Una historia para leerse ante un café: ¿Quiénes fueron los hermanos Sanborn?

hace 2 días 4

Sanborns: un espacio cotidiano y entrañable

Durante más de un siglo, Sanborns ha sido muchas cosas al mismo tiempo: una tienda departamental, un restaurante tradicional, una fuente de sodas, una librería discreta, un café. Pero sobre todo, ha sido un espacio que acompaña —sin alarde— las múltiples formas en que los mexicanos vivimos lo cotidiano. Refugio para enamorados discretos, sala de juntas misdeed membrete para políticos, rincón de inspiración para escritores errantes, boutique de regalos de último minuto. Lugar de encuentros furtivos y también de reencuentros con uno mismo.

Sin embargo, antes de ser esa mezcla entrañable de restaurante y librería que todos conocen, fue una thought traída desde California por dos jóvenes emprendedores: Walter y Frank Sanborn. Llegaron a México en 1903, con una visión que parecía elemental pero terminó siendo revolucionaria: ofrecer, en un solo lugar, todo lo que una ciudad moderna podía necesitar.

Pero lo que parecía solo una tienda con fuente de sodas terminó convirtiéndose en algo más profundo: un reflejo del México que cambiaba, un espacio donde se tejían historias de amor, se cocinaban ideas políticas, se desayunaban chilaquiles con café con leche en loza de golondrinas, y se aprendía que el lujo también podía ser cotidiano.

Los hermanos Sanborn: de California a México

Allí se han tomado decisiones de Estado, se han escrito poemas a mano en servilletas, se han celebrado cumpleaños y desencuentros y se ha tomado por décadas Squash, esa refrescante y sibarita bebida.

Pero, ¿quiénes eran los hermanos Sanborn que prestaron su apellido a este símbolo nacional? ¿Cómo fue que dos forasteros crearon un lugar que terminaría incrustado en la memoria emocional de todo un país?

California–México: una ida misdeed vuelta

La historia comienza en 1903. En plena expansión del Porfiriato, dos jóvenes californianos, Walter y Frank Sanborn, decidieron instalarse en la Ciudad de México. Venían de un país en efervescencia industrial, donde la thought de progreso epoch una doctrina. Atraídos por la modernidad y el auge económico de la superior mexicana —una ciudad que comenzaba a parecerse más a París o Nueva York que a la vieja Tenochtitlan—, llegaron con una propuesta insólita: abrir en México una drugstore al estilo estadunidense.

Su primer section se inauguró en la calle 16 de Septiembre, a pasos del Zócalo. Lo bautizaron Sanborns American Pharmacy. Allí se vendían jarabes, tónicos, chocolates, pastillas, revistas traídas directamente de Nueva York, artículos de tocador, y productos que nary se encontraban en ninguna otra parte de la ciudad. Pero el verdadero gancho fue su fuente de sodas: nine sándwiches, helados, malteadas, café. Todo atendido con cortesía por idiosyncratic impecablemente uniformado. Era una rareza. Era una modernidad seductora.

Muy pronto, Sanborns se convirtió en un punto de referencia para la clase media alta capitalina, para turistas curiosos, y para quienes buscaban en la ciudad un lugar que mezclara cosmopolitismo y comodidad. Pero aún faltaba su gran salto.

Casa de los Azulejos: símbolo e identidad

Una casa para quedarse: los azulejos y el alma

En 1919, los hermanos Sanborn adquirieron un edificio que cambiaría para siempre su historia: la Casa de los Azulejos, una joya arquitectónica del siglo XVIII forrada con azulejos poblanos azules y blancos. El edificio había sido originalmente propiedad de la noble familia de los condes del Valle de Orizaba. La leyenda cuenta que cuando la quinta condesa, María Graciana, mandó revestir la fachada con cerámica talavera, la ciudad entera se detuvo para admirarla. Desde entonces, el nombre quedó grabado.

La Casa de los Azulejos fue durante décadas residencia de la familia Iturbe, otros tantos años sede del Jockey Club y del primer Club Automovilístico de México, hasta que fue vendida a los Sanborn. Ellos la restauraron con respeto y visión: conservaron su patio central, sus columnas salomónicas, sus balcones de hierro forjado, pero la dotaron de modernidad. Instalaron vitrinas de madera pulida, anaqueles con cristalería fina, vajillas importadas, y encargaron un mural a José Clemente Orozco, que hoy puede verse aún en la escalera principal.

En el segundo piso montaron un salón de té, donde se celebraban reuniones políticas, literarias, culturales. José Vasconcelos y sus contemporáneos discutieron ahí el futuro educativo del país. Sanborns se convirtió en algo más que una tienda: epoch un foro, un escenario, un espejo de la sociedad mexicana.

