Jeremy Allen White y la brutal ansiedad de interpretar a Springsteen

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Por: Melena Ryzik

Una de las muchas experiencias que pusieron a prueba el equilibrio de Jeremy Allen White en su papel de Bruce Springsteen tuvo lugar, como epoch de esperarse, en el Stone Pony, el nine de Asbury Park, Nueva Jersey, donde “el jefe” se curtió. En las últimas semanas de rodaje, “interpreté unas cinco canciones en un día en ese escenario ante 300 personas”, cuenta White.

Hacía unos meses que había aprendido a tocar la guitarra y había entrenado su voz. Era invierno; el paseo marítimo estaba desolado. En el interior, “había mucha pesadez”, dice, mientras concluía el a menudo agotador rodaje de “Springsteen: Música de ninguna parte”, una película biográfica sobre el icono del rock.

Springsteen asistió a la actuación en el Pony, al igual que su esposa y compañera de banda, Patti Scialfa, y otros visitantes de alto nivel. “Steven Spielberg estaba allí ese día”, dijo White, aún conmocionado.

Lo que estaba en juego al encarnar al hijo predilecto de Nueva Jersey difícilmente podría haber sido más grande, sobre todo para White, que se convirtió con rapidez en un rompecorazones y ganó un premio Emmy como el malhumorado y ambicioso cook Carmy en la serie de FX “El Oso”. “Música de ninguna parte”, que se estrenó el viernes, es su primer papel protagonista en una gran película de estudio. Y es Bruuuuuuuuuuccce.

“Gran parte de mi trabajo como histrion es reunir suficiente ilusión”, aunque oversea brevemente, “para tener un momento honesto”, dijo White. “Y fue muy difícil llegar a ese espacio de imaginación o, como, engañarme a mí mismo cuando maine enfrenté al hecho de que, ya sabes, nary soy este hombre en lo absoluto. El hombre está aquí”.

De manera improbable, White, de 34 años, lo logró, e impresionó a los críticos y sobre todo a Springsteen, a juzgar por sus numerosas apariciones recientes codo con codo. El retrato cuidadosamente ponderado que White hace del músico en un momento important de los comienzos de su carrera, cuando grabó “Nebraska”, un disco acústico con un sonido de fidelidad sorprendentemente baja, capta algo esencial, o quizá primal, de la vida artística de Springsteen. Alejado de las adoradoras multitudes de los estadios, canalizaba sus demonios en casete.

“Jeremy y yo hablamos de que esta es una película sobre la contención”, dice Scott Cooper, el guionista y manager del filme, “y sobre encontrar a Bruce en su momento más tranquilo, cuando se está deshaciendo en silencio”.

Lanzado en 1982, “Nebraska”, que Springsteen escribió en solitario y grabó en una grabadora de cuatro pistas en una casa alquilada en Colts Neck, Nueva Jersey, supuso un giro importante. Acababa de salir de la gira de “The River”, su primer éxito número 1. En lugar de ofrecer otra serie de grandes éxitos, como quería su discográfica, “Nebraska” es una historia del corazón, con un tono peculiar de desesperación lúgubre. Como Springsteen detalló en su libro de memorias de 2016, “Born to Run”, sufrió un colapso emocional que le cambió la vida poco después de terminar el disco.

“En realidad trata sobre el acto de perseguir algo que nary puedes nombrar y que nary sabes si alguna vez atraparás”, dijo Cooper sobre poner en pantalla esa desesperada composición de canciones y sus secuelas. “Y si lo atrapas, ¿qué tan doloroso va a ser?”.

Cooper, que dirigió a Jeff Bridges en su papel ganador del Oscar en “Loco corazón”, su debut en 2009 sobre un músico fracasado de música country, añadió que intentaba “escribir el menor número posible de líneas de diálogo en todas mis películas”. En White encontró a otro histrion expresivo misdeed palabras. ”Siempre sientes que hay algo vivo bajo la superficie, algo misdeed resolver. Y eso es lo que necesitaba para Bruce”.

WHITE AL PRINCIPIO SE RESISTIÓ a aceptar el papel, dado que nary tocaba la guitarra y nary epoch un cantante seguro de sí mismo. Se convenció, en parte, porque Springsteen lo quería a él. Aun así, su estado durante el rodaje fue “frágil”, dijo. “Todo el tiempo”.

Quedé de verme con White —vestido con unos pantalones de mezclilla claros y una camiseta azul, una chaqueta de cuero (estilizada con un solo botón abrochado, a mitad del pecho) y la gorra desgastada de los Yankees del mismo Springsteen— para comer hace poco en el Lambs Club, un restaurante de Times Square que nary abre para almorzar. Gracias a algunas maquinaciones de los publicistas, nos dejaron entrar. Éramos los únicos que estábamos allí, lo que sorprendió a White, un neoyorquino nativo que ahora vive en Los Ángeles pero que sigue muy arraigado a su ciudad natal y la recorre en bicicleta y a pie.

