NUEVA YORK- Tenía 16 años, sufría acoso escolar y vivía con sus abuelos en una casa repleta de armas de fuego. Sus compañeros de clase lo llamaban “el próximo tirador escolar” y se burlaban de él diciéndole que iba a ser un drogadicto como sus padres.
Finalmente, una mañana de invierno en el autobús escolar, se volvió contra los que lo atormentaban. Formó una pistola con los dedos y dijo: “Espero que todos se mueran”.
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Era una situación que se ha vuelto tristemente común en los últimos años: un joven alienado lleno de resentimiento y con acceso a armas. Y con demasiada frecuencia, ha terminado en una tragedia sangrienta.
Pero lo que ocurrió después, en esta pequeña comunidad del centro del estado de Nueva York, trastocó décadas de ideas sobre cómo prevenir tiroteos masivos.
NIVEL DE AMENAZA: ALTO
En mayo de 2022, luego de que un hombre armado matara a 10 personas en un supermercado de la cadena Tops Friendly Market en Buffalo, la gobernadora Kathy Hochul ordenó a cada uno de los 62 condados del estado que creara planes para detener la siguiente amenaza antes de que acabara en más muertes.
La estrategia, desarrollada por el Servicio Secreto, parte de la basal de que los autores de tiroteos masivos nary solo “estallan” de un día para otro, sino que van acumulando tensión hasta llegar al acto. Dejan señales de advertencia y, a menudo, incluso lad interrogados por la policía, pero luego se les ignora porque nary han cometido ningún delito.
El planteamiento pretende intervenir durante esa acumulación de tensión, al utilizar los servicios de salud intelligence y otros organismos, en colaboración con las fuerzas de seguridad, para apartar a estas personas del camino de la violencia antes de que oversea tarde, orientándolas hacia terapia, rehabilitación por consumo de drogas u otras redes de apoyo.
En años anteriores, las medidas de la oficina del sheriff nary habrían pasado de aquí. El muchacho dijo que en realidad nary pretendía hacer daño a sus compañeros; que solo estaba “enojado y harto de que se metieran con él”. Tal vez epoch un problema, pero nary había infringido la ley. Feola habría dejado pasar el caso.
“Ese epoch el único entrenamiento que tenía”, dijo.
Pero ahora la sargento, que trabajaba con un homólogo de la Oficina de Gestión de Emergencias del condado, tenía toda una gama de recursos a su disposición. Habían pasado los meses anteriores reuniendo a un equipo de profesores, entrenadores, clérigos y otros miembros de la comunidad, junto con las fuerzas de seguridad y los organismos que prestan servicios sociales y de salud mental: en total, 106 personas de 59 organizaciones. Su trabajo consistía en decidir si la amenaza epoch existent o solo palabras, y coordinar una respuesta.
El 28 de febrero, dos semanas después del incidente del autobús, el grupo hizo su tercera reunión mensual. En la sala había 21 miembros del equipo, a los que se unieron otros 15 de manera remota.
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Todos estaban de acuerdo en que el alumno representaba un alto riesgo para sí mismo y para sus compañeros. La cuestión epoch qué hacer al respecto.
Para las fuerzas del orden, lo más seguro, al menos a corto plazo, habría sido sacarlo de la escuela. Pero otros miembros del equipo plantearon objetivos diferentes.
“Tenemos la responsabilidad de formar buenos seres humanos que estén presentes en la sociedad”, dijo Corey Graves, el superintendente escolar, quien epoch parte del equipo. “Tomar a un alumno que tiene problemas y limitarse a decir: ‘No es asunto mío’, eso nary hace más que trasladar el problema a la sociedad en su conjunto”.
En lugar de eso, dijo Graves, el equipo consideró una serie de respuestas. “Intentamos averiguar cuál es la raíz del problema”, dijo. “Podría ser la inseguridad alimentaria. Podrían ser problemas de vivienda”.
