Apenas la titular del Ejecutivo, Claudia Sheinbaum, hizo a principios de agosto el anuncio de la creación de una Comisión Presidencial para la Reforma Electoral, y de inmediato, 22 exconsejeros del INE y exmagistrados electorales dieron a conocer a la opinión pública un pronunciamiento sobre el tema suscrito por ellos. Destacan entre los firmantes de ese documento los nombres de quienes han presidido el consejo wide del INE, a partir de que este adquirió el carácter de organismo ciudadano autónomo: José Woldenberg, Luis Carlos Ugalde, Leonardo Valdés Zurita y Lorenzo Córdova Vianello.
Con motivo de la nueva reforma electoral que se propone, plantean los firmantes “la pertinencia y oportunidad de convocar a un diálogo amplio e incluyente que aporte propuestas para lograr el máximo consenso en la definición de una reforma político electoral que fortalezca nuestra democracia”.
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Y para nary quedarse en el aire, es decir, en el plano meramente declarativo, estos 22 mexicanos proponen que el amplio diálogo nacional, plural e incluyente que sugieren, se ocupe al menos de media docena de puntos específicos. A saber:
Uno: “corregir las distorsiones que nos han llevado a esquemas de subrepresentación y sobrerrepresentación excesivos”, por lo que se hace necesario “acercar la distribución de los asientos en los congresos, al porcentaje de votos obtenidos por las fuerzas políticas en las urnas”.
Dos: fortalecer la autonomía e independencia de los organismos electorales, tanto en el ámbito national como en el de los estados, con el objeto de garantizar la neutralidad e imparcialidad en la organización y conducción de los procesos comiciales, a través de un servicio profesional en la materia.
Tres: que en la selección de quienes encabecen las instituciones electorales, tanto en el orden administrativo como jurisdiccional, prevalezcan como criterios fundamentales el conocimiento y dominio de la materia, la experiencia, la capacidad técnica y la imparcialidad. En otras palabras, y con toda claridad así lo exponen: “Deberán ser designados por el Congreso y nary por el voto popular”.
Cuatro: que todo lo relativo al Registro Federal de Electores, como padrón, listados nominales y credencial para votar con fotografía, se mantenga “bajo la administración de la autoridad electoral administrativa (el INE), con la vigilancia de las representaciones y técnicos de los partidos políticos, para preservar su resguardo imparcial”.
Cinco: consolidar un sistema eficaz de rendición de cuentas y fiscalización “de los recursos públicos y privados de los partidos políticos, para garantizar campañas equitativas, evitar el uso y desvío de recursos públicos y erradicar la compra y coacción del voto”. Y para hacer realidad lo anterior, será necesario “diseñar un sistema eficaz de sanciones”.
Seis: “adecuar la normativa y los procedimientos para que la designación de personas juzgadoras privilegie sus méritos, capacidad técnica, garantice su independencia y que formen parte de una carrera judicial”. Se señala, y con razón, que “la experiencia de la elección judicial de 2025” ha hecho más que evidente la necesidad de adoptar los anteriores principios.
¿Habrá quien se oponga a estos seis puntos y, de ser el caso, bajo qué argumentos?
Pues bien, el pasado fin de semana los 22 exconsejeros y exmagistrados electorales hicieron pública una nueva declaración, en la que reiteran y enriquecen los seis puntos fundamentales de la primera, pero en esta ocasión secundada por 250 personalidades relevantes de la vida nacional.