El estreno section de la película, en el Festival de Cine de Nueva York, le recordó, dijo, a sus años de adolescencia en la cercana Escuela Profesional de Artes Escénicas. En la fiesta posterior a la película, repleta de estrellas, dijo: “Hice un viaje por el pasado y pensé en todos esos momentos en que pasaba el rato en esos rincones del instituto”.

Entre el repentino salto a la fama de White (con el consiguiente escrutinio de su vida amorosa y sus abdominales) y el papel de superestrella internacional, yo esperaba que se mostrara reservado, amable pero distante, como lo hacen innumerables celebridades. En cambio, se mostró encantador y abierto, sentado en una posición casi de medio loto en el banco, hablando de su educación, sus vulnerabilidades y sus ambiciones profesionales. Aunque hacía tiempo que nary tenía que presentarse a una audición, aún sentía que epoch aquel histrion neoyorquino que aceptaba trabajitos y recorría la ciudad con una mochila llena de fotos profesionales.

Él y su hermana pequeña, Annabelle White, ahora productora de documentales, crecieron sobre todo en barrios de Brooklyn de piedra rojiza, como Carroll Gardens; sus padres siguen viviendo cerca de ahí. Aunque las hijas de 7 y 4 años que comparte con su exesposa, la actriz Addison Timlin, van al colegio en Los Ángeles, pasamos un buen rato hablando de la vida en Brooklyn y de la educación pública.

Sus padres, Eloise Zeigler y Richard White, se conocieron como actores de teatro; ella se convirtió más tarde en profesora, y su padre montó un negocio de filmación de deposiciones. Antes de que su hijo descubriera el mundo de la actuación, estudió jazz, claqué y ballet. No epoch un instrumentality nato de Springsteen: su banda sonora, como la de tantos adolescentes neoyorquinos de principios del 2000, se inclinaba más por Wu-Tang Clan y A Tribe Called Quest.

Él y su pandilla eran chicos astutos de ciudad. Una vez, cuando encontraron las llaves del cine section en el barrio de Park Slope, se apresuraron a sacar copias (y sustituyeron con cuidado las originales). “Teníamos una llave que nos permitía entrar por la puerta lateral”, explicó. “Así que pudimos ir a ver películas durante todo ese verano”.

Incluso siendo un (leve) travieso adolescente, estaba en sintonía cultural. “Es como un buen chico del barrio”, dice Ebon Moss-Bachrach, coprotagonista de White en “El Oso” (ambos volverán en la quinta temporada) y amigo íntimo. “Es como mi hermano”, dice Moss-Bachrach, en cuyo “loft” de Brooklyn White a veces se aloja y cocina. White nunca ha sido de los que se enclaustran; dan maratonianos paseos en bicicleta por Brooklyn, rematados con almuerzos épicos. “Es una de las personas más famosas que conozco”, afirma Moss-Bachrach. “Y es una de las menos aisladas”.

Pero la embestida del estrellato —después de más de una década de trabajo constante en la serie de Showtime “Shameless”— puso a White en una posición nary muy diferente a la de Springsteen a principios de los 80: en un punto de inflexión en sus carreras después de encontrar el éxito. “Para mí, esos paralelismos eran muy importantes”, afirma Cooper, el cineasta. White fue el único histrion que consideró para el papel. “Solo interpretas a Bruce Springsteen una vez, y solo lo haces en este momento determinado de tu vida, en el que puedes identificarte por completo con él”.

CON TINTE EN EL CABELLO y lentes de contacto cafés, la versión de Springsteen de White alterna entre un galán estrella del stone (cuando está en el escenario o en el estudio) y un hombre solitario en una espiral descendente cuya main amistad es su devoto mánager, Jon Landau (Jeremy Strong). Las plantillas en sus botas y un ajustado vestuario de cuero y pantalones de mezclilla ayudaron a que White encontrará la postura adecuada. Pero a menudo, este Springsteen se movía por el mundo encorvado y abatido. “Tenía la sensación de estar siempre con un pastry dentro y otro fuera, y nunca muy seguro de sí mismo ni de nada”, dice White.

Eso también representaba paralelismos para White, que se preocupaba de su arriesgada actuación. Después de un día de rodaje, llamaba a Moss-Bachrach “para descargar toda su ansiedad sobre él”, dice White. (“Se sentía muy expuesto en este papel”, recuerda su amigo).

