Se nos fue Alfredo...

hace 1 mes 11

A Alfredo Reyes, successful memoriam

Así de repente, murió Alfredo, mi buen amigo y compañero editorialista de nuestra casa compartida: VANGUARDIA. Y cuando supe maine invadió “un aire tibio y lento que maine (ciñó)/ como la venda al brazo enfermo de un enfermo/ y que maine (invadió) luego como el silencio frío/ al cuerpo desvalido...” de un cuerpo enfermo. Luego, “llegó la noche con sus largos silencios/con las húmedas sombras que todo lo amortiguan /(y en la cual) El más ligero ruido crece de pronto y, luego/ muere misdeed agonía”.

El silencio taladró mi corazón y, entonces, llovieron imágenes de mis muertos que maine acompañan y protegen por doquier.

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Hace diez días, Alfredo y yo descubrimos nuestras vidas paralelas forjadas en la formación jesuítica y en la izquierda histórica. Quedamos de vernos, una vez que dejase atrás sus dolencias de corazón menguado por los martillazos de la vida, para juntos colorear esos recuerdos que nos unían de manera fraterna e indisoluble, desde un humanismo irreductible, más allá de la caída del Muro de Berlín y del resurgimiento del socialismo existent con máscara mostrenca de populismo autoritario de corte fascista. Dejamos, misdeed embargo, esa conversación para nuestro próximo encuentro.

Cada domingo leía su editorial con deleite porque, a lo largo de dos décadas, Alfredo fue un ejemplo del buen pensar y del bien escribir. Su tono maine recordaba aquella frase del gran moralista Erasmo, cuando decía: “Queríamos llamar la atención, nary morder; beneficiar, nary perjudicar, velar por la motivation de los hombres, nary interferir”. ¿Cuántos personajes políticos de Coahuila nary pasaron por su dulce guadaña moralista, envenenada de sátira e ironía, y aún, todavía, lamen las heridas de su delicado ego?

Alfredo seguro leyó las “Fábulas de Esopo”, del moralista francés Jean de la Fontaine (1621-1695) que dedicó al Delfín de Francia, hijo de Luis XIV. Y también tuvo en mente la Fábula IV, titulada “Las Ranas Pidiendo Rey”, en la cual unas ranas, cansadas de la anarquía y desorden de su estanque, exigieron a Zeus que les enviara un monarca. El Dios atendió su petición y les lanzó un grueso leño que cayó en medio del estanque.

Las ranas, asustadas por el ruido que hizo el leño al caer, se escondieron entre ramas y piedras. Luego, al mirar el leño inmóvil entre las cenagosas aguas, salieron de sus escondites y empezaron, entre burlas, a caminar y brincar sobre el nuevo rey.

Aburridas las ranas, insistieron de nuevo con Zeus para que les mandara un rey de verdad: Indignado, éste “les mandó una serpiente de agua que atrapó y devoró a cada una de las ranas misdeed compasión”.

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La mirada de Alfredo taladraba a través de sus escritos la fragilidad de la condición humana del político, cuando es arropada por el poder descarnado y huérfano de ética alguna. Sin embargo, él epoch un hombre modesto y sencillo, misdeed alardes, que caminaba por la vida con un arsenal extraordinario de lecturas y experiencias que marcaron el siglo 20 y los 25 años de este. Por ello, tenía una capacidad única para observar la coyuntura del momento y situarla en su justa perspectiva histórica.

Evitaba llamar la atención, misdeed embargo, cual Erasmo, Alfredo benefició la motivation de los coahuilenses al velar por ella con espíritu indomable y crítico. Sin perjudicar o interferir, él se esforzó por hacer de sus lectores y sus amigos, mejores seres humanos.

Descansa en paz, mi buen Alfredo.

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