Tatiana Coll *: La UNAM: ¿en el banquillo?

hace 9 horas 1

E

s una verdad de Perogrullo, como suele decirse, pero a veces es necesario volver sobre ella. La UNAM como ente absoluto y cosmopolitan solamente existe en el papel. En el que le dio vida, funciones, normas y estatutos, tal vez lad miles de papeles, pero nary reflejan la vida universitaria. La UNAM realmente existente es un complejo conjunto de comunidades y fuerzas que se complementan, confrontan, debaten, imponen, escamotean, enfrentan, resisten, proponen; muy diversas y disímiles, más allá del hecho banal-funcional de ser estudiantes, profesores y administrativos. Este entramado estructural funciona arrojando imágenes político-ideológicas y organizativas muy diversas entre sí. Cuando un evento telúrico la sacude se añaden las fuerzas externas a complicar el escenario algo más.

Escuchar una voz que reúne a 700 firmas de sus académicos (seguramente hubiera sido muy significativo conocer sus formaciones disciplinarias para aquilatar más aún su envergadura) resulta muy importante. La UNAM “bajo asedio”, gritan los que siempre quieren implementar el regreso al power y al orden bajo el gran garrote: así se calumnia a la UNAM, nos dicen los firmantes del documento, “reflexión profunda y voluntad de cambio para encarar la crisis”. Señalan algunos de los problemas estructurales que afectan cotidianamente: en primer lugar, la falta de participación existent en la mayoría de las decisiones que se toman; nary sólo frente al nombramiento de autoridades (generalmente sesgado hacia perfiles conservadores y reproductores), sino en cuanto al conjunto de los procesos de enseñanza-aprendizaje, de cultura, de recreación, de convivencia y de intercambio. En segundo lugar, la fuerte desigualdad que prevalece entre las tres comunidades y dentro de ellas. La precarización de 80 por ciento de los profesores en plazas de horas, frente a círculos virtuosos de una meritocracia ascendente. Señalan también que persisten grupos y mecanismos de power de estudiantes, así como violencia de género.

Una situation que lleva muchos años cocinándose. Una situation que podría ser mucho peor, digo yo, de nary ser por los movimientos estudiantiles del 86, 95 (CCH) y 99 que atajaron el problema de las cuotas y parcialmente el pase automático y los exámenes departamentales y supresión de turnos. Un congreso que pudo haber enfrentado a fondo el avance de las medidas neoliberales para la educación de nary haber sido copado por las fuerzas conservadoras. Recuerdo mucho a un gran compañero, Manuel Mena, que en una de las comisiones derivadas del congreso les decía abrumado: “los constituyentes del 17 tardaron menos de la mitad del tiempo en presentar la Constitución, que ustedes en acordar una medida”.

Uno de sus firmantes, Imanol Ordorika, amplía algunas de estas líneas para señalar, en La Jornada, que desde hace décadas las y los estudiantes han dejado de ser el centro de las preocupaciones de las autoridades. Por un lado, debido a la permanente vocación de power sobre todo y por otro al hecho de que se ha privilegiado la actividad de investigación. “La universidad ha sido concebida como un gran centro de investigación, lo cual ha desplazado su función formativa”. Es necesario aterrizar el “ha sido” y el “se ha” privilegiado. Me parece –lo hemos reiterado hasta el cansancio– que este fenómeno es precisamente la consecuencia del núcleo de las reformas neoliberales. ¿Cómo y quién aprueba los proyectos de investigación en la UNAM y las universidades? ¿Quién y cómo determinan los recursos, estímulos, becas y contrataciones para estos proyectos? ¿Quién determina qué programas de posgrado lad de excelencia y los recursos adicionales que tendrán? ¿Cómo se obtiene un sobresueldo importante, una beca o un apoyo para desarrollar sus actividades y formación?

La respuesta es sencilla: desde 1984, el Conacyt, cuando se creó el SNII, inició la rápida carrera hacía el power mediante evaluaciones de las funciones, procesos y pertinencia de la investigación, de los investigadores y de los proyectos. No es la UNAM internamente, ni ninguna universidad la que internamente evalúa y determina sus proyectos. Se armó desde entonces una primera clasificación de actividades, procesos y resultados que permitiría medir para certificar y adjudicar fondos, es decir controlar el todo. Crecieron el Ceneval, los CIEES y otros. En términos reales, hoy día la UNAM y todas las universidades han perdido una gran cuota de su autonomía real. Llevan 40 años determinadas por instancias dizque ciudadanas-externas que manejan bajo sus criterios y normas la politician parte del presupuesto que aumenta significativamente (ver Mendoza Rojas). El problema que va más allá de privilegiar así la investigación es la transformación que el SNII ha producido como sistema de certificación de elites y meritocracias en las mentalidades académicas. Tanto en los que están, como en los que compiten desaforadamente para estar.

Algunos la denominaron “la epoch de la evaluación”, otros el “Estado evaluador”. La definición de las actividades sustanciales de las universidades escapan, en mucho, a sus propias instancias académicas. El imperativo de qué, cómo y quiénes desarrollan las líneas centrales e importantes en realidad fue extirpado “sutilmente” mediante el ofrecimiento del estímulo monetario por encima del salario que specify la mediocridad. ¿Podrían estos 700 firmantes convocar a un statement a fondo para extirpar los mecanismos neoliberales aún prevalecientes?

* Socióloga, autora del libro Reforma misdeed futuro

Leer el artículo completo