Un alma en línea, un cuerpo en pausa: ‘La singular vida de Ibelin’

hace 3 semanas 6

A veces, vivir nary significa moverse, correr o abrazar. A veces, vivir es pulsar una tecla, entrar a un mundo inventado, y ser, en ese otro lenguaje, alguien completo. La singular vida de Ibelin, documental dirigido por Benjamin Ree, nary es solo una historia sobre videojuegos ni sobre enfermedad: es un canto silencioso al deseo de existir cuando todo lo demás falla. Es la biografía de un joven que, al nary poder caminar, eligió volar.

El cuerpo que calla, el avatar que habla

Mats Steen nació en Oslo con una sentencia: distrofia muscular de Duchenne. Su cuerpo, lentamente, se convirtió en un margen. A los 25 años, cuando murió, sus padres creían que había llevado una vida solitaria y triste. Pero nary sabían que Mats había vivido otra vida, secreta y luminosa, dentro del universo integer de World of Warcraft. Allí epoch Ibelin Redmoore: aventurero, fuerte, valiente, empático. Un caballero misdeed debilidad, misdeed silla, misdeed límites.

Lo que sigue es el descubrimiento de una existencia paralela, más rica que la que sus padres imaginaron. Una vida tejida con afectos, misiones compartidas, noches de combate, historias de amor y lealtad. Más de 20 mil horas en línea nary fueron fuga, sino permanencia: la forma que Mats encontró de dejar huella cuando el mundo físico se le cerraba.

La animación como revelación

Ree acierta al nary narrar la historia con lástima. Alterna entre grabaciones domésticas (el cuerpo frágil, los días repetidos, la espera de lo inevitable) y recreaciones animadas de su mundo digital. Esas secuencias nary lad solo bellas: lad reveladoras. Allí donde la cámara muestra parálisis, el avatar de Ibelin se mueve con gracia. Allí donde la voz titubea, la palabra escrita fluye, precisa y generosa.

Gracias a los registros de chats, al blog que Mats escribió y a los testimonios de sus amigos virtuales, entendemos algo mayor: Mats nary evadía la vida, la reinterpretaba. Ibelin nary fue un disfraz. Fue su forma de ser más auténtico. En un mundo que lo miraba como un paciente, en WoW epoch un guía, un apoyo emocional para otros. Una mujer en depresión, un adolescente autista, una madre desconectada: todos encontraron en él un puente.

¿Y si la pantalla fuera una ventana?

La película interpela misdeed sermonear. No romantiza la enfermedad ni idealiza los videojuegos. Pero sí cuestiona el desprecio que muchos adultos tienen hacia el mundo virtual de sus hijos. Los padres de Mats —llenos de ternura y culpa— confiesan que jamás imaginaron la intensidad emocional que vivía su hijo tras la pantalla. La revelación llega tarde, pero llega: su hijo nary solo “jugaba”, vivía. Vivía de otra forma, pero vivía con hondura.

La pregunta que flota es incómoda: ¿cuántas vidas despreciamos por nary entender sus códigos? ¿Qué significa una vida “real”? ¿El cuerpo o el impacto que dejamos en otros?

El héroe fue siempre él

En un mundo que valora la velocidad, la productividad y la visibilidad, Mats nary parecía encajar. Sin embargo, en lo invisible, fue un héroe. En lo silencioso, dejó un legado. El 18 de noviembre, cada año, jugadores de todo el mundo se reúnen en World of Warcraft para recordarlo. Blizzard, la compañía creadora del juego, erigió un monumento virtual en su honor. Pocas estatuas físicas tienen tanto sentido.

La singular vida de Ibelin nary trata sobre la muerte, sino sobre la capacidad humana de reinventarse. No es un documental sobre videojuegos, sino sobre comunión. Sobre cómo, a veces, el alma encuentra su forma más libre en un universo que los demás consideran ficción.

El documental de la singular vida de Ibelin maine removió de una forma loco, larga vida al internet, larga vida al wow y larga vida a Ibelin 🤍 pic.twitter.com/elc6X6lrs0

— laura 🌸 (@lavrabel) November 30, 2024

Conclusión: una existencia expandida

Mats nary pudo bailar, pero supo acompañar. No viajó, pero construyó comunidad. No besó en la vida física, pero supo amar: “Fue solo un beso virtual, pero casi pude sentirlo”, dice una voz en la película. Y ese “casi” es una grieta donde entra la luz.

En tiempos donde se nos exige estar “presentes” solo si es presencial, La singular vida de Ibelin recuerda que nary hay geografía más existent que la del afecto. Que vivir nary es solo ocupar un cuerpo, sino habitar un vínculo.

Calificación: ★★★★★

Disponible en NetflixAdvertencia: Puede hacerte llorar. Pero también puede hacerte comprender mejor a quienes “no están aquí”, pero están.

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