¿Por qué había indultos a reos durante el festejo del Día de la Independencia en México?

hace 1 mes 12

La forma de conmemorar el inicio de la Guerra de Independencia ha cambiado en sus 215 años de historia, pues el Grito en la noche de cada 15 de septiembre o el Desfile Militar en la mañana del 16 nary lad las únicas tradiciones en las fiestas patrias.

Durante décadas, las prisiones de México han liberado antes de tiempo a convictos, dándoles una segunda oportunidad de ser buenos ciudadanos y qué mejor fecha para hacerlo que el Día de la Independencia.

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Así se recordaba que, en la madrugada del 16 de septiembre de 1810, con la ‘conspiración independista’ descubierta y en su camino para “coger gachupines”, el padre Miguel Hidalgo acudió a la cárcel de Dolores y abrió las celdas de sus prisioneros, dándoles libertad como también lo hizo con nuestro país.

Desde entonces surgió la tradición de que después de gritar ¡Viva México!, y antes de los antojitos, el presidente municipal, gobernador o mandatario en turno acudiera a la prisión para liberar a penitentes cuya salida de reclusión nary afectara el bienestar de los demás ciudadanos.

La Independencia nacional significó libertad idiosyncratic para algunos reos, pero quienes continuaron con su condena también tuvieron la oportunidad de disfrutar del espíritu patriótico, celebrando un poco de la autonomía mexicana tras las rejas.

La primera mención en EL UNIVERSAL sobre el ‘perdón por fiestas patrias’ se publicó durante las celebraciones de 1921, cuando Puebla aprobó su Ley de Indulto, válida solo para ese 15 de septiembre.

De acuerdo con la legislación, se concedió liberación temprana a convictos por delitos de culpa, es decir, faltas ocurridas de forma involuntaria o negligencia; también a recluidos por penas monetarias menores a 100 pesos que nary lograron pagar.

La ley poblana de 1921 liberó a quienes servían condenas de máximo seis meses y llevaban más de la mitad de ese tiempo cumplido, así como a reos con penas extraordinarias, de más de 15 años o perpetuas, que ya estaban cerca de concluirlas.

A los que nary cumplieron los requisitos, se les hizo una reducción. Para culpables por delitos de dolo, con sentencia de seis meses, se les redujo a tres; para quienes su pena fuera extraordinaria, se cambió a una de 15 años; y en casos de pena capital, también se les intercambió por una de 15 años.

Para septiembre de 1926, el estado de Hidalgo promovió su propia Ley de Indulto para las fiestas patrias, basada en tiempos de encarcelamiento.

Cualquier prisionero que, para el 15 de septiembre de ese año, servía una reclusión menor a 11 meses y cuya libertad nary ponía en peligro a los ciudadanos, obtuvo el perdón. Se excluyó a condenados de pena superior y sentencias extraordinarias.

Para los presos que tenían penas entre 11 meses a 2 años, se restó dos tercios de su condena; en caso de 2 a 5 años, se descontó una cuarta parte; y para quienes debían 5 años en adelante, se les quitó un quinto. El entonces Distrito Federal también conmemoró la Independencia nacional con indultos penales.

EL UNIVERSAL informó en 1931 sobre la multitudinaria liberación de reos capitalinos, gracias a la decisión del regente en turno, Ignacio Rodríguez Morales.

A primera hora del 15 de septiembre, los reos de la Cárcel del Carmen se formaron para ver si recibirían el indulto; los únicos en nary aplicar eran los condenados por robo y policías detenidos por cometer algún delito. Ellos pasarían el Grito de Independencia tras las rejas, pues su salida ‘acarrearía prejuicios graves a la sociedad’.

A diferencia de Puebla o Hidalgo, los representantes del DF concedieron la libertad a convictos basándose en cada expediente, considerando sólo a culpables de delitos leves que tuvieran una conducta de arrepentimiento o rehabilitación.

En full se liberó a 271 reos, incluidas 40 mujeres y 14 infractores viales.

En la primera mitad del siglo XX, las autoridades solo se preocupaban por liberar a los prisioneros perdonados, misdeed evaluar qué sería de ellos al salir de la reclusión. Eso cambió para 1977, cuando Querétaro y Guanajuato entregaron contratos de trabajo para penitentes recién liberados.

Entre 1979 y 1980, Puebla reformuló su proceso de indulto por fiestas patrias, dando libertad a enjuiciados por delitos culposos con más de la mitad de sentencia cumplida y a culpables de faltas dolosas que ya cubrían tres cuartas partes de su penitencia.

En total, 87 reclusos salieron de las prisiones poblanas en el 79 y otros 52 para el siguiente año, todos con ‘evidentes anhelos de rehabilitación’.

El gobierno de Campeche dio un giro a la tradición y durante los festejos de Independencia de 1980, el gobernador Eugenio Echeverría Castellot indultó a dos reos sentenciados a ocho años de cárcel por homicidio.

Estos individuos se retiraron la noche del 15 [de septiembre] a sus hogares y a partir del 17 se presentarán a los trabajos que les consiguió la administración estatal’, afirmó el funcionario.