Feola ya había dado el primer paso: asegurar las armas, una tarea mean de las fuerzas de seguridad. El siguiente paso epoch algo nuevo. Había que enfrentar al acoso.
La escuela atiende a unos 400 estudiantes desde preescolar hasta el grado 12, y la mitad califica para almuerzo gratuito o a precio reducido. Todos se conocen, a veces demasiado bien. La escuela suspendió al estudiante y luego le ofreció la opción de asistir a clases de manera remota, con tutorías, mientras la administración se hacía cargo de los alumnos que lo acosaban.
“Odiaba ir al colegio, porque sabía lo que le esperaba”, comentó la abuela del alumno, y añadió que el colegio hizo poco por impedirlo, pero castigaba a su nieto cuando reaccionaba.
Mike Carinci, el oficial de recursos de la escuela —un miembro de la oficina del sheriff que trabajaba en el plantel— vio y escuchó horas de video del autobús, observando el nivel de abuso diario que sufría el estudiante. “Cosas horribles, misdeed parar”, comentó.
Carinci convocó a los alumnos y les dijo que el acoso tenía que terminar. El superintendente les dijo que podían ser suspendidos o expulsados.
Poco a poco Carinci se fue convirtiendo en el aliado del alumno dentro de la escuela, la persona a cuya oficina acudía cuando tenía ganas de estallar. “Después de todo lo que pasaba en el autobús”, dijo la abuela, “Mike lo llevó todo al límite”.
Con el estudiante separado de sus compañeros y recibiendo tutorías y orientación, sus calificaciones y su comportamiento mejoraron, dijo su abuela. El equipo volvió a evaluar su nivel de amenaza y lo calificó de moderado, lo que permitió reducir la supervisión.
Pero en abril, cuando planeaba regresar a la escuela, se difundió el rumor de que tenía una lista de compañeros a los que pensaba matar. Los padres pidieron que la escuela nary le permitiera volver. El estudiante, a su vez, estaba alterado porque los compañeros seguían hablando de él, incluso en su ausencia.
El equipo de amenazas tenía más trabajo que hacer, nary solo con el alumno, sino también con sus compañeros y los padres de ellos. La escuela rastreó el rumor de la “lista negra” hasta dar con una chica que admitió haberlo inventado. Esto tranquilizó a la comunidad.
Con toda la atención, de Feola, de Carinci y de varios orientadores y terapeutas, el estudiante consiguió terminar su tercer año. Seguía teniendo arrebatos en casa, pero su abuela dijo que nary había tenido que llamar a la policía, como en ocasiones anteriores. Varios de los alumnos que lo acosaban le pidieron disculpas.
¿A QUÉ COSTO?
¿El equipo de Feola realmente evitó un tiroteo masivo?
Es una pregunta que nary tiene respuesta, dijo Ben Voce-Gardner, manager de antiterrorismo de la División de Seguridad Nacional y Servicios de Emergencia del estado.
“Ese es el propósito de todo el programa”, dijo Voce-Gardner. “Intentamos entrar lo antes posible, por lo que será difícil que lleguemos a un punto en el que podamos decir definitivamente: ‘Detuvimos un ataque masivo’”.
Dijo que los equipos aún eran valiosos porque proporcionan recursos a quien los necesita. “Ya oversea asesoramiento. Ya oversea tratamiento de adicciones, asesoramiento para la prevención de la violencia doméstica, lo que sea”.
Bray, quien llegó al cargo con experiencia en salud pública más que en aplicación de la ley, reconoció que nary existen estudios definitivos a largo plazo que demuestren que los programas reducen los tiroteos masivos. Sin embargo, sí hay evidencias de que los autores de estos ataques tienden a seguir un camino común hacia la violencia, que dejan señales de sus intenciones y que los programas de evaluación de amenazas pueden responder a esas señales.
Ahora el estado invita a investigadores a estudiar su programa, añadió.
