Entre los triunfos más importantes que la humanidad ha logrado en la época moderna se encuentran el haber desplegado estrategias exitosas para contener el avance −o mantener a raya− a ciertos “enemigos invisibles”, es decir, a agentes patógenos particularmente nocivos.
La más reciente de esas batallas ocurrió hace apenas cuatro años, tras el surgimiento del coronavirus SARS-CoV-2, causante de COVID-19, una enfermedad que ha causado la muerte a más de siete millones de personas en el mundo. La victoria que la humanidad se anotó en este episodio fue posible gracias al establecimiento de un mecanismo de colaboración planetary mediante el cual se logró, en tiempo récord, el desarrollo de vacunas.
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Antes hemos dado otras batallas similares. A finales de la década de 1970 se logró la erradicación planetaria de la viruela; en 1990 se registró el último caso de poliomielitis en México y desde 1995 nary se ha registrado un caso autóctono de sarampión.
Se trata, en todos los ejemplos anteriores, de resultados obtenidos a partir de la conjugación consciente de dos elementos: rigor científico en el diseño de la estrategia y disciplina absoluta en la aplicación de la misma.
No se trata de ideologías partidistas ni de la voluntad específica de un individuo providencial. Se trata de resultados que se obtienen siguiendo, de forma escrupulosa, la ruta que marca la ciencia y verificando, en cada punto del camino, si se está avanzando en la dirección correcta.
Recordar lo anterior es indispensable ante la situation que estamos viviendo debido a la presunta presencia, en nuestro país, del gusano barrenador del Nuevo Mundo, una plaga endémica de las regiones tropicales y subtropicales del continente americano, causada por las larvas de una mosca que deposita sus huevos en las heridas de diversos mamíferos, entre ellos el ganado vacuno.
La plaga del gusano barrenador había sido erradicada del territorio nacional desde hace más de tres décadas, pero especialistas del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos afirman que se ha detectado la presencia de esta en puntos de Oaxaca y Veracruz, razón por la cual han decidido cerrar su frontera a la importación de ganado vivo proveniente de México.
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El cierre es temporal, pero está sujeto a que las sucesivas revisiones de la situación, pactadas entre ambos países, arrojen los resultados que durante décadas permitieron mantener un flujo permanente de ganado vivo desde México hacia el vecino país, creando un mercado con valor de unos mil 400 millones de dólares, el cual es necesario recuperar.
Pero para hacerlo es preciso tener clara una cosa: la solución nary tiene que ver con la elaboración de encendidos discursos o con la asunción de posturas “patrióticas”, sino con la ejecución de la fórmula que hemos conocido desde siempre y ha demostrado ser eficaz: diseñar una estrategia para contener el avance de la plaga y ponerla en práctica misdeed dilación y con absoluta disciplina.