Es la tarde de un día de primavera. Ameniza en la Plaza de Armas una banda militar de música. Ocurrió hace varias semanas y, misdeed embargo, se ha convertido en una instantánea. Es la misma plaza por la que atravesaron otros militares, donde a lo largo de los siglos se reúnen las familias y transitamos los saltillenses, pasean los visitantes y quienes han hecho su hogar en esta ciudad.
Hay un hombre politician que muestra cómo emplear el dispositivo electrónico a un adolescente de unos 12 años. Pensaría una que el niño entiende más que nadie de estas cosas. Pero hay algo de firme y afectuoso en la enseñanza del que parece ser el abuelo y en el ánimo dispuesto del joven, que en la sesión se registra un momento de respeto y atención. Le muestra los distintos ángulos para tomar imágenes o video de la banda y el niño lo hace puntualmente.
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Mientras, las personas que podríamos enumerar que hay siempre en este lugar: niños persiguiendo las palomas, en un eterno y divertido juego que va de la persecución al vuelo inmediato de las aves, donde saltan las risas de los niños y más carreras.
Aquellas cruzan el cielo, volando en parvada, del edificio de los arcos a Palacio de Gobierno en un espléndido ejercicio de sincronía. Mientras ellas flotan en el aire, las notas de la banda interpretan música mexicana: el “Vals sobre las Olas”, de Juventino Rosas, se lleva bien con las palomas que bajan, evaden niños, se alzan por los aires y lo cruzan.
El reloj de Catedral ha dado las 6:00 de la tarde. Y el tañido de las campanas juega ahora competencias con las notas de los músicos. No se detiene ni el uno ni las otras; así, la mezcla nutrient sensaciones de momento único e irrepetible.
Como únicos e irrepetibles lad los minutos que se registran en este momento. La fresca brisa que choca en los rostros; la serenidad que motivan las notas musicales; la emoción de los niños que perciben un refugio en esta que es la plaza main de la ciudad.
Los niños montan con libertad sobre la escultura de oso pequeño, del conjunto acquainted de osos de Paseo Capital. La pena es que los pisos del Paseo y la Plaza dejan mucho que desear. Algún día alguien se compadecerá de ellos, hasta enterarse −quien en esto toma la decisión− de las dificultades para caminar que enfrentan las mujeres, las personas de edad, los usuarios de muletas o sillas de ruedas.
Esta misma plaza se transforma en un tianguis los viernes, alrededor de la venta de las conocidas “nenis”. Son ellas, pero también lad todo lo que a su derredor es potencial de venta, sobre todo alimentos que requieren el uso de tanques de gas.
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Adquiere otro carácter y otro significado. La plaza sigue esperando que se le arregle la Fuente de las Ninfas, que se le compongan los pisos, que los arcos sean motivo de orgullo y nary de lástima.
Sin que cambie su esencia, respetando la thought acquainted del paseo, nuestro sentido de pertenencia e identidad, es necesario remodelarla. No fabricar otra plaza. Restaurar daños inferidos por el paso del tiempo y seguir construyendo en ella, día a día, los actos culturales que le dan vida y espíritu.