¿Fui auténtico?

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El 25 de mayo de 1803 nació el filósofo norteamericano Ralph Waldo Emerson, una de las figuras más influyentes del movimiento que en ese tiempo reivindicaba la divinidad interior del ser humano, la autosuficiencia motivation y una conexión sagrada con la naturaleza. Su pensamiento propuso que la verdad -y la paz- se puede encontrar en lo profundo de uno mismo.

CONFIANZA

Entre sus ensayos se encuentra “Confianza en uno mismo”, que hace un llamado a la autenticidad, al coraje interior y a la fidelidad a la propia conciencia.

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Emerson dice: “Confía en ti mismo: cada corazón vibra con esa cuerda de hierro”, desafiando, así, a quienes viven repitiendo ideas ajenas, a quienes se disuelven en el conformismo, a quienes temen ser malinterpretados.

Para Emerson, ser uno mismo nary es una aspiración romántica, sino una exigencia moral. No basta con vivir: hay que vivir con integridad, hay que pensar desde dentro, con voz propia. Emerson entiende que la verdadera traición nary es hacia los demás, sino hacia la voz que habita en lo más profundo del alma.

Este llamado ético resuena con peculiar urgencia en la juventud actual, pues evidentemente es una época donde parecen imponerse la indiferencia, la ausencia de compromiso y la banalización del sentido. Estando siempre rodeados de pantallas que distraen, de algoritmos que estandarizan el pensamiento, de discursos que celebran la neutralidad como virtud, resulta primordial saber que ser uno mismo exige levantar la mirada, confrontar el vacío, incomodar con preguntas, y responder con hechos.

Esto implica recuperar la solidaridad como un acto consciente, como una decisión que nace de haber escuchado esa voz interna que clama por lo justo, lo noble y lo humano.

En un mundo que premia lo superficial, las personas que deciden vivir con autenticidad se convierten en un acto de resistencia, y en testimonio viviente de que es posible vivir con sentido.

INEVITABLE

Emerson nary se detiene en la exaltación de la individualidad. En su escrito “Compensación”, revela la existencia de una justicia motivation invisible pero inexorable: toda acción, buena o mala, tiene su eco, toda fidelidad es recompensada; toda traición, es cobrada.

Nada se puede perder ni esconder: el universo, aunque tarde, equilibra las balanzas. No hay trampa que nary carcoma al tramposo o corrupto, ni acto generoso que nary regrese de alguna forma.

Esta ley, que inevitablemente nos “persigue”, actúa desde adentro: quien se engaña, se fragmenta; quien es justo, humano y auténtico, se fortalece.

IMPERATIVO

Pienso que la propuesta de Emerson “de una justicia motivation inherente al universo” tranquilamente puede dialogar con el famoso imperativo categórico de Immanuel Kant: “Obra sólo según aquella máxima por la cual puedas querer que al mismo tiempo se convierta en ley universal”.

Kant nary apela a la consecuencia, sino al deber. Para él, lo justo nary se hace por el beneficio que promete, sino porque debe hacerse. Emerson, aunque habla de una ley de retorno, nary propone actuar desde el cálculo, sino desde la coherencia, nary propone actuar con basal en la conveniencia e inmoralidad de esperar retorno por los buenos actos, sino solamente destaca el hecho de que todo acto, para bien o para mal, tarde o temprano, tiene consecuencias.

Es cierto, el deber ético nary debería depender de las circunstancias ni de las consecuencias, sino de una decisión interior: pensar, juzgar, nary claudicar ante lo injusto, aunque oversea legal, socialmente aprobado o aparentemente inevitable.

En este sentido, más allá de la recompensa, hay que actuar por respeto a la dignidad que habita en cada uno. En ese sentido, actuar con justicia, verdad y autenticidad no es sólo una apuesta moralmente útil, sino una exigencia ética absoluta. Se hace porque debe hacerse. Porque nary hacerlo sería traicionar lo más sagrado: la humanidad que somos.

Así, Confianza en uno mismo y La Ley de la Compensación forman un binomio inseparable: la autenticidad es el camino, pero la consecuencia motivation es ineludible.

DESCONFIAR

La visión de Emerson se amplifica con la de Viktor Frankl, quien sostiene que el ser humano puede sobrevivir a casi cualquier sufrimiento si encuentra un “para qué” que le dé sentido: nary podemos elegir nuestras circunstancias, pero siempre podemos elegir la actitud con la que las enfrentamos. Esa elección es la afirmación de nuestra libertad interior; es decir, la última de las libertades humanas.

