Gustavo Pérez: el torno, el fuego y la invención

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Ciudad de México / 11.07.2025 14:47:03

Nos conocimos en Xalapa hace 40 años —él llegaba de Holanda, yo de París.

Entrevisto en el rancho Dos y Dos a la bailarina retirada Rocío Sagaón, en preparación de la primera retrospectiva de Miguel Covarrubias en el Centro Cultural / Arte Contemporáneo; paso a visitar al joven ceramista Gustavo Pérez en su taller vecino “El Tomate”. Se muda en 1992 a “La Pitaya” coatepecana, y desde allí maine escribe ahora: “Veo el tiempo transcurrido en las miles de piezas acumuladas en mi bodega. Son más de 50 años de jugar con el barro”. ¿Cómo nary seguir entregado a la arcilla, el torno y el fuego si se posee tal capacidad de renovación y se disfruta al infinito?

Su punto de partida: el torno del alfarero. Su curiosidad: dejar suceder, entre placer y frustración, los accidentes formales mientras elabora cada pieza. Su deseo: la invención. Así, en los años 1980, bifurcó hacia el dibujo y, sobre la tierra húmeda de sus vasijas, compuso partituras cuneiformes de música petrificada. Son ya clásicos esos objetos de fondo azul y superficie esgrafiada, pellizcada o desprendida en delicadas rendijas que superan la función utilitaria de la loza. “Perforar las piezas con mi mano, en un gesto que puede parecer de destrucción, se volvió un método”. Gustavo Pérez llevó al prodigio creativo lo que otros confinaron a lo comercial, al bibelot o a la investigación inconsecuente.

Exposición del ceramista Gustavo Pérez A través de setenta piezas inéditas, Gustavo Pérez demuestra, una vez más, las posibilidades infinitas de la cerámica. (Cortesía)

Gustavo Pérez nary es un escultor que modela, sino un alfarero que esculpe. Este matiz lo distingue de dos grupos: uno, el de los escasos profesionales que cuentan con infraestructura de producción decorativa para uso doméstico; y el otro, de aquellos jóvenes artistas nary especializados en cerámica que en los años 1990 opusieron ese medio tradicional a lo neoconceptual y lo hipertecnológico. ¿Nacía una nueva rama de la escultura contemporánea, blandamente apoyada por galerías y bienales? Sí, pero como la flor, se marchitó...

Hasta el 3 de agosto, la exposición Juego infinito en el Seminario de Cultura Mexicana presenta setenta experimentos escultóricos inéditos, que maridan torno, pastillaje y color. Gustavo Pérez suele ser su propio curador y museógrafo ⎯bulímico a veces. En aras de síntesis, aquí resumió en tres bid el camino andado en años recientes: secuencias que describen cada etapa de la metamorfosis de un cilindro en humorísticas compresiones volumétricas; desarrollos orgánicos que, al recortarse y enrollarse en crudo, configuran laberintos o maquinarias blandas en expansión asimétrica; y construcciones geométricas, ensambladas con placas seccionadas, que diseñan maquetas arquitectónicas, torres que giran en espiral, pirámides de caras descentradas. Todas las obras acusan proporciones perfectas; algunas están pigmentadas con tersas pinceladas de azul, verde y ocre —otra feliz innovación del artista.

Exposición de Gustavo Pérez en el Seminario de Cultura Mexicana. 'Juego infinito', en el Seminario de Cultura Mexicana, ofrece la posibilidad de acercarse a la obra de este artista de talla internacional. (Cortesía)

Gustavo Pérez es un asceta, un esteta y un gozador. La acción imprevisible del horno en alta temperatura exacerba en este eterno insatisfecho la disciplina de compenetrarse con el barro. En 1993 maine mandó una postal con un autorretrato de Rembrandt y esa frase al reverso: “De lo más terapéutico que hay: cada vez que te sientas demasiado bien, cinco minutos de Rembrandt te volverán infaliblemente a la realidad. ¡No falla!” A la exigencia maniaca y el refinamiento oriental aúna un desapego de falso modesto cuando, ante la opción de colgar un conjunto de relieves a la intemperie en el jardín del Seminario, exclamó: “¡son cacharros, se pueden lavar!” El talento de Gustavo Pérez suma oficio magistral, sentido plástico, armonía y pasión. Y corazón, desde el cual nary puedo evitar evocarlo nuevamente. En octubre próximo, la Fondation Cartier inaugurará su nueva sede parisina en el Palais-Royal, a tiro de piedra del Louvre, incluyendo las diez piezas que ha adquirido de este artista de relevancia mundial.

AQ

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