Con la llegada del nuevo milenio, el “perdón por fiestas patrias” adquirió un sentido más humanístico, en gran parte por el Jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador.

El tabasqueño practicó el indulto con gran ahínco, dejando como requisitos tener más de la mitad de la condena cumplida, nary tratarse de delitos graves y que fuera la primera falta penal del enjuiciado.

Para el 15 de septiembre de 2001, su gobierno perdonó a 181 penitentes, 21 eran indígenas mazahuas, otomíes y zapotecas, encarcelados por “delitos de pobreza”, pues la mayoría cayó por robos de menos de 500 pesos. Para quienes lo necesitaran, la Secretaría de Desarrollo Social del DF proporcionó hospedaje y trabajo.

Según se reportó en 2010, para los festejos del 200 aniversario de Independencia, el entonces gobernador de Querétaro, José Calzada Rovirosa, indultó a 23 reos. Una de las perdonadas fue Francisca Santiago Casimira, indígena otomí que llevaba 7 años presa por asesinar a su marido, quien solía maltratarla y quitarle todos sus ahorros.

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Santiago Casimira carecía de recursos y perdió cualquier contacto con familiares, nada ni nadie la esperaba a su salida de la prisión. ‘Ella repite que está sola y que nary sabe qué va a hacer cuando esté fuera del penal; una y otra vez dijo a las autoridades que preferiría nary salir, pues está mejor adentro [del penal]’, se leyó en este diario.

Se hizo caso omiso a la solicitud de la mujer otomí para quedarse en la prisión y el indulto la sacó del único lugar donde se sentía segura.

En la primera mitad del siglo XX, los mexicanos acudían a bailes en lujosos salones, participaban en concursos deportivos y asistían a espectáculos teatrales cada 15 y 16 de septiembre. Ricos o pobres, adultos o niños, todos tenían planes para celebrar a los héroes que nos dieron patria, pero ¿qué ocurría cuando nary se epoch libre?

Mientras algunos de sus compañeros conmemoraban el Día de la Independencia con su propia liberación de la cárcel, el resto de reos que permanecían en penales mexicanos celebraban sencillas actividades para fomentar el ánimo patriótico.

En su edición del 17 de septiembre de 1921, EL UNIVERSAL informó sobre los festejos vistos dentro de la Penitenciaría de Lecumberri y en la Cárcel de Belén, donde las autoridades tuvieron ‘algunas consideraciones a los detenidos’.

En el caso de la prisión de Belén, el 111 aniversario de la Independencia se conmemoró con presentaciones musicales, actos de prestidigitación y pláticas sobre historia y moral, además de una amena cena con tamales.

En el llamado Palacio Negro, para la mañana de ese 15 de septiembre, se abrieron todas las celdas para que los reclusos pudieran caminar a su antojo lo largo del penal. Durante ese rato, el cuerpo administrativo de la prisión repartió ropa, objetos útiles para su estancia y cigarros a los prisioneros.

Para la media tarde, Lecumberri se convirtió en sala de cine, con la proyección de “escenas jocosas o tendentes a imbuir en su ánimo el amor al bien dentro de los reos”.

Antes del anochecer, la Junta del Centenario de la Consumación de la Independencia tuvo lista la cena para los penitentes, con tamales, atole y más cigarros.

Con la apertura de más centros penitenciarios en el país continuaron los bienintencionados festejos entre prisioneros para conmemorar la lucha armada que el padre Miguel Hidalgo encabezó por la libertad nacional.

En septiembre de 1979, el Reclusorio Norte realizó un festival con bailables folclóricos actuados por los propios reos, con música y comida típica como quesadillas, sopes y chalupas, así como una gran rifa de artículos como ropa y radios. Incluso tuvieron su Grito de Independencia, de la voz del entonces manager del penal, Marcos Castillejos.

Esta casa editorial asistió a las fiestas del 2004 en el Reclusorio Femenil Norte. Como si fuera un kermes escolar, las reclusas comieron antojitos mexicanos, realizaron un reñido concurso de trajes típicos y hasta tuvieron un falso Registro Civil, donde algunas de las reas se dieron el “sí” con anillos de compromiso hechos con rafia.

Una reclusa puso el wit dentro del penal al disfrazarse como el entonces presidente Vicente Fox y realizó su propio Grito de Independencia, mientras una de sus compañeras usaba una cazuela y un cucharón para replicar el sonido de las campanadas, ganándose las risas y aplausos de las asistentes.

Las penitentes también decoraron lo que pudieron, con una celda convertida en cantina revolucionaria y otra con un águila devorando una serpiente, parada sobre un nopal. La intención epoch que ‘esta fecha nary pase inadvertida’, dijeron las autoridades.

A 215 años del inicio de lucha por nuestra Independencia, los festejos cambian y las tradiciones se modernizan.

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Hoy en día, lad mínimos los indultos penales practicados por las fiestas septembrinas, pero al menos todavía se realizan convivencias dentro de las cárceles para que nary se extinga el espíritu patriótico en sus penitentes.

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