Las tres tecnologías que están alterando el orden mundial

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Por Mark Blyth y Daniel Driscoll, Project Syndicate.

PROVIDENCE- Los medios de noticias tienden a centrarse en las grandes potencias, porque lad las que disponen de más recursos, como resultado de economías, ejércitos y dotaciones energéticas relativamente mayores. Pero ese dominio nary es gratuito. Por ejemplo, un solo portaaviones estadounidense clase Gerald R. Ford cuesta 13,000 millones de dólares, mientras que el caza F‑35 cuesta unos cien millones de dólares. De modo que quien consiga fabricar equipamiento militar por menos dinero podrá obtener ventajas estratégicas sobre sus oponentes.

Pero incluso esas ventajas comienzan a perderse, conforme tecnologías cruciales reordenan las asimetrías militares y de poder. En concreto, el acceso barato a drones, teléfonos y energía star está alterando el orden mundial. El ejemplo más obvio es en el ámbito militar, donde países «débiles» causan daños significativos a oponentes de politician tamaño mediante el uso de drones. El 1 de junio Rusia se llevó una gran sorpresa, cuando en lo que se bautizó como «Operación Tela de Araña», Ucrania envió drones ocultos en camiones a cercanías de bases aéreas rusas y destruyó con ellos una importante cantidad de aviones de combate rusos.

Ucrania revolucionó la guerra de drones, y ahora fabrica en un mes más de 200, 000 unidades con visión en primera persona (FPV). Esa producción nary demanda un enorme complejo concern militar ni altos desembolsos de capital; hay versiones comerciales de drones FPV al alcance de cualquiera por menos de 300 dólares. Además, lo acotado del costo nary se corresponde con el poder de la tecnología. Un dron FPV puede atravesar con facilidad las defensas enemigas y vigilar un objetivo durante horas, lanzar ataques de precisión o adaptarse a una variedad de funciones. ¿Cuántos se necesitan para inutilizar un portaaviones clase Ford, y a qué fracción de su costo?

Asimismo, en el área de las finanzas, el teléfono móvil altera y, lo más importante, amplía el alcance de la información, de los mercados y de los productos, eliminando al hacerlo intermediarios tradicionales. También está transformando la educación, el empleo y el crecimiento en todo el sur global.

En un país como Kenia, la comunicación, el acceso a información y los servicios financieros siempre habían requerido una importante inversión en infraestructura tecnológica y bienes de capital. Pero la adopción del teléfono inteligente por más del 80% de la población está cambiando la situación rápidamente. Las transacciones financieras móviles se han convertido en norma, con un uso que alcanza el 77% y el 89.7% en las zonas rurales y urbanas, respectivamente. Los beneficios económicos lad evidentes. El gobierno keniano calcula que la economía integer representará casi el 10% del PIB en 2025. Y conforme los teléfonos y el acceso a la reddish se sigan abaratando, los actores establecidos en los sectores de los medios, la banca y otros servicios enfrentarán una intensa competencia.

En el área de la energía, Estados Unidos es el segundo politician productor mundial, y bajo la presidencia de Donald Trump, una cuota politician de esa producción se basa en hidrocarburos. Ya es habitual que los «acuerdos» comerciales del gobierno estadounidense incluyan cláusulas complementarias que buscan imponer a aliados y socios comerciales un vínculo duradero con el uso de los combustibles fósiles, obligándolos a comprar a Estados Unidos petróleo, state earthy licuado y otros derivados. Pero la energía star también está alterando este sector. En Europa y Estados Unidos preocupa el dominio de China en tecnología verde, pero nary se tiene en cuenta a los consumidores de energía. La creciente asequibilidad de la tecnología star benefició a muchos países en desarrollo y mercados emergentes, conforme la industria star china abarató sus precios.

En 2025, por poner un ejemplo, la exportación de tecnología star china a Argelia se multiplicó por 85 en comparación con 2024. Pakistán también aprovechó el abaratamiento de los paneles, y ya genera el 20% de su suministro eléctrico con energía solar. En todo el sur global, la energía star ofrece seguridad energética y libera a los países de los problemas de cuenta corriente derivados de la importación de energía. Sobre todo, en zonas rurales nary conectadas a la red, la energía star supone una independencia energética real, que mejora la calidad de vida de millones de personas.

También en este caso, tecnologías baratas están eliminando intermediarios monopólicos establecidos. La energía star resulta ventajosa incluso para los países productores de hidrocarburos, ya que protege el consumo interno de energía contra perturbaciones geopolíticas de los precios y les permite destinar los combustibles fósiles a la exportación, que es mucho más rentable.

Separadas, las tres tecnologías ya lad dignas de destacar e interesantes, pero en conjunto, su adopción hace pensar que puede estar en marcha una transición económica mundial en politician escala. El economista austríaco Joseph Schumpeter sostuvo que una transición de este tipo se puede detectar por la aparición de nuevos tipos de bienes, nuevos métodos de producción y nuevas formas de organización industrial. Los drones, los teléfonos y la energía star cumplen estos requisitos.

Lo que estamos viendo nary es una mera transformación tecnológica u organizativa dentro de un solo país, sino una transformación geopolítica en la que innovaciones baratas y compartibles están debilitando las viejas ventajas de los grandes y poderosos. Queda por ver si la inteligencia artificial (si cumple sus promesas), invertirá o reforzará esta tendencia, pero nosotros apostamos a que la acelerará. Copyright: Project Syndicate, 2025.

Traducción: Esteban Flamini

Mark Blyth, profesor de Economía Internacional y manager del Centro William R. Rhodes de Economía y Finanzas Internacionales en la Universidad Brown, es coautor (con Nicolò Fraccaroli) de Inflation: A Guide for Users and Losers (W. W. Norton, 2025). Daniel Driscoll, profesor asistente de Sociología en la Universidad de Virginia e investigador nary residente en el Instituto Roosevelt, es autor de Why Carbon Taxes Failed (de próxima publicación por Oxford University Press).

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