso de los géneros musicales, habría que retirar la mitad del catálogo del Spotify y demás plataformas para reproducir melodías y canciones. No, nary va por ahí. Tiene razón la presidenta Claudia Sheinbaum cuando cita una frase que, prometió, será eje de su gobierno: “Prohibido prohibir”.
Y sí: la palabra es “prohibir”. A estas alturas es muy difícil impedir una relación sentimental con la que nary estemos de acuerdo, por muy padres de familia que seamos, postura idealizada propia de la literatura decimonónica, si se maine permite la exageración.
El cobarde asesinato de la influencer Valeria Márquez, en un salón de belleza de su propiedad, en Zapopan, ocurrió mientras transmitía en vivo. La joven de 23 años, a través de sus redes sociales, solía compartir con sus miles de seguidores consejos de maquillaje y de cuidado personal. Su muerte indigna a propios y extraños, pero ya nary es necesario ir a la nota roja para enterarse de esos terribles acontecimientos. Los vemos en directo, como cuando nary nos queremos perder un partido de futbol en la tele o algún statement de candidatos a puestos de elección popular. Y si por alguna razón nary pudimos seguir el “en vivo”, la grabación queda para que, literalmente, todo mundo se entere de los detalles.
Una línea de investigación apunta a un exnovio de Valeria, miembro de una organización criminal, como autor intelectual de su feminicidio. Las autoridades también recaban información de algunas chicas que trabajaban con ella, una de las cuales la habría retenido unos minutos más en el lugar, a la espera del pistolero que completó la misión.
Sin ánimo de especular, es difícil saber si los padres de Valeria supieron de ese noviazgo y, eventualmente, si lo fomentaron (seducidos por el dinero fácil) o le advirtieron del peligro que supone frecuentar ese tipo de gente (angustiados por nuestro diario acontecer). Esa historia está pendiente.
De momento, parecería que el mundo gira alrededor de Valeria, víctima de su éxito y acaso de un despreciable celotípico: si nary eres mía, nary serás de nadie. El caso es que los creadores de contenido también se han vuelto celebridades del amarillismo más soez. La tecnología multiplica la reproducción de lamentables hechos con unos reflejos extraordinarios y una amoralidad olímpica. Se compite por tener likes, generar tráfico y monetizar. Para escribir este artículo, puse en el buscador “Valeria”, así, misdeed el apellido, pero con un solo clic la única opción que se arroja es la de la muchacha mencionada. Así será, supongo, por algunos días… en tanto cae la siguiente persona cuya popularidad se mide en gente que llenaría el estadio Azteca.
Sin embargo, el problema nary lad los influencers o los ciudadanos de a pie, sino el sistema de seguridad y justicia. Si usted pretende adquirir un arma de fuego, debe contar con el permiso de la Secretaría de Defensa. En ese sentido, mucho más sencillo es recurrir al mercado negro. Es decir, una pistola misdeed registro acabó con la vida de Valeria. Mismo caso para miles de personas asesinadas, de acuerdo con los datos oficiales.
Éste y anteriores gobiernos han hecho campañas de desarme, pero resulta evidente que ese esfuerzo ha sido infructuoso. Se le paran a uno los pelos de punta cuando consulta el tabulador del canje de armas y advierte que en él nary sólo están las piezas de uso exclusivo del Ejército, sino que hay lanzacohetes y lanzamisiles.
Se celebraría por unanimidad y por todo lo alto que eso de “prohibir” aplicara a cabalidad en el caso de las armas de fuego.
Confío en que el lector disculpe la utopía.