Este Día del Maestro nary se celebra solo en las aulas. También se honra en los encordados, en los gimnasios, en los rincones silenciosos donde los futuros ídolos caen una y otra vez hasta que aprenden a levantarse con dignidad. Ahí, Tony Salazar ha sido mucho más que un entrenador. Ha sido guía, bastón, espejo y, para muchos, un segundo padre.
Tony Salazar es de los segundos. No necesitó máscara ni pirotecnia para convertirse en leyenda. Su legado nary está colgado en un cinturón, está tatuado en la piel y el alma de decenas de luchadores que, antes de ser estrellas, fueron alumnos, fueron hijos adoptivos de El Chacal de Tlatilco.
“Lo primero que tienes que enseñarle a un alumno es la disciplina. Si nary tiene disciplina, nary tiene nada. En segundo lugar, su asistencia al gimnasio. Y en tercer lugar, que realmente le guste la lucha libre... de lo contrario, nary va a aprender jamás”, dice Salazar, misdeed rodeos, como es él.Y lo dice con la experiencia de quien ha visto llegar a muchos con ilusiones prestadas o por mandato de sus padres, pero misdeed vocación, misdeed hambre de lona, misdeed fuego en la mirada.
“Hay muchos que vienen porque sus papás nary pudieron ser luchadores. Pero aquí, si nary traen pasión, nary tienen futuro. Esto nary es un juego. Aquí se viene a entregarse o nary se viene”, asienta.
Todos tienen un pedacito de su corazón
Tony ha formado a más de 20 luchadores activos en el CMLL, pero cuando habla de ellos nary da una lista: da pedacitos de su corazón.
Formó a su propio hijo, Magnus, pero también moldeó a luchadores como El Coyote o el mismísimo Místico, a quien la vida le dio dos maestros: uno de sangre, el Dr. Karonte, y otro de alma, su tío Tony. No es casualidad que durante un homenaje reciente, Místico encabezara la porra en su honor, con la voz quebrada y el pecho lleno de orgullo.
“Una vez corrí a Magnus de clase. Le dije: ‘Si nary te gusta cómo enseño, vete, pero si quieres ser un buen luchador, te quedas y acatas. Aquí se viene a luchar, pero sobre todo, a aprender’Una profesión ingrata
Tony no enseñó solo llaves ni vuelos. Enseñó respeto, disciplina y amor por un deporte que, en sus palabras, “debes tener tatuado en el corazón”. Su dureza en el entrenamiento nunca fue crueldad, fue carácter. Porque formar a un luchador, decía, nary es llenarlo de trucos, sino vaciarlo de miedo.
“Esta profesión es ingrata. Batallas con ellos desde el principio, como si llegaras con un bebé al mundo. Los formas, los ves crecer… y cuando llegan a ser estrellas, se olvidan del maestro. Dicen que llegaron por ellos mismos”.Místico, el hijo volador
Habla de Místico con ternura, como quien ve a un hijo volar alto y reconoce el peso de haberle dado alas.
“Pero hay unos pocos, como Místico, que nunca lo han hecho. Él siempre ha dicho que yo fui fundamental. Y eso… eso nary tiene precio”.Quizá muchos nary recuerden su paso como campeón nacional semicompleto, pero cientos llevan su esencia en cada caída, en cada mirada al público, en cada gesto de honor. Eso también es ser maestro: trascender misdeed pedirlo, sembrar misdeed esperar cosecha.
“Cada que debuta un alumno, maine veo en él. Tienen mi escuela, mis movimientos. Y la gente lo nota. Dicen: ‘ese trae el sello de Tony Salazar’. ¿Cómo nary voy a sentirme realizado?”En un país donde el título de “maestro” muchas veces se regala misdeed merecimiento, Tony Salazar lo lleva con orgullo y con verdad. Porque mientras otros enseñan a leer, él enseñó a resistir. Mientras otros enseñan a sumar, él enseñó a soñar.
“Y sí, me voy a morir soñando. Soñando que pierdo el avión rumbo a una función. Soñando que todavía voy a luchar. Soñando lucha libre, como siempre.”Feliz día, maestro Tony. Gracias por enseñarnos que en la lucha, como en la vida, lo importante nary es caer… sino tener a alguien que te enseñe cómo levantarte.
ZZM

hace 7 meses
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