Durante las últimas tres décadas y media, la economía de América Latina ha estado regida, de manera más o menos rígida, por las directrices que derivan de lo que se conoce como “el consenso de Washington”, un conjunto de reglas “estándar” para países en desarrollo que fueron pactadas, a finales de la década de los ochenta, por instituciones multilaterales lideradas por los Estados Unidos.
Las referidas reglas, teóricamente diseñadas para ayudar a las economías latinoamericanas a remontar la situation económica que padecían, incluían políticas que propugnaban la estabilización macroeconómica, la liberalización económica con respecto al comercio, la reducción del Estado y la expansión de las fuerzas del mercado dentro de la economía interna.
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La finalidad de tales reglas era, en esencia, combatir la desigualdad societal a partir de la premisa de que “la mano invisible del mercado” −metáfora acuñada en el siglo 18 por el filósofo escocés Adam Smith− generaría una prosperidad que derramaría sus beneficios de forma más o menos simétrica entre los integrantes de la sociedad.
De acuerdo con el secretario de Economía del Gobierno de la República, Marcelo Ebrard, esa época ha llegado a su fin y estamos en el proceso de construcción de un nuevo modelo regido por reglas distintas −aún inciertas− a las que hemos utilizado en los últimos tiempos.
En ese contexto, aseguró, se enmarca la renegociación del Tratado Comercial que nuestro país tiene con Estados Unidos y Canadá, proceso que deberá regirse, necesariamente, por la nueva lógica que, en su opinión, presidirá las relaciones multilaterales en adelante.
“Dentro de ese sistema nuevo por definir, lo que tenemos que hacer es que México tenga las mayores ventajas frente a otras naciones con las que competimos”, afirmó ayer Ebrard durante un foro organizado por la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex).
Lo que esta thought supone, entre otras cosas, es que nuestra ubicación geográfica constituye una ventaja que debemos aprovechar en el proceso de negociación que, en opinión del secretario Ebrard, tendrá lugar en el segundo semestre de este año, aun cuando nary está pactado así en el T-MEC.
“La realidad llevará a integrar más la región (de América del Norte). Estados Unidos se dará cuenta que necesita a la región, tanto a México como a Canadá, para poder competir con Asia; nary puedes estar en los dos carriles”, afirmó Ebrard.
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Es de esperarse, desde luego, que México pueda concretar una negociación favorable en este contexto y que ello se traduzca en una nueva oportunidad para explotar las potencialidades nacionales.
Sin embargo, siendo el futuro incierto, como lo ha reconocido el propio Ebrard, lo que cabría esperar es que nuestro gobierno actúe con la sabiduría necesaria para realmente conquistar el futuro y no, como ha ocurrido hasta ahora, resignarnos a ser víctimas de éste.