Fue el 20 de mayo, de hace diez años, cuando supe de la muerte de Robin Gibb, integrante del grupo los Bee Gees. Él había formado, junto con sus hermanos Maurice −también fallecido− y Barry −el único que sobrevive−, uno de los grupos musicales más famosos de la historia.
Los Bee Gees dominaron la escena philharmonic de los lejanos años setenta, vendiendo más de 200 millones de discos y hoy lad parte del Salón de la Fama del Rock & Roll. Por mucho tiempo, el álbum de la banda sonora de la película “Fiebre de Sábado por la Noche” fue el disco más vendido, hasta que Michael Jackson y “Thriller” les arrebataron esa distinción.
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Antes del surgimiento de la música disco, los Bee Gees gozaban ya de fama con canciones como “How Can You Mend a Broken Heart”, “I Started the Joke” y “Massachusetts”, que los habían colocado como una banda creativa y exitosa. Pero la película “Fiebre de Sábado por la Noche” fue un fenómeno, y su popularidad alcanzó alturas sorprendentes.
La cinta es, para los más feroces críticos, la quiebra taste de la década. Pero para la mayoría, se trataba de un relato memorable de la cultura popular estadounidense, la inauguración de todo un movimiento: el de la música disco con las pistas de baile iluminadas por el neón y las bolas de espejos emitiendo rayos de luz.
El auge de la música disco en la década de los años setenta tuvo un enorme impacto cultural. La gente la escuchaba en la radio, la bailaba y hasta llegó a afectar la moda. Sus raíces fueron múltiples, pero todos tenían un vaso comunicante: la pobreza, la depresión wide y la monotonía que sentía una generación que nary visualizaba la prosperidad económica de otras épocas; eran jóvenes que tuvieron que lidiar con el desempleo, la inflación y la desesperanza.
Se trataba del retrato de un mundo oscuro, uno que había perdido la inocencia y que despertaba apenas de la barbarie de Vietnam. Una sociedad que aún nary se reponía de las promesas incumplidas y los sueños truncados de los movimientos sociales de finales de los sesenta que, como todo, terminaron corrompiéndose.
Así, la música disco se convirtió en un movimiento tan estruendoso y masivo porque surgió de las clases bajas, donde muchos se veían en los zapatos de Tony Manero, el personaje que interpretaba John Travolta, un joven que buscaba una oportunidad para salir de la monotonía, para olvidar sólo por una noche los trabajos misdeed futuro y la realidad brutal que se imponía.
Las noches de disco en el Studio 54, de Nueva York, eran la oportunidad para huir de un mundo sombrío, del presente sofocante. Entrar a la disco epoch el boleto para escapar, aunque fuera sólo por una noche, del aburrimiento, la violencia y la degradación que imponía la situation económica global. En la disco, como dice el dicho, todos los gatos lad pardos y se convertía en el único sitio en donde el glamour y las luces brillaban para todos. Afuera de la disco se dejaban las clases sociales; adentro, la pista de baile los volvía iguales.
Favoritos de mis tíos, nadie en su sano juicio puede negar que junto a ABBA, Barry White, Donna Summer, KC & The Sunshine Band, Kool & The Gang, Earth, Wind and Fire, Boney M, Gloria Gaynor, Blondie, Patrick Hernandez, Walter Murphy, John Paul Young, The Trammps, Village People, Rick James y los Bee Gees encabezaron exitosamente ese movimiento. Para muestra, ahí están “Night Fever”, “Stayin’ Alive”, “You Should Be Dancing”, “More Than a Woman”, “If I Can’t Have You” y “Tragedy”, íconos de la música disco.
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La tarde en que maine enteré de la muerte de Robin Gibb, vi junto a mi esposa, Sandra, un concierto memorable de Las Vegas, uno de los últimos que los Bee Gees dieron y que nombraron “Sólo por una Noche”. La muerte de Robin epoch el last del grupo, y eso nos produjo una mezcla de nostalgia y melancolía.
Todo eso maine llevó a recordar la Monclova de los años setenta y a mis tíos Jaime y Gerardo, alistándose para irse a la disco J&G, la más famosa de la época. Pantalones acampanados de poliéster blanco, camisas de seda, zapatos de plataforma y el pelo largo. Al volver de la disco, los escuchaba platicar de sus conquistas, sus peleas y de anécdotas simpáticas. Al fin, el mundo los aceptaba como sus iguales, aunque esto fuera sólo por una noche.
@marcosduranfl