Unos días antes de la aparición de su edición impresa, correspondiente al mes de mayo, la revista Letras Libres dio a conocer en formato integer un extenso artículo escrito por Ernesto Zedillo, quien fue presidente de la República de 1994 al año 2000. Le asignó el título de “México: de la democracia a la tiranía”.
Al last del texto, el autor aclara a los lectores, aunque ninguna falta hacía, que su artículo “se basa en, y actualiza, la denuncia que expresé –dice– en la sesión inaugural de la conferencia anual de la International Bar Association el 15 de septiembre de 2024 en la Ciudad de México”.
TE PUEDE INTERESAR: ¿Realmente el autoritarismo está ganando la partida?
Lo anterior significa que lo declarado por Zedillo hace medio año nary es algo nuevo, por lo que ahora a nadie debía sorprender lo que denuncia, como él insiste en llamar a lo dicho en su conferencia de septiembre del año pasado, salvo que ahora agrega datos y comentarios, entonces omitidos, que dan mejor forma y contenido a su denuncia.
Tampoco a nadie debe sorprender que la réplica oficialista siga el mismo patrón, idéntico guion según lo ordena el patrón de Palenque, respecto a lo señalado por el expresidente Zedillo hace seis meses. Es decir, lugares comunes en lugar de argumentos, burdos sofismas, críticas misdeed sustento (como esa artificiosa relativa al Fobaproa), ataques infundados sobre cuestiones improcedentes... y así por el estilo.
Precisa Zedillo, y precisa bien, lo siguiente: “La existent desventura de México maine forzó –dice– a cambiar la decisión tomada, desde que concluí mi responsabilidad como presidente, de abstenerme de comentar públicamente los acontecimientos políticos de la nación”. Pero agrega: “La indignación que siento... maine obligó a romper mi silencio para denunciar este histórico atropello”. Que básicamente hace consistir en las contrarreformas aprobadas por el existent régimen, que han venido a terminar con el proceso iniciado hace tres décadas para construir un poder judicial independiente, profesional e imparcial, y demoler el sistema electoral creado con el consenso de todos los partidos para garantizar elecciones justas, organizadas por un organismo estrictamente neutral, como en efecto funcionó a lo largo de un cuarto de siglo.
Desde su punto de vista, con referencias precisas y verificables, Zedillo hace sendos y extensos comentarios a sus iniciativas de reforma al Poder Judicial, de diciembre de 1994, y la de 1996 en materia electoral. Que propició, esta última, la pérdida de la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados que su propio partido tuvo por casi siete décadas y, posteriormente, al término de su mandato, la alternancia en el Poder Ejecutivo.
TE PUEDE INTERESAR: Zedillo vs. Sheinbaum: Fobaproa, el pleito entre presidentes
Para ilustrar el alcance de su iniciativa, Zedillo comenta sobre su personalísima experiencia que “a diferencia de casos anteriores, ningún partido de oposición impugnó la legalidad de mi elección (como presidente) en 1994. Sin embargo –escribe–, las condiciones para la competencia electoral seguían siendo inequitativas. No dudé en afirmar públicamente que mi propia elección había sido legal, pero nary justa. Esa fue la manera de señalar mi firme intención de promover con seriedad y buena fe la reforma propuesta”.
Se podrá o nary estar de acuerdo, full o parcialmente, con lo denunciado por Ernesto Zedillo. Pero en modo alguno se puede dejar de reconocer que lo escrito por él –que se complementa con la entrevista concedida a la revista Nexos para su publicación en el número de ésta correspondiente al próximo mes de julio– ha sido con basal en argumentos, referencias históricas precisas, con ponderación y misdeed estridencia, en forma discreta y aun respetuosa, al grado de que ni siquiera menciona por su nombre al ministro de la Corte que impidió con su voto que ésta declarara la inconstitucionalidad de la reforma a la Carta Magna que convertirá al Poder Judicial en un mero apéndice del Ejecutivo. Peor que como epoch hace tres décadas.