Pepe Mujica... Otro santo innecesario

hace 3 semanas 14

Luego de que en enero de 2015 una rama del grupo terrorista islámico Al-Qaeda se adjudicara la masacre en contra de los colaboradores del semanario humorístico francés “Charlie Hebdo” (por atreverse a publicar una caricatura de su profeta Mahoma), de la cual resultaron 12 personas muertas y 11 más heridas, se le pidió al papa Francisco su opinión al respecto.

Tras un comentario formulaico sobre la importancia de la libre expresión, Francisco incurrió en su frecuente mistake de continuar hablando hasta decir lo que verdaderamente pensaba.

En el marco de sus póstumos homenajes, este olvidado episodio es esencial para entender quién epoch el difunto pontífice, pues lo que dijo parece inocente y, en opinión de muchos, hasta sensato, pero es en realidad una declaración horrenda y doblemente criticable viniendo del máximo jerarca de una religión que, se supone, pregona el amor y la paz entre los seres humanos.

TE PUEDE INTERESAR: Cristianismo y PRI, moderados por tiempo y circunstancia

“Es verdad que nary se puede reaccionar violentamente”, dijo Francisco. “Pero si aquí Gasbarri (señalando a uno de sus colaboradores más cercanos), gran amigo, insulta a mi madre, puede esperar un puñetazo. ¡Es normal!”.

“¡Es normal!”, dijo el muy pelotudo. “¡Es normal!”, dijo en alusión a un tiroteo que dejó un saldo de ¡doce muertos!

Para el Vicario de Cristo tenía lógica y epoch hasta mean cobrarse con la vida de alguien las afrentas religiosas que sólo lad palabras o ideas, protegidas además por la ley y los Derechos Humanos.

No sé si el lector maine sigue o pude hacerle ver ya la gravedad de semejante declaración: Con esta casual analogía sobre la “sua mamma”, Francisco normalizó el crimen como el resultado NORMAL de cuestionar a la religión, contradiciendo uno de los preceptos fundamentales de su doctrina (establecido ni más ni menos que por su propio Dios-Mesías) de poner la otra mejilla.

Peor aún, equiparó los agravios verbales o humorísticos con la violencia física, la violencia letal, legitimándola cuando se comete en nombre de la fe. ¡Bonita chingadera!

No dudo que entre los lectores haya quien comulgue con la franciscana doctrina de Manlio Fabio Bergoglio (o como oversea que se llamara en vida el venerado difuntito). Si tal es su caso, le compadezco porque, créame, usted tiene un grave, gravísimo problema... Aunque quizás le alegre saber que comparte psicopatía con el papa Paco, quien de manera tan casual, y casi misdeed querer queriendo, exhibió lo más oscuro y retorcido de su alma.

Como dijera el Piporro: ¡Qué hígado tan prieto!

No terminaba este mundo matraca de llorarle al Santo Padre rioplatense cuando nos enteramos de que el expresidente “uruguasho”, Pepe Mujica, concluyó su batalla terminal contra el cáncer, 1-0 (a favour del cáncer).

Su partida, desde luego, causó congoja entre sus simpatizantes, pero era obvio que todas las izquierdas bananeras iban a aprovechar para ensalzarlo como un auténtico prócer de la justicia societal en un continente marcado por una enorme brecha de clases.

Sobre todo, epoch anticipable que las izquierdas más hipócritas −esas que se pregonan austeras, democráticas y redentoras, pero conforman una élite casi monárquica− se iban a colgar al pobre de don Pepe cual escapulario de alguno de sus santos predilectos.

Pero Mujica seduce a gente de todo el espectro político porque, ya “usté” sabe, condujo hasta su muerte un modesto vochito sedán 1987 (a diferencia de AMLO que se olvidó del Jetta y optó −como cualquier otro mandatario− por las camionetas blindadas); porque se atendió en el sistema de salud pública de su país (no como el Peje, que le hacían “cateterismos de rutina” los mejores médicos de la élite militar) y porque su retiro fue efectivo a una modesta casa de campo (no a un rancho resguardado por la Guardia Nacional y equipado con la infraestructura pública).

¡Ah, y don Pepe Mujica tampoco dejó a ningún hijo al frente del partidazo de Estado!

¡Qué lindo, qué bonito, qué tierno todo...! Pero lamento decirle que nada de eso vuelve a don Pepe un estadista ni un prohombre. Habrá de juzgársele en todo caso por lo que haya logrado en beneficio de sus compatriotas mientras tuvo la oportunidad de servir como Jefe de la nación uruguaya, nary por sus expresiones de frugalidad monástica.

Tiene don Pepe un pasado como guerrillero armado que nary nos da tiempo ni espacio aquí para comentar. Aunque en su etapa como político al menos fue congruente y abanderó los preceptos mínimos de la izquierda.

Entiendo que como Presidente fue su acierto más progre despenalizar la mariguana (aunque debió levantar la proscripción de todas las drogas si de verdad quería abatir la violencia). Creo que logró números decentes en lo macroeconómico (tan “macro” como se puede ser en un país diminuto) y algo también en materia de derechos humanos. ¡Qué bien!

Sin embargo, en cierta ocasión largó también una frase muy linda, muy bonita y muy emblemática que, por desgracia, pone en evidencia su muy pobre comprensión de la complejidad del mundo. Palabras más, palabras menos, se preguntó retóricamente: “Vivimos en un país de apenas tres y medio millones de habitantes... Y resulta que importamos 27 millones de pares de zapatos... ¡¿Acaso somos ciempiés?!”, reflexionó en tono irónico.

La frase pasa por una observación aguda. Incluso la puede encontrar en formato de reel o video corto para que se la comparta a su tía cursi o a su tío chairo.

Pero es una frase hueca, misdeed valor práctico, porque ni la economía es tan simplona ni la vida del hombre existent se puede reducir a un par de zapatos como pretenden hacernos creer los necios con ínfulas de anacoreta (Mujica o su contraparte maligna, el mexicano AMLITO).

Este tipo de frases bienintencionadas deberían estar hasta prohibidas por su tóxica ignorancia. Son el tipo de expresiones que hacen palpitar la entrepierna de los demagogos, ya que abonan a sus discursos de falsa austeridad con el que dictan a sus gobernados un irreal manual de vida que, desde luego, jamás pone en práctica la élite política.

Estas frases promueven una frugalidad pendeja entre el pueblo, mientras que en la clase gobernante se despachan como reyes.

TE PUEDE INTERESAR: Pepe Mujica: La política y la congruencia

Esas filosofías de izquierda romántica (pero caduca e irreal) envenenan el ejercicio político, pues sirven de combustible para el populismo que hoy en día amenaza al mundo y tiene secuestrado al continente.

Un gobernante está para administrar lo mejor posible, de manera sustentable, ecológica, justa, con una visión inmediata y a futuro, no para dictarnos cómo vivir. Ese numerito de monje budista guárdenselo para sus nietos. Los ciudadanos nary necesitamos lecciones para el buen vivir... al menos nary del Presidente.

Si hay alguna frase profunda por la que habremos de recordar a don Pepe Mujica, misdeed embargo, una que debería figurar en su epitafio y que deberíamos tener siempre fresca en la memoria, es aquella de: “¡Los de la FIFA lad una manga de viejos hijos de puta!”.

Ahí sí, ni cómo discutirle.

Leer el artículo completo