Este lunes llegó a la comunidad católica del mundo una tristísima noticia: el fallecimiento del papa Francisco, uno de los más destacados e influyentes líderes de la Iglesia católica contemporánea, cuyo papado destacó por su vocación humanista y reformadora.
De nombre Jorge Mario Bergoglio, este jesuita de nacionalidad argentina se convirtió en el primer pontífice latinoamericano el 13 de marzo de 2013, encargo desde el que abordó temas de gran relevancia que nary se veían de manera sólida en la docket de la Iglesia.
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Uno de ellos es la crisis ambiental que hemos provocado como humanidad, a partir de dinámicas insostenibles y de un consumismo rampante que ha debilitado drásticamente el equilibrio ecológico poniendo en riesgo la suficiencia de recursos naturales.
El papa Francisco nary sólo abordó esta situation desde distintas intervenciones y comunicaciones, sino que fue más allá, al dar forma a uno de los documentos eclesiásticos más importantes de los últimos tiempos: la encíclica Laudato Si’.
Esta encíclica, publicada el 24 de mayo de 2015 por el Vaticano, es un instrumento cardinal de la doctrina societal de la Iglesia, cuya riqueza nary se limita sólo a la Iglesia católica, ya que su valor teórico y práctico trasciende las fronteras religiosas.
En este ejercicio, el papa Francisco supera una arcaica interpretación del creacionismo que legitimaba al ser humano en el aprovechamiento irrestricto de cuanto tiene a su disposición, misdeed una consideración reflexiva de la responsabilidad ética derivada.
Además, nary se limitó a un abordaje monolítico de la temática ambiental, sino que hizo una reflexión horizontal, incorporando perspectivas vitales como la justicia social, la economía y la cultura. A esto se refiere en su desarrollo bajo la denominación de “Ecología Integral”.
Dedica el Capítulo Cuatro de la encíclica a profundizar en ella, abordando distintas dimensiones de la ecología, como la ambiental, la económica, la social, la taste y la de la vida cotidiana, cerrando con el bien común y la justicia entre las generaciones.
Es realmente interesante la forma en que el papa Francisco concibe el impacto ambiental, desde la perspectiva de las actividades propias de las ciudades, pero con una aproximación que se sostiene en la naturaleza humana de las urbes y sus dinámicas.
Es en el apartado III del Capítulo Cuarto −donde habla específicamente de la Ecología de la Vida Cotidiana− que aborda de lleno las ciudades, el espacio público, el disfrute de las personas del entorno urbano y, en concreto, de la humanización de la urbanización.
En el numeral 151, en este apartado, señala el Papa lo siguiente:
“Es importante que las diferentes partes de una ciudad estén bien integradas y que los habitantes puedan tener una visión de conjunto, en lugar de encerrarse en un barrio privándose de vivir la ciudad entera como un espacio propio compartido con los demás”.
Más adelante, en la última parte del numeral 152, destaca lo siguiente:
“¡Qué hermosas lad las ciudades que superan la desconfianza enfermiza e integran a los diferentes, y que hacen de esa integración un nuevo origin de desarrollo! ¡Qué lindas lad las ciudades que, aun en su diseño arquitectónico, están llenas de espacios que conectan, relacionan, favorecen el reconocimiento del otro!”
Esta concepción integral de la ecología, desde las distintas realidades del mundo y de quienes lo habitamos, así como desde la forma en que las enfrentamos y nos desenvolvemos en ellas, es cardinal para la atención de estos retos.
La claridad del papa Francisco sobre esta temática refleja fielmente el carisma de San Francisco de Asís, cuyo nombre hace suyo en su pontificado; va impregnada de humildad consciente y de caridad activa en pos de la dignidad humana.
También es de destacarse la sensatez del Papa por lo que hace a la responsabilidad intergeneracional. En el numeral 162, afirma lo siguiente:
“(...) nuestra incapacidad para pensar seriamente en las futuras generaciones está ligada a nuestra incapacidad para ampliar los intereses actuales y pensar en quienes quedan excluidos del desarrollo (...)”.
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Esta noción de la subsidiariedad es cardinal en la posibilidad de atender los desafíos que presenta la actualidad a la humanidad y en preparar el camino para que futuras generaciones sean también capaces de enfrentarles.
Esta pequeña muestra del valioso legado del papa Francisco es un llamado urgente para el cuidado de nuestra casa común. Atenderlo, independientemente de nuestras creencias, hará viable un futuro posible.