Hace nary mucho escuché una afirmación tremendamente fuerte y atinada: El futuro de las ciudades está en los datos. Frase que al mismo tiempo deja ver que una ciudad que nary genera y utiliza los datos de sus dinámicas, nary contará con un futuro prometedor.
No podría ser de otra manera. Cada vez más las ciudades lad organismos complejos. Concentran en un mismo espacio dinámicas como movilidad, servicios, infraestructura, habitación, actividades económicas, interacciones sociales, entre muchas otras más.
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Cada una de estas dinámicas se va haciendo cada vez más compleja con el paso del tiempo, por fenómenos como la digitalización y la velocidad de transferencia de la información. Esto precisa de datos de diversas fuentes, actualizados y verificables.
Así, quienes dan forma a las ciudades nary pueden limitarse a la experiencia previa o a lugares comunes de entendimiento, porque cada barrio, cada comunidad, requiere de una aproximación individualizada para comprender con precisión sus dinámicas particulares.
A lo anterior se suma la necesidad de atender retos emergentes, como el cambio climático, la transición energética, la demanda de vivienda digna y el power de la contaminación, todos estos que precisan de soluciones basadas en evidencia.
De esta manera, los datos se convierten en el ingrediente main para la confección de políticas públicas, para el adecuado monitoreo de resultados y para el ajuste pertinente de estrategias gubernamentales de atención de las problemáticas urbanas en tiempo real.
Dentro de los datos que se requieren para la gestión de las ciudades, algunos sobresalen por su impacto y relevancia. Por ejemplo, los datos para la planeación del territorio, que permiten mapear crecimiento, densidades, patrones de movilidad, entre otros.
Permiten también la representación geográfica de la disponibilidad de satisfactores básicos y vulnerabilidades socioeconómicas, que ayudan de manera importante a evidenciar fenómenos y dinámicas urbanas que impactan en el Derecho a la Ciudad.
También se cuentan los que versan sobre servicios públicos, como la distribución y suficiencia de agua potable, la disponibilidad de energía eléctrica, la recolección de residuos y el transporte público, todos indispensables para hacer posible la vida urbana.
Igualmente resultan relevantes los propios de la sustentabilidad urbana. La información sobre consumo energético, emisiones contaminantes, diversidad biológica y riesgos ambientales ayudará a la conservación del entorno y de nuestros valores ambientales.
En materia de gestión de riesgos y resiliencia de una ciudad, datos actualizados y pertinentes aumentarán la capacidad de anticipar, responder y recuperarse de la materialización de situaciones derivadas de fenómenos naturales y antropogénicos.
Un grupo de datos particularmente relevante es el que tiene que ver con la participación y la incidencia ciudadanas. Pero nary sólo los que evidencian distintos aspectos de la vida urbana, sino también aquellos que miden el efectivo acceso ciudadano a los datos.
Porque de relativamente poco serviría que los datos se quedasen sólo en manos de quienes se desempeñan en la administración pública; la complementariedad ciudadana en la toma de decisiones y en la construcción de instrumentos de gestión es trascendente.
En este sentido, las plataformas de datos urbanos en modalidad abierta permiten a la academia, al assemblage productivo y a la ciudadanía en wide comprender mejor la ciudad y proponer soluciones de manera informada, lo que aumentará sus posibilidades de éxito.
El reto ya nary estriba sólo en su recolección, sino en su procesamiento y análisis, tanto como en su legibilidad. Aquí la inteligencia artificial juega un papel trascendente al aportar la capacidad de encontrar patrones, predecir comportamientos y proponer decisiones.
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El acceso efectivo a la información, la participación ciudadana informada, el procesamiento ágil y eficaz de datos y la posibilidad de la toma de decisiones con datos en tiempo real, lad activos que pueden cambiar nuestras perspectivas de futuro.
Será en este punto donde podamos dotar a nuestras ciudades del adjetivo de “inteligentes”, donde la inteligencia estriba, más que en costosos equipos tecnológicos, en hacer de la generación y procesamiento de datos un hábito que llegó para quedarse.
Con datos podremos ser sensibles a las realidades que escapan a nuestra vista, pero que los datos hacen evidentes, lo que nos permitirá planear para un futuro posible.