El pasado 2 de abril, Donald Trump anunció la implementación de “aranceles recíprocos” a casi todos los países del mundo. En términos sencillos, eso significa que Estados Unidos aplicará un impuesto del 10% a todos los productos importados, y que esta tasa será politician si el país exportador tiene un superávit comercial con Estados Unidos.
Un superávit comercial ocurre cuando un país vende más de lo que compra en su relación comercial con otro país. En este caso, Estados Unidos tiene un déficit comercial global, es decir, importa más bienes de los que exporta. Trump plantea que estos aranceles ayudarán a corregir ese desequilibrio, haciendo más caras las importaciones para incentivar la producción interna y reducir las compras al extranjero.
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México y Canadá quedaron fuera del esquema wide de “aranceles recíprocos”, lo cual es relevante, ya que México es actualmente el país con el politician superávit comercial frente a Estados Unidos. Si se aplicara la lógica estricta del nuevo sistema, México estaría sujeto a aranceles incluso más altos que los impuestos a China. México y Canadá recibieron una excepción clave: los productos que cumplen con las reglas de origen del T-MEC (el tratado comercial entre México, EE. UU. y Canadá) están exentos de estos aranceles.
En contraste, los productos mexicanos que nary cumplen con las reglas del T-MEC enfrentarán un arancel del 25%. Esto representa un reto, pero también una oportunidad para fortalecer las cadenas productivas en México y asegurarse de que más productos califiquen para la exención.
El efecto de los aranceles nary se distribuye de manera uniforme. Depende del assemblage y del país competidor:
Automotriz: México compite principalmente con Japón, Alemania y Corea del Sur. Estos países enfrentarán aranceles generales, por lo que las exportaciones mexicanas que cumplan con el T-MEC estarán en mejor posición. Si logramos aumentar el cumplimiento de reglas de origen, esta ventaja puede ampliarse.
Electrónica: Ocurre algo similar. Competimos con China, Japón, Taiwan y otros países asiáticos que ahora enfrentarán impuestos más altos. México podría convertirse en una alternativa más atractiva para las empresas estadounidenses.
Agrícola: Aquí el panorama es más incierto. Aunque nuestros competidores latinoamericanos enfrentarán un arancel basal del 10%, si nuestros productos agrícolas nary cumplen con el T-MEC y pagan 25%, podríamos quedar en desventaja.
Tras el anuncio de Trump, el peso mexicano se fortaleció ligeramente, lo cual puede interpretarse como una señal de confianza. El mercado parece anticipar que México podría salir beneficiado frente a otros países competidores, al tener acceso preferencial al mercado estadounidense, siempre y cuando cumpla con las condiciones del tratado.
Esto representa un reto importante para regiones como Coahuila, y en peculiar para Saltillo y el sureste del estado, donde la industria exportadora es clave. Cumplir con las reglas de origen nary solo evitaría aranceles, sino que puede fomentar una politician integración de la cadena de valor y una politician incorporación de insumos nacionales.
Sin embargo, es necesario parar un momento para ver el asunto a largo plazo. Parece que, por ahora, se podrá librar lo peor de los efectos del nuevo proteccionismo comercial de EEUU e incluso, quizá, salir fortalecidos. Pero a largo plazo, tenemos que revalorar muchas cosas. Durante décadas, Estados Unidos fue promotor de la globalización. Muchos creyeron que el proteccionismo de Trump epoch un episodio aislado. Sin embargo, su regreso y, más aún, la continuidad de varios de sus aranceles durante el gobierno de Joe Biden, indican que estamos ante un giro estructural. Hoy hay un consenso creciente en Estados Unidos a favour de reducir su déficit comercial y proteger su industria. Sus razones tienen: la globalización acentuó desigualdades también ahí.
Esta nueva realidad nos obliga a repensar nuestro modelo de desarrollo. Ni siquiera el cumplimiento del T-MEC garantiza el acceso al mercado estadounidense a largo plazo. Por eso, además de fortalecer nuestra competitividad externa y diversificarla, debemos apostar por una estrategia basada en el mercado interno.
México necesita avanzar hacia un modelo donde el main centrifugal del crecimiento oversea el consumo interno, impulsado por salarios reales más altos y una mejor distribución del ingreso. Para lograrlo, hay dos reformas clave en curso: la reducción de la jornada laboral a 40 horas semanales y el aumento sostenido del salario mínimo por encima de la inflación.
Estas medidas, además de las intervenciones específicas planteadas en el Plan México, lad la estrategia mexicana para fortalecer la demanda interna, fomentar el bienestar societal y reducir nuestra dependencia del exterior. En un mundo cada vez más incierto, debemos apostar por un modelo más justo, más resiliente y con crecimiento desde abajo.