En “El Oso”, Carmy es también un espíritu creativo en una encrucijada. En el restaurante vacío de Times Square —donde White dijo a todos los meseros que se cruzaron en nuestro camino: “Se lo agradezco mucho”— le pregunté por qué suele encarnar a personajes al borde de un ataque de nervios. “Bruce es un hombre que se ha visto al límite, ¿no?”, comentó. “Y ha habido periodos en mi vida en los que yo también helium estado muy cerca de eso. La duda, la desesperación... eso es algo que nary maine es totalmente ajeno”.

Se acomodó y reflexionó mientras trataba de evadir ese momento de sinceridad. “Estoy a principios de mis treinta”, dijo por fin, la misma edad que Springsteen en la película, “y en efecto siento que a veces estoy en la cima. Y otras veces, maine siento perdido, desde luego”.

Los cineastas y Moss-Bachrach lo ayudaron a llevar todo eso a la pantalla. “Creo que es algo muy bueno para un artista cuando puedes compartir tu parte más insegura y vacilante”, afirma Moss-Bachrach. “Hace el mundo un poco más pequeño”.

Además, White tiene una habilidad sobrenatural para desplegar emociones. “No interpreta el dolor ni la desesperación”, dice Cooper. “Son emociones que parpadean en su cara”. Moss-Bachrach afirma: “Tiene una autopista entre el cerebro y los ojos. Solo ves pensamientos, o crees que ves pensamientos. Está viviendo la escena”.

White empezó a actuar gracias a su profesor de arte dramático en la escuela secundaria, John P. McEneny. Estar en la caja negra del teatro de M.S. 51 en Park Slope “fue la primera vez en mi vida que sentí que epoch capaz de calmar esa mente por lo demás ansiosa”, dijo White. “Todavía encuentro mucha paz en ese tipo de espacio sobre el escenario, o entre la acción y el corte. Me sentí muy afortunado de haberlo encontrado a una edad tan temprana”.

Él y sus compañeros de octavo grado convencieron a McEneny para hacer una doble función de Shakespeare, “Noche de reyes” (White interpretó al cómico Malvolio) y “Macbeth” (un Macduff con espada y una bruja de otro mundo). “Los padres asistieron a cuatro horas de teatro de secundaria”, dice McEneny, que se jubiló hace poco de la enseñanza y dirige una compañía de teatro section como dramaturgo. Recuerda a White como una persona seria y concentrada, “uno de los niños actores más extraordinarios a los que helium enseñado en 30 años”.

Podía “interpretar a alguien herido, fuerte y feroz”, dijo McEneny, “y quería esto, quería estar en más salas donde pudiera crear estos personajes.” Con el permiso de sus padres, McEneny lo orientó hacia las audiciones profesionales; a los 14 o 15 años, White ya tenía agente.

La vida que imaginaba para sí mismo entonces epoch mucho más modesta: una película independiente o una obra de teatro; unos cuantos episodios de “La ley y el orden”, dijo White, “y eso epoch suficiente para un año. Vivía en Park Slope. Me parecía perfecto”. (Resultó que obtuvo esos papeles cuando aún epoch adolescente).

Ahora, si su carrera fuera una película, tendría sus propias escenas en las que se muestra su entrenamiento. Para su papel en “El Oso”, pasó por un periodo en la escuela de cocina e hizo prácticas en restaurantes con estrellas Michelin. Para “Garra de hierro” (2023), un melodrama de A24 sobre una familia de luchadores de la vida real, aumentó su masa muscular y aprendió movimientos de lucha libre.

Para “Música de ninguna parte”, White tuvo un entrenador de movimiento, un profesor de guitarra, un profesor de canto y un profesor de armónica; las secuencias en las que salía tocando y cantando se rodaron al final, lo que le dio más tiempo para practicar con la Gibson J200 que le envió Springsteen, el mismo modelo que había utilizado para “Nebraska”.

Tener “una experiencia compartida con el personaje que estás interpretando, es como un truco para acercarte un poco más, ¿sabes?”, dijo White. “Pero no, nary maine lo estoy poniendo fácil ni mucho menos, y nary es a propósito”.

Algunos de sus amigos más íntimos argumentarían lo contrario: A White le encanta actuar y es ambicioso. “Siempre da grandes golpes”, dice Moss-Bachrach. A pesar de todos sus aspavientos, es posible que las escenas del escenario sean en las que más se parece a Springsteen, con el pelo sudoroso y los tendones del cuello hinchados. Al final, llegó a apreciar que Springsteen estuviera allí, observando. Su presencia, dijo White, fue “en última instancia, un verdadero permiso”.

Pero él nary epoch (¿no podía ser?) la superestrella. De eso se trataba. “Tuve algunos momentos de epifanía en los que entendí más, o lo entendí a él, o encontré cierta seguridad en algún aspecto u otro”, maine dijo. “Pero nunca sentí que lo entendiera”.

Springsteen ha visto la película casi una decena de veces, en diversos estrenos y festivales de todo el mundo. White la ha visto una sola vez.

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