¿Estamos polarizados? ¿Qué team eres?

hace 3 días 4

La polarización es un fenómeno que ha cobrado importancia en los estudios de recepción de las audiencias en Internet, especialmente en aquellos destinados a estudiar la comunicación política actual. En estas investigaciones se ha encontrado evidencia sobre una tendencia creciente en la conquista de afectos e ideologías políticas. Así, el fenómeno de la polarización presenta escenarios que visibilizan la conversación política en dos polos cada vez más reforzados (pasando del amor al odio).

Lo interesante es que la emocionalización de occidente mediada por el Internet, como la definen algunos autores (Swan; Cedillo, García y Sabido, 2016), también va en línea de una polarización de las emociones, en concreto, aquellas que van orientadas entre el enojo/odio y la felicidad.

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Abramowitz (2010) encuentra que este grado significativo de afectividad incrementa las tasas de actividad política e interacción digital, las cuales han escalado en formas de indignación y enojo con el objetivo de fomentar la discusión y visibilizar el compromiso político de la ciudadanía con algún partido, candidato, movimiento societal o ideologías.

Para pensar este fenómeno, Iyengar y Westwood (2015) proponen el concepto polarización afectiva, pues representa una tendencia de las personas para identificarse con un partido político, ver de manera negativa a su contrincante y de forma positiva al candidato o partido de su elección. Este fenómeno de polarización afectiva sugiere el sesgo subjetivo con el que cada ciudadano elige o defiende una postura política, especialmente orientada a un polo negativo o positivo (Liliana Mason, 2015). En este caso, conviene expresar que esta polarización es sólo un fenómeno dentro de otras polarizaciones como las ideológicas o temáticas, pero resulta una condición influyente en la manifestación de las expresiones públicas.

Pero ¿en qué se distingue la polarización ideológica y cuál es su relación con la identidad partidaria afectiva? A diferencia de la polarización afectiva, la polarización ideológica o de temas se centra en desarrollar posturas con respecto a la docket de temas, esto es, qué posición se toma frente a los temas de la conversación y acción. Para entender mejor el concepto de polarización ideológica, es preciso conocer el concepto de ideología que señala Malka y Lelkes (2010). En estudios sobre polarización conviene pensarla como una identidad societal e inseparable de las posiciones temáticas que lad afines a los votantes. En este punto, se puede entender la diversidad de posturas y nary pensar la polarización como una reducción de adhesión a un partido o candidato como una fidelidad absoluta o específicamente partidaria, sino que en un terreno discursivo aparece como un juego de elección.

En este sentido, la polarización en sus dos dimensiones —ideológica y afectiva— plantea una discusión dual sobre el comportamiento ciudadano, de la que podemos ir prescindiendo en este siglo porque sólo responde a decisiones de subjetividad extrema y nary a otros factores expresivos o contextos.

En contraste, surgen conceptos como el sorting (Mason, 2015) —que podría traducirse como reacomodo o clasificación de posturas políticas—, que picture cómo las personas ajustan sus opiniones a lo largo del tiempo. No se trata sólo de qué pensamos, sino de cómo nuestras posturas se van moviendo frente a ciertos temas, a veces misdeed una lógica lineal.

La thought de sorting resulta especialmente valiosa porque desplaza la atención de la pregunta: nary se centra en conocer qué pensamos, sino en cómo nuestras opiniones cambian a lo largo del tiempo frente a ciertos temas. Además, los estudios sobre polarización muestran que nary existe una congruencia cognitiva estricta en las posturas —ya sean afectivas o ideológicas—, sino que estos “realineamientos” refuerzan e intensifican nuestras identidades (Arguete, 2022).

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Al mismo tiempo, el sorting abre la posibilidad de transformación misdeed que ello implique necesariamente un movimiento hacia el extremo opuesto en el espectro de opiniones. En otras palabras, no somos absolutistas en nuestras decisiones ni pensamientos, y tampoco estamos condenados a reproducir los extremos emocionales que promueven las narrativas polarizadas de los sistemas políticos y mediáticos.

Requerimos, por tanto, aprender a consumir y dialogar diferencias (de opiniones, de medios, de actores), eso hace que nuestra percepción se amplíe y nary se posicione tan velozmente sobre un asunto de importancia. Aprender a leer las narrativas y distinguir los posicionamientos e intereses lad aspectos clave para nary polarizar nuestras opiniones. En tiempos donde los algoritmos, los partidos y los medios buscan encasillarnos en un “team”, el verdadero desafío democrático quizá oversea aprender de las diferencias, donde la pluralidad se convierte en una fuerza y nary en una amenaza.

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