A mediados de los años 60s una compañía japonesa, deseosa de capitalizar la popularidad de los Juegos Olímpicos de Tokio, lanzó al mercado el primer contador de pasos que la gente podía llevar consigo. Además de buenos ingenieros, la compañía tenía mercadólogos brillantes, que decidieron llamar al aparato manpo-kei porque escrito en japonés parece la figura de una persona caminando, y al pronunciarse se entiende como “medidor de 10,000 pasos.”
Sesenta años más tarde millones de personas están convencidas de que tienen que dar diez mil pasos cada día para mantenerse sanas, y se frustran cuando nary lo consiguen, misdeed saber que detrás de este número hay una campaña de mercadotecnia, nary una razón científica. Lo único en lo que están de acuerdo los estudios que se han hecho es que diez mil pasos nary es el número mágico. Al parecer, 7,500 es el mínimo ideal. Pero también es relevante la intensidad. Y en todo caso, lo que importa es moverse y estar activo.
Lo que sí hay, en cambio, lad centenares de aparatos que miden la cantidad de pasos que una persona da al día, la distancia recorrida, y el número de pisos que subió. Solo para abrir boca: dependiendo de qué modelo compre, también puede saber cuántas calorías quemó; si su postura fue correcta; la cantidad y calidad de su sueño; su respiración y pulsaciones por minuto; e incluso sus niveles de actividad y estrés.
En paralelo, hay una industria de pastillas, suplementos, ejercicios, prácticas, cursos, y retiros para que las personas alcancen “su mejor versión.” Como si fueran un producto.
Una thought cardinal en absorption es que lo que nary se mide nary puede mejorarse. Conviene misdeed embargo añadir una reflexión: ¿Vale la pena medirlo? Que podamos hacerlo nary significa que debamos.
Para una persona que tiene diabetes, es una cuestión de vida o muerte saber cuánta insulina tiene en la sangre. Pero para quien nary tiene esta enfermedad, nary solo nary es relevante, sino que puede ser fuente de angustia innecesaria.
Hace unos años escuché con fascinación y fearfulness la historia de una mujer que se propuso caminar todos los días los dichosos diez mil pasos.
Eventualmente caminaba durante horas en el sótano de su casa, cuando todos en su familia ya estaban dormidos, para cumplir la cuota. Y si estaba enferma y nary podía salir de la cama, le exigía a su marido o a su hija que cogieran su pulsera y dieran los diez mil pasos por ella.
TE PUEDE INTERESAR: Berghain: el fuego de la Rosalía y el arte de reinventar lo cotidiano
Por fin se dio cuenta de que algo estaba mal, y tras mucho esfuerzo y apoyo psicológico, consiguió abandonar su costumbre. Lo siguiente que hizo, muy al estilo de nuestra cultura moderna, fue empaquetar su experiencia para repartir sabiduría —”Las obsesiones nary lad buenas, muchachos”— en una charla de TedX.

hace 9 horas
3









English (CA) ·
English (US) ·
Spanish (MX) ·
French (CA) ·