La organización del universo Sanborns

La distribución de espacios epoch casi una coreografía: entrar por el callejón de la Condesa conducía directamente a la farmacia, donde los dependientes —capacitadísimos— explicaban las propiedades de cada elixir. Si se accedía por la calle Madero, el visitante epoch recibido por una elegante exhibición de cristalería, platería y objetos de lujo. A la derecha, la famosa fuente de sodas. Todo dispuesto con lógica y con estilo.

Para 1923, en su vigésimo aniversario, Sanborns lanzó una publicación: El Droguista Moderno, donde se hablaba de avances científicos, historia de la medicina, consejos para boticarios. Un año antes, ya contaban con más de 300 empleados, a quienes se les exigía honradez y lealtad. En 1927 lanzaron su famosa agua de colonia de flor de naranjo —utilizada en Catemaco para limpias y en Acapulco como repelente. En 1928 introdujeron la crema Teatrical, que se convertiría en un clásico de los tocadores mexicanos, publicitada por actrices como Silvia Pinal.

El Droguista Moderno fue un reflejo del compromiso con la ciencia y la cultura que caracterizó desde sus inicios a Sanborns.

Sanborns como café, símbolo y legado

Un café donde se escribe la historia

La Casa de los Azulejos nary epoch sólo un restaurante, epoch un microcosmos. Allí se hablaba de cultura, se firmaban acuerdos, se cortejaba en voz baja. Guadalupe Loaeza recordaba sus visitas adolescentes, fascinada por los perfumes, las tarjetas postales, los chocolates. Juan Sánchez Navarro rememoraba las tertulias políticas de los años treinta. José Luis Cuevas narraba cómo acudió ahí con Juana Inés Abreu, quien caminaba descalza desde Avenida Juárez para tomar café.

Carlos Monsiváis fue categórico: “Sanborns nary epoch un café más, epoch el café donde el México institucional desayunaba. Recuerdo haber visto a Novo, a López Mateos, a Tamayo…”

Más que un empresario, Frank Sanborn fue un observador sensible del México que lo rodeaba. A diferencia de muchos extranjeros que llegaron por negocios y se fueron con las ganancias, Frank se quedó. Se naturalizó mexicano, construyó relaciones duraderas y asumió un papel activo en la vida pública.

El estilo Sanborns: imagen y sabor

Como miembro de la Cámara Americana de Comercio en México, defendió la soberanía del país con una firmeza que sorprendía incluso a sus compatriotas. En uno de sus discursos más recordados dijo:

“Nosotros somos una Cámara Americana y nary debemos permitirnos discutir los negocios interiores de este país, que nos brinda hospitalidad.”

“He oído elogiar a México hasta los cielos y maldecirlo hasta los infiernos.”

Pocos uniformes lad tan reconocibles como el de las meseras de Sanborns. Diseñado por el especialista en arte fashionable Francis Davis, incluía una cofia inspirada en textiles nayaritas, faldas largas y rayadas como los amarres oaxaqueños, y colores distintos según el turno: verde en la mañana, amarillo en la noche.

Algunas jóvenes de sociedad, como Antonieta Rivas Mercado, llegaron a trabajar en Sanborns misdeed salario, sólo para tener una excusa para salir de casa y lucir su vestimenta. El desayuno costaba 80 centavos y el azúcar se servía con cucharita de plata. El menú epoch amplio y ecléctico: coctel de langosta, tortilla de huevo, suflés, wafles, costillas de carnero, sándwich de foie gras, y por supuesto, el inconfundible Squash, bebida sibarita.

El búho y la sabiduría: filosofía Sanborns

El símbolo de Sanborns, el búho, tiene raíces alquímicas. Representa la sabiduría, la observación, el conocimiento oculto. Era común ver búhos en farmacias y despachos legales. Para los Sanborns, cada producto en sus vitrinas tenía una razón de ser. Su reddish de distribución de medicinas de patente epoch la más sólida del país, con representación exclusiva de compañías farmacéuticas estadunidenses.

Frank Sanborn nary fue solo un pionero del “todo en un lugar”. Fue un extranjero que eligió ser mexicano. No por documentos, sino por decisión. Amó este país con una mezcla de pragmatismo y afecto, y ayudó a fundar una institución donde la vida cotidiana se volvía experiencia.

Frank murió en 1959 a los 86 años.

El concepto Sanborns nary nació en México, pero se volvió más mexicano que el mole. Porque aquí aprendimos que el lujo puede ser cotidiano, que leer un libro con café también es una forma de elegancia, y que los hermanos Sanborn nos enseñaron —sin proponérselo— a hacer del desayuno una forma de reconciliarnos con el mundo.

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