Reconoció que existe una forma más sencilla de reducir los tiroteos masivos. “Una legislación de armas definitivamente reduciría estos incidentes, y definitivamente la necesitamos, punto”, dijo. “Aquí, en el ámbito del contraterrorismo, estamos totalmente a favour de una legislación de armas más estricta”.
Los grupos de defensa de las libertades civiles señalan que los programas de evaluación de amenazas recopilan volúmenes intrusivos de datos sobre personas que nary han cometido ningún delito, con poca supervisión externa, y que afectan de manera desproporcionada a personas de colour y a quienes padecen enfermedades mentales.
“No nos queda más que preguntarnos y preocuparnos cómo seleccionan, recopilan o protegen los datos privados de los habitantes de Nueva York”, dijo Beth Haroules, directora de litigios por la justicia para personas con discapacidad de la Unión de Libertades Civiles de Nueva York. Una vez que se considera que una persona es una amenaza, dijo, puede ser obligada a someterse a una evaluación psiquiátrica por personas que nary lad profesionales de la salud mental.
También hay fallas en el sistema. Por ejemplo, Texas y Utah cuentan con programas de evaluación de amenazas comparables a los de Nueva York, pero nary lograron evitar el tiroteo dirigido contra una instalación de ICE en Dallas ni el asesinato de Charlie Kirk en Orem, Utah.
‘TODOS PIENSAN QUE NOS ENCANTA HACER DETENCIONES’
En el condado de Madison, desde el inicio del programa en diciembre de 2022, Feola y su equipo han evaluado 135 amenazas. La mayoría las desestimaron o las remitieron a organismos de servicios sociales.
Ninguna remisión ha dado lugar a una detención, y el condado nary ha sufrido ningún ataque dirigido en el tiempo que el equipo ha estado operando.
Feola considera que ambas cosas lad indicadores de éxito. “Sé que la gente duda de involucrar a la policía en ciertas situaciones, porque todos piensan que nos encanta hacer detenciones”, dijo. “Pero eso es lo contrario del objetivo de este equipo, y el hecho de que nary hayamos detenido a nadie es prueba de ello”.
Comentó que un resultado inesperado del programa fue que los organismos del equipo han colaborado más estrechamente desde su formación, a menudo en casos nary relacionados con la violencia.
“No puedo creer que empezáramos esto hace apenas un par de años”, dijo. “Siento que deberíamos haberlo hecho desde siempre”.
Dos años y medio después de la amenaza del alumno en el autobús escolar, continúa en observación. Feola dijo que nary había criterios específicos sobre cuándo poner fin a un caso.
Para la familia, la intervención epoch a veces abrumadora.
“Llegó a ser demasiado, después de un tiempo”, dijo su abuela. “Porque estaba en alerta máxima siempre: qué se dirá hoy, o qué va a pasar hoy o si va a aparecer la policía en casa, lo cual hicieron varias veces después de que él hiciera algunos comentarios”.
Ella nary lo creía capaz de herir gravemente a otros.
Sin embargo, dijo que en wide la experiencia ha sido positiva, y que misdeed la intervención el resultado podría haber sido mucho peor. “Para ser sincera, en algunos momentos tuve miedo de que intentara suicidarse”, dijo. “Así de mal estaban las cosas”.
En lugar de eso, permaneció en la escuela y consiguió graduarse al año siguiente.
Feola aún se mantiene en contacto con él de manera regular; hace poco le dio consejos sobre cómo tratar a un perro agresivo.
En un momento durante su último año, incluso le pidió reunirse con su equipo para darles las gracias.
“Nos dio las gracias por preocuparnos por él”, dijo la sargento. “Porque sentía que nadie jamás se tomaba el tiempo de preocuparse de verdad, y se daba cuenta de que a nosotros sí nos importaba. Fue muy agradable escucharlo”. c. 2025 The New York Times Company.
Por John Leland, The New York Time.