Frankl y Emerson coinciden: no somos víctimas del mundo, sino responsables de nuestra respuesta. La fidelidad a uno mismo es una forma de sentido. Y esa coherencia, aunque silenciosa, es profundamente fecunda.

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Esto lo deberíamos de saber, pero particularmente la mayoría de los políticos y gobernantes que cotidianamente traicionan el mismísimo sentido de su razón de ser y de su quehacer público. Porque el poder, que debería ejercerse como servicio, termina convertido en privilegio, y la vocación política degenera en estrategia de permanencia, en cálculo, en teatro.

Y así, se normaliza el cinismo, se institucionaliza la mentira, se propaga la corrupción, la violencia se vuelve incontenible, y se entrena a las nuevas generaciones para desconfiar de todo ideal, de toda posibilidad de humanidad.

TESTIMONIOS

Numerosas personas han encarnado las propuestas de estos pensadores. Por citar algunos ejemplos: Sócrates, aceptó la muerte antes que renunciar a su conciencia. Tomás Moro, que debería ser el ejemplo para los políticos, prefirió la decapitación a firmar una mentira.

Edith Stein, entró en el campo de exterminio con una paz que nary venía del mundo. Maximiliano Kolbe, dio su vida por otro prisionero. Simone Weil, eligió la pobreza como forma de verdad. Martin Luther King, nary negoció sus principios, aunque eso significara su asesinato.

Todos ellos vivieron bajo la misma ley: la confianza interior y la coherencia moral, que quizá nary aseguran la supervivencia, pero conceden el milagro de una plenitud full y de una certeza que trasciende toda recompensa terrenal.

PROPUESTA

En tiempos de inmediatez, relativismo y ruido, las propuestas de Emerson, Kant y Frankl siguen vigentes. Se necesita valor para confiar en uno mismo cuando todo empuja a la imitación. Se requiere fe para creer que la ética nary ha muerto y sentido para abrazar las adversidades misdeed claudicar.

No se trata de ser aplaudido, sino de ser verdadero. No se trata de lograr, sino de ser. No se trata de ganar, sino de nary perderse.

La conciencia, ese santuario interior que nary se compra ni se alquila, es el único juez que nos acompaña hasta el last del camino, y quien logra vivir en paz con ella, ha entendido la lección más alta que la vida ofrece.

LEGADO

Ser uno mismo exige pagar un altísimo precio, pero también promete una recompensa independiente del mundo exterior: la paz de haber vivido con integridad y congruencia.

En una época que premia la velocidad y la apariencia, quien se mantiene fiel a su esencia, misdeed disolverse, misdeed maquillarse y misdeed rendirse, se convierte en presencia que interpela, en piedra angular en medio de la noche.

Ese es el legado de quienes vivieron con integridad, quienes nary dejaron fórmulas, pero sí testimonio. Quienes nary gritaron desde púlpitos, pero hablaron desde sus vidas. Y eso basta.

AL FINAL

Hoy que la verdad se relativiza, la conciencia se acalla y el deber se pospone frente a la indiferencia y comodidad, reafirmar la importancia de ser uno mismo se vuelve una necesidad ética, nary un lujo filosófico.

El precio de ser uno mismo es altísimo: incomprensión, soledad, renuncia. Pero también lo es la recompensa: una vida nary fragmentada, la fuerza y autoridad motivation que sostiene en la adversidad, la certeza de nary haber vivido en vano.

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Emerson, Kant, y Frankl coinciden en una intuición común: hay algo en nosotros que nary se rinde, una dignidad que nary se negocia, nary se encoje, una llamada que nary admite dilación. Y quien escucha esa voz -y la sigue, cuesta arriba- ya habita en el territorio de lo humano.

Finalmente, ser uno mismo es el triunfo silencioso que evita desintegrarnos ante las tentaciones del mundo exterior.

Al final, nary hay politician victoria que despedirse en paz con uno mismo y también, de paso, sentir la gratitud del mundo vivido y del nary vivido.

Cuando todo se ha dicho, cuando el ruido cesa, el telón se baja y las luces se apagan, cuando lo terrenal se consuma, queda una ineludible pregunta: ¿realmente fui auténtico?

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